México, que estará en Qatar 2022, es el quinto país con más participaciones en mundiales con 16. Si mira para los costados, en ese rubro se encuentra rodeado solo por los que supieron levantar la copa alguna vez. El perfecto Brasil que lidera con 21 es seguido por Alemania con 19 e Italia con 18 (sus caminos se separarán) y Argentina con 17. El Tri supera a España, Inglaterra y Francia, todas con 15 y a Uruguay, que jugó 13.
La más significativa representante de Concacaf suele ofrecer un piso alto y un techo bajo. Sin México no se puede, con México no alcanza. Su presencia no es duda, su falta de protagonismo en instancias finales tampoco. El plan de seducción para 2022 incurrió en un viejo axioma: lo que me falta lo tengo que buscar afuera. Y así fue que pusieron al mando a Gerardo Tata Martino, un extranjero, como ya había pasado en el Siglo XXI con el también argentino Ricardo Lavolpe, el sueco Sven-Goran Eriksson, y el colombiano Juan Carlo Osorio.
El ex DT de la Selección Argentina es un trabajador serio, comprometido y docente, que ha sabido mejorar aspectos de sus dirigidos. Pero también ha mostrado algunas limitaciones para llevar a sus equipos a otro nivel en la competencia. Te garantiza protagonismo, pero le cuesta formar campeones. Le sucedió en el conjunto nacional y en Barcelona. De hecho, en un poco más de diez años a nivel internacional acumuló tres subcampeonatos de Copa América (con Paraguay en 2011, con Argentina 2015-2016), uno en la Nations League del 2021 y otro en Copa de Oro de ese año, contra un solo título, en del mismo torneo de Concacaf edición 2019.
Los rendimientos en ese año, sumado al festejo, desataron un huracán de titulares, muchas veces apresurados, respecto de una “revolución futbolística”. El entusiasmo iba in crescendo con el correr de los partidos. No era para menos: ganó 15 de los 17 encuentros. Encima, uno de los restantes fue un empate con victoria en los penales contra Costa Rica. El otro, un 0-4 con titulares contra una Selección Argentina sin Messi, con mucha rotación y tres goles de Lautaro Martínez.
El 433 made in Tata, ese del volante tapón que se mete entre los centrales en la salida para adelantar a los laterales y formar triángulos con dos interiores y extremos, tiene inicialmente una melodía cautivadora. Pero puede suceder que con el correr de los partidos, sin ajustes o matices, empiece a sonar monótona. También vuelve anunciada y previsible la estrategia, con entrenadores que apuestan a neutralizar el plan del rival y condiciones que no siempre son las mejores, con malos campos de juego o partidos en horarios de calor sofocante. Después, ante alguna frustración puede sobrevenir el cuestionamiento, el pedido de cambios y una reacción a la defensiva de un DT que se niega a “darles el gusto” a los que exigen algo diferente. Este combo ocurrió a partir de dos derrotas en el “clásico” con Estados Unidos, ambas en 2021: en Liga de las Naciones de Concacaf y en la Copa de Oro de 2021.
A la salida de esos golpes estaba la Eliminatoria para Qatar. Sus dos vecinos del norte estaban llevando adelante planes con transformaciones estructurales de cara al Mundial que los tres van a organizar en 2026. Tanto Estados Unidos como Canadá sufrieron menos el recambio a partir de figuras jóvenes en equipos de élite como Alphonso Davies de Bayern Munich o Christian Pulisic de Chelsea, seguidos de cerca por grupos de scouting que rastreaban sus orígenes para llevarlos a sus seleccionados. Entre los equipos top de Europa México cuenta principalmente con Héctor Herrera, de salida de Atlético Madrid con rumbo a la MLS. No es casualidad que el equipo de Martino no haya podido vencer a ninguno de sus dos principales rivales (dos empates, dos derrotas). Las complicadas situaciones de Costa Rica, en el ocaso de su generación dorada que brilló en 2014, y de Panamá, con sus héroes de 2018 envejecidos, hicieron que no corriera mayor riesgo la clasificación. Sin embargo, las formas hacen al contenido: ahora México selló su boleto en la última fecha, cuando en 2018 lo había logrado a falta de tres partidos.
Lo que en el inicio fue romance se fue volviendo cada vez más suave. Los rumores de salida del Tata estuvieron a la orden del día en el momento más complicado de la clasificación. Su condición de extranjero se potencia por el hecho de ni siquiera haber dirigido algún club en el país. La marginación de Javier Chicharito Hernández le hace honor a aquella frase que dice que cuando las cosas salen mal los mejores son los que no están. Lo que inicialmente fue leído con la autoridad de “fue una decisión mía”, se transformó en un “capricho” cuando los resultados empezaron a menguar. La naturalización de Rogelio Funes Mori para ocupar ese lugar hizo el resto.
¿De dónde nace tal nivel de presión? Es posible que los mexicanos se estén haciendo trampa al solitario en dos dimensiones distintas. El poderío económico de su liga tiene la capacidad de retener a la mayoría de sus jugadores. Lo que potencia el torneo doméstico es una complicación para la Selección porque les quita roce internacional contra los mejores del planeta. El fenómeno del “aislamiento” se completa con el abandono del torneo más importante que podían disputar sus clubes: la Copa Libertadores, de la que no forman parte desde la edición 2017. Por otro lado, la diferencia entre países en Concacaf es mucho mayor que la que hay en Sudamérica y la repetición de triunfos contra rivales inferiores nos puede devolver una imagen distorsionada de nosotros mismos. En el ciclo Martino hay partidos contra Cuba, Martinica, Haití, Trinidad y Tobago, Bermudas, Guatemala y El Salvador. De los 52 compromisos internacionales, solo dos fueron contra potencias. La ya mencionada derrota ante Argentina y una victoria 1-0 sobre Países Bajos.
La Selección de México llevará a Qatar su sueño de conquistador. La banda sonora será su tradicional bolero que nos narra una historia de amor. Su ilusión es que la letra no vuelva a transformarse en un tango amargo y solitario en los 8vos de final.