Para las generaciones actuales Evanivaldo Castro es un nombre que remonta a la estadística, generalmente a los números de partidos jugados y goles anotados. Se trata también de una leyenda contada a manera de recuerdo por parte de padres o abuelos y que poco a poco se pierde en la mejor forma del anonimato que es el olvido. Conforme desaparecen o envejecen los encargados de preservarlo en la memoria, Cabinho se extingue con ellos. 

Basta con preguntarse dónde está y qué ha sido de su persona para dimensionar el lugar que mantiene después de haber sido un futbolista histórico. La respuesta es inmediata: no se sabe. Y ante tal desconocimiento lo más inmediato es ubicarlo en el pasado, ya sea a través de contenidos biográficos sobre su trayectoria o en lo que cuentan los adultos que le vieron jugar.

 

Reiterar temporada tras temporada sus lideratos de goleo y sus marcas conseguidas en el futbol mexicano sirven de poco cuando su figura como ídolo viviente es ignorada o menospreciada. En el mejor de los casos, Cabinho recobra relevancia al escuchar en voz de un antiguo aficionado cómo jugaba, cuál era su estilo para anotar y lo que significaron sus goles para las emociones de una camiseta (Pumas, Atlante, León, Tigres).

Lo más cercano que se ha estado de Evanivaldo Castro como hombre de carne y hueso en el presente, como un ser que con defectos y cualidades aún da pasos en su andar, ha sido mediante un reportaje elaborado por René Tovar, Milton Aguirre y Alejandro de la Rosa para ESPN en 2016.

A través de su trabajo se pudo constatar que Cabinho radicaba en Brasil, específicamente en Salvador de Bahía. Enfermo de diabetes, el exjugador vivía en un departamento cuya ubicación estaba en una peligrosa zona de favelas. Entre varios temas, el exjugador les habló de su mala relación con Hugo Sánchez mientras fueron compañeros en Pumas. 

Sus comentarios sobre Sánchez bien pudieron pasar desapercibidos de no ser por el evidente rencor y dolor que tiene hacia el club universitario, institución a la que pidió una oportunidad como director técnico, algo que no sucedió para su causa, y sí para el Pentapichichi.

¿Es válido el rencor en un tipo que no descansó en alzar la mano dentro del futbol mexicano para ser reconocido y confiar en él como merece? Quizá sí. Pero también es muy probable que se abrace a ese sentimiento de coraje para evitar olvidarse a sí mismo, que es lo único que le queda a los ídolos, su propia historia.