A comienzos de 2006 llegó un formato novedoso a la televisión argentina. Un reality que mostraría el detrás de escena de un equipo de la Primera D, con futbolistas que no eran profesionales, que tenían sus trabajos y que solamente jugaban por amor al deporte. El club elegido fue Atlas, un histórico de la D que no solía tener buenos resultados, pero que a su vez tenía algunos condimentos interesantes, como su entrenador –Néstor Retamar– y un delantero picante: Wilson Severino.
Todo aquel que vio el programa sabe que Severino tenía unas condiciones bárbaras y un poder goleador difícil de encontrar en la categoría, además del carisma propio de los cordobeses. Wilson le contó en detalle a BOLAVIP cómo fue formar parte de un hito de la televisión, pero también lo dura que fue su infancia, el haber tenido que venir de Córdoba a Buenos Aires por una tragedia familia, el vivir un vagón, sufrir la discriminación por su color de piel, el trabajo que realiza en el ferrocarril desde hace 22 años -y que nunca dejó pese a haber sido jugador de fútbol- y cómo le cambió la vida aquel partido de Copa Argentina entre River y Atlas de 2017 que lo llevó a formar parte del equipo Senior del Millonari y compartir con su gran ídolo: Ariel Arnaldo Ortega.
-¿Qué significa Atlas en tu vida?
-Atlas fue el programa que realzó al club del interior, al club del pueblo, a los clásicos de los regionales, al jugador de potrero. Siempre digo que tenemos jugadores en las ligas, en el ascenso con 30 o 35 años y por el fuego que les causa el fútbol todavía están esperando que los llame Scaloni. Atlas mostró que el fútbol se vive de manera intensa en cualquier parte donde pique una pelota en Argentina.
Wilson con la del club de continente. (Foto: @wilsonseverino9).
-¿Cómo nace tu amor por la pelota?
-La pelota fue la que me salvó de la calle, la que me educó, la que me llevó a lugares donde tuve experiencias sanas, a laburar en equipo y ese era el objetivo. Adentro de un partido de fútbol está la vida, por momentos se te complica el partido, festejás, volvés a festejar, pero después se te complica el partido y una vida de noventa años se puede resumir en noventa minutos. Podés tener gente externa en tu vida que puede ser la hinchada, podés tener un jefe que es el referí y en todo eso hay un elemento que es el sol y es la que te hace cuando vos la tenés te sentís como Dios o que tenés la posibilidad de manejar el juego. Esa sensación se siente en el Monumental con 100 mil personas, en Comodoro Rivadavia con mi equipo General Saavedra en medio de las montañas y en un pueblito en Jujuy o Salta, donde se juega un clásico de pueblo. El fútbol es tan increíble que te da la pasión que hace que se juegue así en cualquier marco.
-Cuando eras pibe y estabas en Córdoba, ¿también lo sentías así?
-Mi primer recuerdo es cuando entré a jugar en la calle, donde los palos eran dos ladrillos y yo entré a jugar sin saber para que lugar tenía que patear y sentí una sensación distinta. Tenía seis o siete años y me acuerdo que salíamos del colegio y jugábamos hasta que nos venían a buscar.
-¿Por qué venís desde Córdoba a Buenos Aires?
-No me lo esperaba, fue por un accidente que tuvo un tío mío. Lo chocó un auto y le quedó paralizada la mitad del cuerpo. En Córdoba yo era, al margen de todos los problemas que tenía ya sean económicos o por el color, yo jugaba al fútbol y al equipo en el que yo quería jugar estaba en mi barrio, que eran los Pitufos de Barrio Arenales y ser reconocido en los barrios de los alrededores, yo quería llegar a la primera de ese equipo y que se diga ´mirá, ahí viene Wilson´, y la pelota me trajo para Buenos Aires para cuidar a mi tío. Cuando estaba triste porque extrañaba Córdoba y no me quería juntar con ningún porteño, hasta que un día no pude más y me metí a jugar y ahí se acercaron las aguas.
-Me dijiste que sufriste discriminación, ¿cómo viviste esa etapa?
-Sí, la discriminación de chico la sufrí, desde el colegio. Escuché una vez a un actor decir que hoy me doy cuenta que la sufrí. Hoy miró para atrás y digo ´Wilson, que mal la pasaste´, miro para atrás y me doy lástima, me doy pena porque sé porque las que pasé. Dormir en una plaza, fuera de casa o estar en una estación de colectivos y que nadie me vaya a esperar y hoy me doy cuenta de eso. Es complicado decirte que la pelota me salvó de tanto o porque salí en un programa de Atlas o porque la gente me conozca o porque esté hablando con Bolavip por lo que pasó en Atlas, pero la pelota salva a mucha gente que no la vamos a conocer. Estoy seguro que me salvó la vida.
-El fútbol es todo para vos…
-A mí me salvó, me salva, me hace conocer gente buena, me hace ayudar. Hay un hogar de huérfanos y soy el tío morocho para ellos, pero en cada uno de ellos estoy. A los varones les pude comprar botines gracias al ferrocarril y a las nenas les compré zapatillitas. Es como que estoy atrás mío.
Wilson Severino es orgullosamente un ferroviario, forma parte del sindicato de la Unión Ferroviaria y para él haber entrado a trabajar allí fue determinante para poder mejorar económicamente. Por otro lado, es tal la gratitud que tiene que jamás dejó de trabajar, pese a haber tenido propuestas de jugar en la B Nacional.
Severino en el predio de la Unión Ferroviaria con la camiseta de General Saavedra de Chubut. (Foto: Miguel Alvarado – Bolavip).
-¿Qué significa el ferrocarril para tu vida?
-Cuando vivía acá con mi tío porque por cosas de la vida viví en un vagón de los trenes que son camarotes que eran de larga distancia y esos venían como cama. El ferrocarril ahí en frente tiene los galpones, yo me levantaba con los bocinazos del tren y para todos los vecinos entrar al trabajar en el ferrocarril era asegurarse una economía copada y yo no tenía acceso a eso. En un momento, un primo entró a trabajar a una tercerizada del ferrocarril y me invitó. En ese momento yo estaba laburando en un depósito por capital y entré así. Me llevaron a laburar a otro lado en albañilería y yo no tenía idea. Estuve como tres meses para tapar una puerta, pero cuando me vieron jugar a la pelota y me empecé a hacer amigos de unos pares y ahí pasé a estar adentro del ferrocarril. Y eso me cambió la vida, yo ya tenía a mi hijo Joel y de no poder comprarle ni la leche pasé a comprarle el yogurt que yo veía que comían otros chicos no se lo podía dar a mi hijo.
En 2003, Wilson Severino tiene la oportunidad de jugar en Central Ballester, un equipo que por entonces militaba en la Primera D del fútbol argentino. Allí estaría hasta que en 2005 pasa a Atlas, gracias a la insistencia de Néstor Retamar.
-¿Cómo aparece Central Ballester en tu vida? ¿Cuál era tu objetivo en ese entonces?
-Yo jugaba en Atlético Boulogne, en la Liga de Escobar en la que hoy en día competimos con el equipo de la Unión Ferroviaria. Yo en ese momento había hecho como quince goles y yo no entrenaba ni nada, para mí era fácil hacerlo. Central Ballester queda acá cerca y vino un técnico, me lo presentaron y me preguntaron de qué jugaba, cuántos goles hice y cuántos de cabeza. Mi fuerte era el cabezazo y me ficharon sin verme, en el último día. Así estuve seis meses hasta que aprendí el offside, me puteaban mis compañeros, ja.
-¿Cómo llegás a Atlas?
-En Ballester, una vez que engancho como era el offside, empiezo a hacer goles. La primera vez que hice fueron 3 en cancha de Colegiales contra CADU y después hice un gran torneo. Ahí fue cuando aparece Néstor Retamar que estaba buscando jugadores para el próximo equipo que agarre, iba a todas las canchas y venía jugadores. Me decía que yo iba a ser el nueve, siempre me invitaba unos patys y me hablaba y yo siempre estaba cansado. En ese momento laburaba en el ferrocarril y estaba en recolección, me acuerdo que arrancaba en Boulogne y terminaba en Aristóbulo del Valle, que son como diez kilómetros, era con zapatos de punta de acero y caminar por el relieve de la vía. Me acuerdo que terminaba a las dos y media y ahí agarraba la bicicleta, hacía casi quince kilómetros hasta el Ceamse que entrenábamos con Ballester. Me acuerdo que no tiempo de quejarme tenía. Al mismo tiempo iba creciendo Joel, mi hijo. Me acuerdo que él estaba en la escuelita y yo no lo podía ver. Algo que me marcó mal y siempre reniego. Él me invitaba a jugar a la pelota y yo estaba cansado, pero no le podía decir a él que había estado laburando todo el día y yo se la tiraba lejos y él volví. No tuve el tiempo de verlo, me quedó lo malo que era porque yo quería que se cansé para poder ir a descansar yo.
Wilson con la 9 de Atlas. (Foto: Miguel Alvarado – Bolavip).
En 2006, Fox Sports decidió apostar por un formato novedoso y sacó al aire Atlas, la otra pasión. Un reality que mostraba el día a día de uno de los equipos de la Primera D del fútbol argentino. Cómo eran los entrenamientos, los vestuarios, las canchas de la categoría y la vida de un grupo de futbolistas que necesitaban de otro trabajo para poder vivir.
-¿Cómo te enteraste que se iba a hacer un reality con Atlas?
-Yo llego antes que el programa, a mí me llevó Néstor Retamar, que a mi me convenció yendo a verme a todas las canchas y, como somos de amigazos los provincianos, yo le dije que cuando él agarre un club, yo iba a ser su nueve. Cuando termina el torneo había sido goleador en Ballester y me vinieron a buscar muchos equipos. Caruso Lombardi sigue renegando porque le dije que no, pero yo me fui con Retamar a jugar a Atlas, a jugar a un club al que había mandado al descenso y que estaba a 50 kilómetros. Después empezamos a entrenar y nos dicen que iba a venir un programa de televisión. Mi carita no estaba preparada por un programa de televisión, ja. Se transformó en algo gigante, terrible para la gente que sabe de televisión fue algo único, para mí, que yo lo viví con la gente del ascenso, del interior, de los países aledaños, fue un boom.
-¿Tuviste la posibilidad de jugar en Primera o B Nacional?
-Sí, en Tigre con Caruso Lombardi y yo le dije que sí, pero le aclaré que yo trabajaba en el ferrocarril. Él me dijo que no había problema, que tenía que renunciar, pero yo le dije que no. Él no podía creer. Yo quería trabajar e ir a entrenar. Me llamaba por teléfono. También me quisieron de Argentinos Juniors y muchos equipos de la B, me querían todos.
Por la Copa Argentina 2017, en los 32avos de final se vieron las caras River y Atlas en Salta. Para ese entonces, Wilson se había retirado hacía un año, pero igualmente pudo estar presente y junto a Leo Ponzio protagonizó un emotivo momento.
-Te retiraste, pero volviste al fútbol para jugar para Atlas contra River por Copa Argentina, ¿qué me podés contar?
-Es muy loco lo que me pasó, yo estaba en el predio de la Unión Ferroviaria, que me dieron este espacio para jugar con los compañeros de la Unión Ferroviaria. Justo pasa un tren, este es un tren muy de River y te lleva al Monumental, toda la hinchada por acá y pasa uno y me grita que juegan Atlas contra River por Copa Argentina, eso era para mayo y yo no podía jugar porque no estaba fichado, esa es la verdad. En ese momento River jugaba Copa Libertadores y se postergó el partido más de una vez y se pasa a septiembre. En junio se abre el fichaje y yo venía rompiéndole las bolas al Rata que es mi amigo y a Maxi Ambrosio que es el presidente. Hablo con Rata y me dice ´dale hermano, ¿cuánto tiempo querés jugar, 90, 45 minutos?´, yo le dijo que me alcanzaban cinco minutos nada más y Maxi me dijo que iba a tener mis cinco minutos.
-Contame cómo fue ese día
-Yo no sabía lo que se venía sinceramente, todo lo que pasaba antes no fue ni un 1% de lo que pasó cuando el técnico me llama. Fijate que hay dos abrazos con él porque no podía entrar a la cancha porque me hacía entender que me despedía del fútbol y era como que alguien se me fuera para el cielo. Vuelvo a darle un abrazo al Rata y ahí agarro fuerza y entro a la cancha. Se vivió como que fue mi despedida del fútbol, yo le iba a decir chau y ahí se me vinieron muchas cosas a la cabeza, partidos ganados, perdido, lesiones, quilombos en el trabajo, familiar y se vivieron muchas cosas.
-Fue a lo grande, contra el equipo del que sos hincha. ¿Cómo fue ese abrazo con Ponzio?
-Eran sensaciones encontradas porque me estaba despidiendo y ahí estaba el club de mis amores, si te tenés que morir, ese es el plan perfecto. Despedida del fútbol, contra el club de tus amores con los jugadores que te están representando y Leo, para el hincha de River era el guerrero, el jugador sacrificado, el jugador ejemplo, vos sabías que si Leo estaba adentro de la cancha es que estaba River y yo no tenía un alambrado que me separe de él, nadie me evitaba que lo pueda abrazar como cualquier hincha de River lo abrazaría y más todavía.
Hace algunos años se fortaleció mucho el fútbol Senior en Argentina y River cuenta con un muy buen equipo. Ariel Ortega, Chori Domínguez, Rodrigo Mora y Leo Ponzio son algunos de los que suelen jugar. En ese equipo también esta Wilson Severino.
-¿Cuánto tuvo que ver ese abrazo con Ponzio para que puedas jugar en el Senior?
-Juego por la Copa Argentina contra River en el Martearena de Salta, me pasó lo que me pasó esa noche y después de eso yo volvía al predio de la Unión Ferroviaria a jugar con los compañeros. Bajé en aeroparque y había como diez canales de televisión y me pregunté a quién estaban esperando. Es más, salí por otro lado porque era un quilombo de gente y después tenía el teléfono explotado que me estaban esperando a mí. Yo no sabía que se venía eso, pero el hincha de River se hizo eco de eso, los dirigentes también. Yo no tenía magnitud de lo que era el programa de Atlas, que yo pensé que solo lo veían en las provincias, pero hay muchos jugadores de Primera A que vienen de ahí.
Severino en el Monumental ante Independiente. (Foto: Prensa River).
-Ahí tenés compañeros históricos del club…
De pronto, Ortega, Francescoli, Chori Domínguez, Mora me dicen ´hola Wilson´, también ´ehh por qué no ascendían, yo me quedaba mirando hasta las doce de la noche´, y yo me derretía. Yo no estaba preparado para lo que pasó después, yo volvía a mi laburo como un ferroviario más y de pronto estaba en el Monumental jugando contra Independiente con 30 mil personas. Yo no soñaba con hacer un gol con River, yo soñaba con agarrar una pelota, darle y que la gente grite el clásico ´uhhhh´, contra Independiente me pasó, me acuerdo que el Chori me tira un pase cruzado, yo la agarro de zurda y el arquero la saca y escuché el ´uhhh´ y me sentí realizado.
-¿Qué significa Ariel Ortega para vos?
-Ya soy feliz siendo hincha de River, imagínate jugando. Yo juego con la máquina número 1 de River, no te enojés Beto Alonso, yo le dije que era leyenda. Cuando lo veía por la tele no podía creer que gambetee así y yo lo veo cuando estoy a dos metros de él, él tiene 50 años y es el que menos falta. La frutilla del postre del Senior es Ariel y es el que más va, el que más está. El momento más difícil fue cuando me tocó darle un pase de él y tomar un pase de él, es irreal. También es lindo porque tocas las figuras que me tocó conocer de River me hace más hinchas de River ver cómo son como persona esta clase de ídolos. Me recibieron en un vestuario como uno más. Lo que más me gusta del Senior es que se juega a ganar y ellos lo viven así. Si yo alguna vez tuve el sueño de jugar en River, yo juego en River porque juego con esos jugadores que yo vi.
-Actualmente trabajás en Atlas, ¿qué función cumplís?
-En Atlas estoy en la Comisión de fútbol y trato de ayudar en todas las falencias que yo veía cuando yo estaba. Después el fútbol avanzó bastante, pero falta un montón para el fútbol de ascenso. Me gusta estar en esos detalles y estar atrás de los jugadores. En el ferrocarril estoy en la parte de la Unión Ferroviaria que me dio la posibilidad de realizar el deporte para los ferroviarios, estuvimos en el norte del país y vi a compañeros patear la pelota, a sus hijos y nietos hacer lo mismo y todo el sacrificio que hice en un solo punto fallé que es con mi hijo, pero ahora estoy feliz.
-¿Cuál fue el momento de tu carrera?
-Casi todos son buenos, pero en un momento tuve un quiebre con mi hijo, pero el fútbol hizo eso. El momento feliz de mi carrera es el partido entre Atlas y River por Copa Argentina, pero si me preguntás por un momento culminante, no te voy a decir que el fútbol me hizo decidir, me hizo ir y es lo que no tengo hoy con mi hijo… eso es, pero es fútbol, los que entienden del fútbol saben que muchas veces es así.