Antes de convertir a Luis Suárez en el máximo goleador de la Selección de Uruguay, de transformar a Maximiliano Pereira en el jugador con más presencias o de darle la cinta de capitán a Diego Lugano, Óscar Washington Tabárez tuvo sus ratos para enseñar a niños de primaria en una pequeña escuela de Cerro, Montevideo.

Lejos de los contratos millonarios y los derechos de imagen de hoy en día, la vida como jugador en los '60 y '70 no era suficiente para mantener a su familia. Su vocación para enseñar con  guardapolvo y tiza, lo ayudaba a sostener su verdadera pasión. 

Sin embargo, para inicios de 1980, cuando su esposa estaba embarazada de su cuarta hija y no tenía dinero para ir a la cancha, siguiendo a Peñarol por la radio escuchó que el club estaba buscando gente para las inferiores, con experiencia como exjugador y con estudios; requisitos nada fáciles de cumplir. Al día siguiente ya estaba incorporado. 

"El gran problema de Uruguay era que estaba dividido entre Peñarol y Nacional. Nosotros íbamos a la selección y éramos ninguneados. No teníamos respaldo popular. Eso fue una debilidad al inicio, pero luego fue nuestro gran fuerte. Por eso se dio esa unanimidad" (Diego Lugano)

Pasaron treinta y ocho años y el "Maestro" enseñó y sigue enseñando. Logró el primer puesto en los Juegos Panamericanos con la Celeste. Fue campeón de la Copa Libertadores con Peñarol. Llegó a la selección y estuvo en Italia '90. Pasó por Deportivo Cali. Llegó a Boca, Diego Armando Maradona lo definió como "un bife de chorizo, no te hace ni bien ni mal" y ese año fue campeón de la Argentina. Entrenó al Milan y también estuvo en España. 

"No pido piedad: sólo aspiro a que haya gente que crea en esto", dijo el 8 de marzo del 2006, cuando fue presentado en su segundo ciclo al mando de la Selección de Uruguay. Para esa fecha, el conjunto nacional ya había quedado afuera de Alemania 2006, tras perder el repechaje contra Australia por penales en Sídney. En su ausencia (1991-2005), la Celeste faltó a dos mundiales, en Corea-Japón 2002 sumó apenas dos puntos y tuvo trece técnicos. 

Bajo una identidad, basada en la actitud y la confianza, clasificó a la Copa del Mundo de Sudáfrica por la ventana y llevó a vivir a un país a su mejor mes futbolístico desde 1970. Un año más tarde, fue campeón de la Copa América.

Le dio un presente y un futuro a un gigante que estaba dormido. A los 71 años, es récord en años y presencias en la selección. 

Hoy ya no lo vemos parado en el banco de suplentes, gritándole al cuatro porque no vuelve o al siete porque traslada demasiado. Una neuropatía crónica, que afecta a los nervios periféricos, responsables de conectar los órganos y músculos del cuerpo con el sistema nervioso central, lo tiene en bastones y una silla eléctrica. 

Doce años ininterrumpidos de historia para el técnico más importante del fútbol uruguayo. Mejor dicho, para el maestro más importante.