Ya es una costumbre, lamentablemente, que a nivel organizacional la Conmebol deje mucho que desear.
Porque teniendo en cuenta todo lo que hace largo tiempo sucede en Chile, lo más lógico hubiese sido poner paños fríos y esperar para confirmar con tanta seguridad como lo hicieron, que la sede de la final de la Copa Libertadores será Santiago.
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De esta manera, avanzaron con la venta de entradas, que hoy arrancó su última etapa, y demás está decir que los hinchas de ambos equipos ya tienen hoteles, pasajes y todo sacado para viajar a alentar al club de sus amores.
Pero la realidad que viven los hermanos chilenos es muy cruda. El país atravieza una crisis social sin precedentes y su presidente Sebastián Piñera anunció la cancelación de dos cumbres internacionales que se iban a realizar en su país.
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La primera es la APEC, un Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que iba a ser del 11 al 17 de noviembre, una semana antes del evento deportivo. Iba a contar con la presencia de, entre otras figuras políticas, Donald Trump.
Además, explicó que tampoco serán sede de la XXV Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU que se llevará a cabo entre el 2 y 13 de diciembre.
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Por ende, si desde el gobierno ya confirman que no pueden hacerse cargo de la seguridad de semejantes eventos, antes y después del partido entre River y Flamengo, ¿cómo la Conmebol puede dar fe de la seguridad de los protagonistas y sus hinchas?
Cada vez toma más fuerza la posibilidad de cambiar de estadio, y una vez más, el único perjudicado sería el hincha genuino.
