"Este es el momento más difícil desde que estoy en la Selección Peruana", dijo Ricardo Gareca después de perder por goleada contra Colombia en Lima. El partido había sido un desastre. Desde el arquero infalible hasta el goleador y capitán, decepcionaron. Errores, desorden, expulsiones, caos. Todo había salido mal. La palabra crisis, después de años, volvió a aparecer en los titulares. 

Evidentemente, el problema no fue solo la derrota. Las falencias tácticas, técnicas e incluso físicas tenían correlación con lo psicológico, lo anímico. La fuerza emocional era menor. No habíamos debilitado. Aquel grupo resistente y resiliente que clasificó al mundial después de 36 años y que llegó a la final de una Copa América después de casi medio siglo había perdido su mejor virtud: todos juntos éramos más que la sola suma de partes. 

El colectivo parecía desintegrado. La unidad que colocaba en una misma sintonía a jugadores, técnico e hinchas en el pasado no era la misma. Causas podían encontrarse muchas: pandemia, política, los propios resultados, los nuevos o los viejos elementos. Salida, una sola. Ricardo Gareca lo tenía claro: "Nos toca luchar contra la adversidad como lo hicimos siempre. De ninguna manera vamos a bajar los brazos".

Este martes, esa lucha no será fácil. Toca visitar a un poderoso y ordenado Ecuador en la altura de Quito (4:00 pm). Hay buenos recuerdos, pero con eso no es suficiente. Ya pasó el mundial y la Copa América. Esta lucha necesita un elemento fundamental: nos tiene que tener a todos juntos, concentrados. Ya pasó la goleada y ya pasaron las elecciones.

 

 

La Selección Peruana, como pocos símbolos, tiene este poder de unir al país. Ricardo Gareca, como pocos técnicos, tiene la fuerza para llevar al grupo. La oportunidad de los jugadores está en la cancha. La de los hinchas, en nuestras casas. Este martes es un gran día para dejar todo atrás ¡Está en nuestras manos! ¡A la gloria Perú!