Para ella el deporte es mejor aliado para construir un futuro mejor y un mundo más sustentable. Incluso, para cimentar un mundo más justo. Si hoy trabaja con chicos es porque de niña sufrió bullying. Cargadas que de chicos parecen inocentes y que, verdaderamente, nada de grato tienen sino todo lo contrario. Para Alexandra Grande (5 de febrero de 1990) haber crecido en un tatami, como si fuera el patio de su casa, fue un aliado. Un espacio de respiro y de superación. Un lugar de inspiración y crecimiento.

El taekwondo llegó a su vida como la necesidad que tiene un humano por respirar. Sus padres, Mercedes Risco y Willy Grande, dos amantes del karate y el kung fu respectivamente, moldearon su cuerpo y mente para que ayudarla a crear anticuerpos contra todo. Propios y extraños. A los 7 años, una caminata que parecía tranquila cambió todo. “Un día caminando por el Estadio Nacional vi unos niños que estaban haciendo karate y le pregunté a mi madre que qué estaban haciendo… ‘¡lo quiero hacer!’, dije”, contó en varias oportunidades.

Antes, había probado con gimnasia, vóley y ballet. Su madre fue su primera entrenadora. Pero un gimnasio de Lima, en el distrito de San martín de Porres, la atrapó por completo. Allí descubrió su pasión por el karate. La pequeña Alexandra quería algo más. Algo diferente que le permitiera sentirse plena, completa. Rápidamente mostró cualidades pero fue Roberto Reyna, su formador en la secundaria, quien la potenció. A los 14 años accedió a la Selección nacional que derivó, en 2009, en su participación en el Mundial de Marruecos 2009 para menores de 21 años con menos de 61 kilos. Alexandra se había tomado muy en serio lo que le dijo su entrenador: “Yo no te preparo para que seas la mejor del Perú o de Sudamérica, yo te preparo para lo más grande”. Desde ese momento, cada vez que participa en un torneo Sudamericano, en un Panamericano o un Mundial, “yo no pienso -contó- en ganar la medalla de oro, sino en divertirme y mostrar lo mejor de mí”.

En los Panamericanos de Toronto 2015 logró la medalla de oro (fue plata en los Juegos de 2011 en Guadalajara). En 2016, obtuvo el primer puesto en la Premier de Salsburgo. En 2017, oro en los Juegos Mundiales de Polonia. En 2018, campeona en la Premier de Berlín. Y en 2019, revalidó la medalla de oro. Esta vez en su país, entre los suyos.

Más allá de la competencia, la vida de Alexandra tiene otro foco que para ella es tan importante como cuando compite: la academia de karate que montó en la parte de arriba de su casa para el desarrollo de chicos. Para ella, de los barrios salen buenos karatecas. “¡Son bien vivos! Lo único que hay que hacer, es formarlos”, explicó. y agregó: “Tengo alumnos que están conmigo desde los 3 años, y los preparo no solo como deportistas, sino como personas a futuro. Les digo que nada es fácil y que hay que luchar. Detrás de un deportista existe una lucha diaria, por ejemplo, yo quiero ser ahora la mejor en los Juegos Olímpicos. Yo siempre voy por la vía más dura, porque siento que ese es el camino. A veces me dicen Alexandra quiero ser como tú, y yo siempre digo tienes que ser mejor que yo”.

Por estos días, mientras espera para iniciar su camino en Tokio 2020 (su debut el próximo 5 de agosto), la sexta del mundo, sólo tiene algo en mente: “Despierto, pienso y sueño con Tokio 2020″.