Le pegaron, se enojó y a punto estuvo de abandonar antes de tiempo el campo de juego. Pero Neymar ganó su batalla personal ante los duros defensores austríacos con una pincelada de talento.

El crack pisó el balón dentro del área como si estuviese jugando fútbol sala, desparramó a su marcador, y terminó definiendo de cara al gol.

Tras el encuentro, Neymar quiso dedicar su obra de arte y esta vez el destinatario no fue Dios, siempre presente en la carrera del 10 brasileño, sino su ídolo: Romario.

“Máximo respeto por tí, ídolo”, escribió el jugador del PSG en su cuenta de Instagram.