“Me acuerdo que el primero que me empezó a hablar de los tiros libres fue el Coco Basile. ¡Soltá el pie, soltá el pie’, mirá cómo hace Román. ‘Empezá a soltar el pie’. Yo tiraba despacito. Es un centrito, me decía. Antes le pegaba mucho más fuerte que lo que hay que pegarle realmente, muchas veces no hay que darle tan fuerte, sino más precisión. El fue uno de los primeros que me empezó a hinchar con los tiros libres, a que aprenda a patear”.
Las dos Copas América. Los 33 partidos invicto. El regreso de Diego Maradona ante Australia. Un Mundial y un plantel que hizo ilusionar a propios y ajenos. Pero si hay algo para agradecerle a Alfio Basile en tantos años de fútbol, con el silbato colgado del cuello o con los botines puestos, es lo que el mismísimo Lionel Messi cuenta.
Se cruzaron por primera vez en 2006, tras el Mundial de Alemania. El Coco había asumido en lugar de José Pekerman tras dejar su cargo en su multicampeón Boca y en aquella primera lista citó al pelilargo de 19 años, junto con Sergio Agüero, Javier Mascherano, Carlos Tevez, Maxi Rodríguez y, el espejo, Juan Román Riquelme.
“Eso fue en Venezuela. Le entraba muy duro al balón, le quería dar un fierrazo, a veces la embocaba y a veces la tiraba por muy arriba. Le digo ‘nene, soltá el pie, soltalo por favor. Fijate de él’. Entonces Román le pegaba con la derecha y la clavaba… Y si no, tiraba unos centritos de mierda. ‘Dale precisión, no necesitás tanta violencia, tenés que ser medido, porque a veces cuando no hay metros detrás de la barrera para que la pelota baje, no le tenés que dar con violencia”.
Es imposible no escuchar la voz del Coco, la misma que -dicen- tiene desde que jugaba en la Tercera. Con un brazo rodeando los hombros caídos de un Messi juvenil, que escucha y observa atento. Tan atento que le hizo caso. Algo sabía Basile.
Lujos que se dio el entrenador, ese que hasta la llegada de Lionel Scaloni era el último que conoció la gloria con la Selección Argentina en la Copa América. Dirigió a Messi y también a Diego Maradona. “Dos extraterrestres”, los definió. Pero también lo tuvo a Riquelme y a un jovencísimo Ariel Arnaldo Ortega. A Gabriel Batistuta y a Claudio Paul Caniggia. A Diego Simeone, Juan Sebastián Verón, Fernando Redondo y Oscar Ruggeri, entre tantísimos otros.
Las Copas de Alfio Basile en la Selección Argentina
28 años pasaron entre una celebración y la otra. Casi tres décadas debió esperar Argentina para poder levantar una vez más la Copa América. Antes de la obtenida en el 2022 con Lionel Scaloni, la última había sido de la mano de Alfio Basile, en la era post Maradona. Y fueron dos, seguidas, en 1991 y 1993. Y antes del Coco entrenador, el Coco jugador había ganado la última para Argentina, allá por 1959.
El DT nacido en Bahía Blanca había asumido tras la salida de Bilardo y la final del Mundial de Italia. Tenía la obligación de reconstruir una Selección golpeada, sin Maradona -suspendido por doping-, con un recambio importante y que llevaba la espina de 32 años sin levantar el trofeo, pese a que no se disputó el 67 al 75 -cuando cambió de nombre y dejó de llamarse Sudamericano- y a haber sido sede en 1987.
Con el piloto azul que fue cábala en aquel torneo, Argentina se impuso en la final ante Colombia, por 2 a 1, en un Estadio Nacional de Santiago de Chile que siempre estuvo colmado. Un equipo diferente, con menos rigurosidad táctica, con una mezcla de juventud y experiencia, y con un goleador como Gabriel Batistuta, que armó dupla con Caniggia y se consagró como máximo artillero del torneo, con seis gritos.
Era el inicio de una era que arrancaba con el pie derecho y que conquistaría dos títulos más: la Copa Confederaciones en 1992 (ex Copa Rey Fahd), disputada en Arabia Saudita; la Artemio Franchi, una edición limitada de la Finalissima ante Dinamarca, campeón de la Eurocopa 92; y una nueva Copa América, en 1993.
La de Ecuador no resultó tan sencilla como la primera, con algunos empates en la zona de grupos que pusieron en riesgo su llegada a la fase definitoria. En la fase siguiente apareció un ya consolidado Sergio Goycochea para volver a atajar penales como en el Mundial 90 (fue elegido el mejor jugador del torneo), y luego sí la victoria ante México en la final para volver a gritar campeón.
Cuatro títulos en tres años y una ilusión que se agigantaba con la clasificación al Mundial 1994 por delante.
La clasificación al Mundial 1994
El 19 de febrero de 1991 comenzó la cuenta de 31 partidos invictos del equipo del Coco, con una victoria ante Hungría en un amistoso internacional. Sólo Scaloni logró superar esa cifra. Fue Colombia el equipo que le puso fin a esos años sin perder, por la clasificación al Mundial de Estados Unidos, con un 2-1.
En aquellos años, con tres cupos directos y uno por repechaje, los nueve equipos (Chile estaba suspendido) se dividieron en zonas. Brasil, Colombia y Bolivia lograron su pasaje. Pero aquel inolvidable 0-5 en el estadio Monumental ante la selección cafetera obligó a la repesca ante Australia y al llamado a Diego Maradona, que se sumó para lograr la ansiada clasificación.
“La Selección del 94 fue la gran frustración de mi vida, estábamos convencidos de que íbamos a salir campeones del mundo. Estaba orgulloso del equipo, convencido de que a la final íbamos a llegar”. Todo un país sintió lo mismo. Un país que vio a un Diego renovado pero que lo lloró tras el doping positivo por efedrina luego del partido con Bulgaria. Rumania fue la encargada de eliminar a la Argentina en octavos.
“Maradona, tres meses antes del Mundial, estaba en 104 kilos, y lo hicimos llegar con 74. El Diego volaba. Después apareció la efedrina y eso no te mejora como futbolista. Cuando Havelange vio cómo estaba Maradona dijo ‘estos van a salir campeones’, pero era la última oportunidad que él tenía para que Brasil sea campeón durante su gestión en FIFA”, confesó el Coco años después de aquella decepción.
Basile, multicampeón en Boca
Tras su salida de la Selección con un sabor amargo, Basile primero recaló en España para dirigir al Atlético de Madrid presidido por el particular Jesús Gil y Gil. Apenas duró tres meses. Volvió al país para ponerse el buzo de Racing, de San Lorenzo y de Colón, con un paso por el América de México. Sin embargo, su regreso a los primeros planos se dio en Boca. Un equipo multicampeón en apenas un año y medio.
El Apertura, la Copa Sudamericana y la Recopa Sudamericana, todos en 2005, y luego el Clausura 2006. En aquel primer torneo, que lo cerró con el título en su Bahía Blanca natal ante Olimpo, Basile armó un equipo como los que le gustan, de esos que salen “de memoria”, con Rolando Schiavi, el Cata Díaz, Hubo Ibarra, el Pato Abbondanzieri, Fernando Gago, Sebastián Battaglia y la dupla ofensiva que componían Martín Palermo y Rodrigo Palacio, “Pa-Pa”.
En aquellos tiempos acunó algunas de sus frases más célebres: “Silenzio Stampa” y “No comments”, cuando no quería hacer declaraciones; “el 2 de Boca tiene que ser feo y meter miedo con la cara”; “nos falta ganar la Copa Melba” y hasta bautizó al club como “Deportivo Ganar Siempre”.
Sus 14 meses en Boca lo catapultaron nuevamente a la Selección, para un segundo ciclo en el que se dio el gusto de juntar a un Riquelme que no estaba teniendo chances de jugar en el Villarreal español y al joven Messi que aún era inexperto en los tiros libres.
Fue corto su segundo paso. De aquella anécdota con la Pulga en Venezuela, en donde perdería la final de la Copa América al inicio de las Eliminatorias hacia Sudáfrica 2010. Mil rumores, una pelea con los dirigentes, una salida intempestiva y una pelea con Maradona, su sucesor en el cargo, que sumó un capítulo más y de la que ya no habría retorno.
Los títulos en Racing de Avellaneda
Basile ha sido un hombre de segundas, y hasta cuartas vueltas. En 2009 tuvo un breve paso por Boca, pero su último trabajo como entrenador fue nada menos que en Racing, donde había comenzado todo. En el club de sus amores, al que decidió darle una chance más en el 2012, para comenzar lo que fue su cuarto ciclo. Es que allí las puertas para él siempre estarán abiertas.
Nacido en Bahía Blanca, hijo de Filomena y Alfio, dio sus primeros pasos jugando al baby en Bella Vista hasta que armó el bolso para probarse en Buenos Aires. Era 1964, 20 años en el DNI, y José Della Torre decidió hacerlo debutar en la Primera. Fueron seis años en los que el Coco, apodado así desde pequeño, fue testigo y protagonista de los años inolvidables de la Academia.
Comenzó jugando en el mediocampo hasta que dio algunos pasos hacia atrás para conformar una zaga central inolvidable con el Mariscal Roberto Perfumo. Ya con Juan José Pizzutti como entrenador, dentro de esos 186 partidos que jugó con la blanca y celeste (anotando además 20 goles), logró el torneo local en 1966, la Libertadores 1967 -convirtiendo uno de los goles en el 5-2 ante Independiente Medellín, y la Intercontinental, aquella del gol del Chango Cárdenas ante el Celtic escocés.
“En esa famosa foto de una persona de traje y corbata abrazando al Chango al lado de la línea, ese soy yo, me habían expulsado y ya me había bañado”, relató el Coco, campeón del Mundo con su amado equipo.
Jugó su último partido el día que cumplió 30 años, despidiéndose en el Cilindro. Tras un paso por Huracán, y otro título para sus vitrinas -nada menos que bajo la dirección técnica de César Luis Menotti-, decidió retirarse del fútbol luego de escuchar a un hincha gritarle que no jugara más. Cuenta que lo pensó y que el hincha tenía razón. Al otro día fue a buscar sus cosas y colgó los botines, para darle paso así al Coco DT.
Sus inicios como DT
“Fui alcahuete de Menotti. Un poquitito salí campeón. Yo pasaba todos los informes de los rivales sin cobrar un sope, ad honorem. Leía todo, no había computadora, no había celular, no había nada… Nadie lo sabe, era gratis”. Aunque había empezado su carrera como entrenador en 1975 en Chacarita, pasó por Rosario Central y luego su primera etapa en Racing.
Sin embargo, años después confesó que su trabajo de espía de aquella Selección campeona en 1978 también forma parte de su palmarés. El Coco analizaba los rivales in situ y le comunicaba sus conclusiones al entrenador: así, Argentina venció a Hungría y Francia, e igualó sin goles con Brasil, ya en la segunda fase del torneo.
Pasaron varios clubes y varios años, hasta una larga estadía en Córdoba -para dirigir a Racing de aquella provincia, Instituto y Talleres-, hasta que le llegó un desafío imposible de dejar pasar: Racing había descendido, nadie podía encaminar el barco y el Coco tuvo la misión de devolverlo a la gloria. Por eso, en 1985, volvió para Avellaneda.
En apenas semanas, el entrenador le cambió la mentalidad al equipo, una de sus grandes virtudes como DT: ser un motivador, un convencedor, un inflador anímico. Y en aquel Reducido logró devolver a Racing a Primera, y trabajando de manera gratuita por el club de sus amores. Con jugadores como Miguel Colombatti, Walter Fernández, Néstor Fabbri, Hugo Lamadrid, Gustavo Costas, Ramón Ismael Medina Bello, Rubén Paz, Ubaldo Matildo Fillol y el Toti Iglesias.
Aunque Racing no pudo cortar en aquellos años con la racha sin títulos locales desde el 66, sí logró ser campeón de la ya desaparecida Supercopa de 1988, ante el Cruzeiro y en Belo Horizonte, 21 años después de la última vuelta olímpica internacional. Fue el primer título de Basile como entrenador y con el club del que es hincha confeso.
Cábalas, amigos y códigos del Coco Basile
Sus dos grandes laderos en su recorrida como DT fueron dos: uno que se quedó de sus tiempos en Racing como jugador, compartiendo la línea defensiva: Rubén Osvaldo Díaz, el Panadero. Ayudante de campo pero sobre todo amigo, fue además el artífice de una de las cábalas más recordadas del fútbol vernáculo.
Un llamativo polvo blanco con el que el Panadero golpeaba la espalda del entrenador en los partidos de Boca. ¿Era talco? No, mucho tiempo después confesó que se trataba de un polvo que traía de una bruja de Lanús. Cinco títulos en 14 meses, al parecer la magia le funcionaba.
El otro, Reinaldo Carlos Merlo, Mostaza, a quien conoció gracias al fútbol, lo acompañó en aquel primer ciclo en la Selección. También ídolo en Racing, pero por haber cumplido el anhelo de Coco de cortar la racha de 35 años sin títulos, algo que logró en el 2001, también compartió su pasión por las cábalas (aquellos cuernitos que mostraba cuando un rival se acercaba a su arco).
Basile también fue el DT que, entrenando a San Lorenzo, echó del vestuario al cura Jorge Mario Bergoglio, el mismísimo Papa Francisco, fanático cuervo. “Me decían que venía siempre y el equipo venía de perder, yo ni sabía quién era”, reconoció. Nunca más lo vio. “Si voy al Vaticano me echa”, admitió entre risas tiempo después.
Amante de juntarse con sus amigos a disfrutar de un buen whisky, un cigarro, una noche con los suyos en su mesa del restaurante La Raya en Palermo, de los códigos del vestuario, del vozarrón inconfundible, del abrazo paternalista y del ‘Bye’ para despedirse. Un Coco auténtico. Un indispensable.