Con el anuncio de la creación de la Superliga europea se abre un nuevo episodio de cambio radical en el futbol. Pero, ¿será para bien del balón? Ya el tiempo lo dirá. Mientras tanto, las reacciones han sido de desaprobación en su mayoría. Opiniones consideran que se afecta principalmente a los aficionados; seguidores de algunos clubes participantes incluso han manifestado su descontento.

El escenario inmediato previsto alrededor del mundo es reajustarse en lo concerniente a la venta de jugadores a estos clubes; se maneja la posibilidad de que futbolistas que militen en ellos sean imposibilitados para vestir la camiseta de su respectiva selección en torneos como la Copa del Mundo.

Este movimiento, que implica una revolución futbolística, no es el primero que conmocione y conlleve cambios sustanciales en un deporte cada vez más orientado hacia los intereses comerciales que a los deportivos.

 

Ley Bosman

El 15 de diciembre de 1995 se dictó la sentencia que puso fin a una larga batalla judicial que comenzó el futbolista belga Jean-Marc Bosman en 1990. El motivo de ese litigio fue la culminación de su contrato con Standard Lieja tras un acuerdo de renovación que no le satisfizo, por lo que se fue del equipo belga al Dunkerque, de la segunda división francesa. El problema es que Lieja exigió una indemnización de 352 mil dólares que el club francés rechazó pagar, y de esa manera se le impidió al futbolista jugar bajo petición del Standard.

En respuesta, Bosman demandó al equipo belga, a la Federación de Bélgica y a la UEFA bajo el concepto de reclamo de libertad para negociar su traspaso. El pleito judicial cobró relevancia por sentar un precedente en materia de fichajes. 

Después del proceso confrontado entre Bosman y Lieja, se determinó que las indemnizaciones por traspasos de futbolistas a la finalización de un contrato no eran legales, sin embargo se abolían los cupos de deportistas extranjeros entre ciudadanos de la Unión Europea.

En otras palabras, la resolución estableció el principio de libre circulación de trabajadores. Pero la victoria de Bosman en su demanda causó una serie de problemas y consecuencias en las ligas pertenecientes a la Unión Europea. Por ejemplo, clubes que contaban con ocho jugadores del país en su once titular, redujeron a cuatro futbolistas de esa nación su alineación; se afectó la proyección de elementos locales en favor de armar plantillas con extranjeros.

El futbol femenil, una revolución con pendientes

La Copa del Mundo femenil de 2019, efectuada en Francia, fue un evento seguido por millones de espectadores y que registró extraordinarias entradas en los estadios. El impacto que tuvieron las selecciones participantes fue de trascendencia para acercar el nivel que poseen las futbolistas profesionales a quienes desconocían o criticaban el desempeño de las mujeres en una cancha.

Con figuras como Megan Rapinoe y Alex Morgan, Estados Unidos se proclamó campeón del torneo, sin embargo equipos como los de Holanda, Inglaterra, Suecia, Italia, Francia, Brasil y Japón sorprendieron a los aficionados por sus estilos y capacidades.

Mientras que algunas naciones ya dotaban de apoyo e impulso al profesionalismo femenil con ligas e internacionalización de sus clubes, otras tantas todavía trabajaban en el diseño de campeonatos en sus regiones. 

La buena respuesta que tuvo el certamen al captar la atención e interés de aficionados, sobre todo por la asistencia en las tribunas, puso sobre la mesa un tema por el que miles de futbolistas se mantienen en pie de lucha: la brecha salarial. Hasta la fecha mantienen su exigencia de percibir un salario equiparable al que reciben los jugadores profesionales.

Noruega, Dinamarca y Finlandia han modificado sus reglamentos en materia de selecciones nacionales para homologar salarios de hombres y mujeres que vistan la camiseta de su país. El paso dado por estas tres naciones es una motivación para que en un futuro las federaciones de futbol sigan su ejemplo sin distinción de género entre sus representativos.