En 2006, Gabriel Gómez era un jóven silbante que tuvo la chance de cumplir su sueño y dirigir la final entre Chivas y Toluca.

Sin embargo, no cobró un penal del portero Hernán Cristante sobre Omar Bravo y lloró toda la noche.

"Obviamente fue un tema de impotencia, de coraje. Lloré un buen rato porque era importantísimo que ese partido saliera al 100 por ciento, sin ninguna falla. Para mí era algo muy delicado haber dejado de sancionar ese penal y al ver la repetición y todo lo que decían me tiro a la cama a llorar", señaló el árbitro.

Debido a ese error, la Comisión de Árbitros le aplicó una dura sanción: Lo congelaron por cinco jornadas al siguiente torneo.

En el partido de vuelta, Gómez no perdió la atención durante todo el encuentro. Chivas ganó 3-2 y se consagró campeón del Apertura 2006.

"Fue un partido muy sufrido porque había dejado de marcar un penal. Estaba en la casa escuchándolo en familia, fue el triunfo de Chivas y ahí como que se desahoga uno, al final no perdió el equipo al que perjudiqué", confesó.