River pasó a la final del Mundial de Clubes gracias al gol del número 13, que explota su virtud de marcar cuando más se lo necesita.

Delanteros que hacen goles hay muchos, pero no son tantos los que aparecen en los momentos claves. Lucas Alario es uno de ellos.

Será recordado, porque en River será recordado para siempre, como un gran acierto de Marcelo Gallardo. Tras el parate por la Copa América Chile 2015, Teo Gutiérrez emigró y el Millonario, con la semifinal de la Copa Libertadores por delante, necesitaba un refuerzo en ataque de jerarquía.

Decidió no operarse el hombro y redoblar esfuerzos en la recuperación para estar en Japón.

Napoleón puso el ojo un jugador que había demostrado mucha técnica, pero que carecía entonces de lo que hoy sobra. 12 goles en 60 partidos tenía en Colón de Santa Fe, jugando en Primera y en Segunda. No es mal número para un debutante, pero alarmaba la repetida imagen del delantero que hacía todo bien, pero no concretaba.

Y entonces llegó a River y sin tiempo para adaptarse ya había entrado en la historia grande de un club enorme.

Recién llegado, Gallardo ya lo eligió como titular para la semifinal de la Copa Libertadores ante Guaraní. Enseguida dio dos asistencias para la victoria 2-0 en el Monumental. En Paraguay la cosa venía negra. El local ganaba 1-0 y estaba cerca de los penales, pero entonces apareció Lucas para cerrar la historia con su primer gol en el club. Vaya primer gol.

No se conformó con eso. La final se definía en Núñez tras el 0-0 en Nuevo León y fue el propio Alario el que se ocupó de abrir la cuenta tras un envío aéreo preciso. Era el primero de los tres goles que ponían al Millonario en lo más alto de América, y en Japón.

Pero todavía quedaban (¿y quedan?) páginas por escribir por el ariete de Santiago del Estero. El partido con Barcelona es el sueño de toda La Banda, pero el fútbol se ha emparejado (y ahí toma sentido este invento en principio cuestionado del Mundial de Clubes). Sanfrecce Hiroshima complicó a River y por momentos lo sometió, y lo confundió, con sus contrataques. Se replegó bien en defensa y los de Gallardo no encontraban la llave. Pero, como siempre que se lo requiere, apareció él.

El oportunismo de un goleador de técnica exquisita y cabeza fría. Lo necesariamente fría para aparecer en los momentos cúlmines, cuando otros tiemblan.