El sueño de la inmensa mayoría de los pibes de Argentina es ser jugador de fútbol. Bruno Volpi lo cumplió con creces y, si bien está prácticamente retirado a los 30 años, vivió experiencias únicas. Se formó en Quilmes y ahí lo tuvo al Indio Gómez, luego pasó a Ituzaingó donde fue dirigido por Diego Martínez, en Honduras vio de cerca la violencia y al compartir plantel con Ryduan Palermo pudo recibir consejos valiosos de Martín. Tras un breve paso por España y Andorra, dejó la actividad profesional para acompañar a su papá en un duro momento de salud.

-¿Soñabas con ser jugador de fútbol desde chico?

-Yo me crié en un barrio con pocas casas, era un barrio cerrado y ahí jugaba al fútbol con Nico Czornomaz, el hijo de Adrián (ex delantero de Independiente, San Lorenzo y Quilmes, entre otros). Vivíamos jugando al fútbol y empezamos a plantearnos jugar más serio y no me acuerdo si fue el Pirata -Adrián Czornomaz- el que nos dijo que el fútbol cinco nos quedaba chico y nos fuimos a Defensores del Dorado, un club en Quilmes Oeste.

Bruno Voli. (Foto: @volpi.bruno).

-¿Qué aprendiste en Defensores del Dorado?

-De todo. El ambiente de Defensores del Dorado era humilde, yo tenía como técnico a Gustavo Quirós y me hice muy amigo de su hijo, Esteban. Ahí aprendí mucho sobre el fútbol y también sobre la vida. Yo veía que muchos chicos veían en el fútbol una oportunidad extraordinaria que te saque del montón. En lo que es fútbol, aprendí el roce.

-¿Cómo llegaste a Quilmes?

-Me fui a probar y quedé en Liga. Muchos técnicos me decían que me faltaba algo, no sabían bien qué era, pero que todavía me faltaba para pasar a AFA. Entonces cuando no quedé en esa prueba para AFA me fui, estaba enojado.

El enojo de Bruno lo llevó a un torneo amateur muy reconocido en la Zona Sur: “Mi primo jugaba en un equipo que se llama San Jorge en la Liga Sudeste. Ahí también estaba mi tío, era un grupo de amigos que todos los sábados jugaban en serio al fútbol y se ponía picante. Yo empecé con catorce años y era difícil, se jugaba fuerte. Pero disfrutaba jugar con mis amigos y aprender de los más grandes. Me acuerdo de Franco Cardinali, un delantero espectacular del San Jorge con el que jugué bastante”.

Volpi con la 23 y Franco Cardinali con la 9, abajo a la derecha.

-¿Cómo volviste a Quilmes?

-En la Liga Sudeste me reencontré con Coco Rossi, que laburaba en Quimes y me dijo que vuelva. Entonces volví y me probé y quedé en AFA, eso fue con edad de Séptima y fui escalando hasta alternar entre Cuarta y Reserva, de hecho, también entrenábamos bastante con la Primera. Me acuerdo que lo tuve al Indio Gómez.

El Indio Gómez -leyenda de Quilmes- tenía un método de trabajo muy particular: “Al Indio le gustaba mucho que tengamos contacto permanente con la pelota. Me acuerdo una vez que habíamos perdido, al entrenamiento siguiente nos sentó a todos y preguntó quién había salido a la noche el sábado y solo tres o cuatro se animaron a levantar la mano. Ahí mismo a esos tres o cuatro los premió y al resto nos mandó a correr. Después nos explicó que no teníamos una edad para privarnos de disfrutar y que ya iba a haber tiempo para sufrir una derrota”.

-¿Cómo eran esos entrenamientos? ¿Es verdad el mito que a los pibes les dan duro los más experimentados?

-Eran entrenamientos muy duros, por nombrar solo dos nombres, me tocó jugar en contra de Cristian Lema y de Danilo Gerlo. Nos daban duro todos, pero era para adquirir el roce, para prepararnos cuando nos toque llegar a Primera, no había mala leche. Lo que sí se sentía que había jerarquías. Por ejemplo, nosotros nos sentábamos en el piso y la ropa casi que nos las tiraban y a los de Primera se las daban toda organizada y así varias cosas más. Eso era así antes, hoy en día los pibes son de responder y se perdió un poco ese código.

Bruno junto a su abuelo Ricardo Flammini. (Foto: @volpi.bruno).

-¿Por qué no llegaste a debutar en Primera?

-En Reserva aprendí mucho con Alfredo Grelak. Creo que no llegué a debutar en la Primera de Quilmes porque tenía por delante a muchos delanteros muy importantes que después terminaron teniendo muy buenas carreras, el caso más claro es el de Lucas Passerini.

La ilusión de poder debutar en Primera estuvo con Caruso Lombardi: “Cuando llegó Caruso me ilusioné, porque él mira a todos por igual, pero no se dio. Igualmente, cuando ascendemos con Ituzaingó, él se acordaba de mí y me llamó para una prueba en Tigre”.

-¿Cómo llegás a Ituzaingó? ¿Cómo era ese vestuario?

-Una vez que me voy de Quilmes porque no me firman contrato, yo dejo de jugar. Volví al San Jorge ahí en la Liga Sudeste, me puse a trabajar en un emprendimiento con amigos, pero en una de esas me llama un amigo con el que había estado en Quilmes y me dice de ir a Ituzaingó. La verdad que yo no sabía ni dónde quedaba ni lo que era. Porque ese es un gran problema que tienen los chicos que se forman en clubes de Primera o B Nacional, es que no investigan ni miran para abajo y eso está mal. Uno tiene que contemplar todas las opciones y para eso tiene que conocer el mundo del fútbol.

En el vestuario me recibieron bien, era uno más. No es que llegaba el delantero que estuvo en la Reserva de Quilmes, porque en Ituzaingó había muchos en la misma situación. Lo que sí me sorprendió en la llegada fue que la cancha era un desastre porque la teníamos suspendida por unos incidentes y tuvimos que hacer de local en Italiano.

-Y ahí lo tuviste a Diego Martínez

-Sí, llega Diego y lo primero que hace es pedirles a los dirigentes que la cancha esté en condiciones. A nosotros nos dejó bien en claro que iba a evaluarnos a todos y que el que se quería ir, podía hacerlo. Laburamos todo diciembre para que Diego nos vea bien, él decidió armar una estructura con jugadores con pasado en la categoría y empezó un proyecto muy serio junto con Manu Alfaro -su preparador físico- y también con el presidente, Nando Politano.

Volpi ascendió con Ituzaingó de la D a la C. (Foto: @volpi.bruno).

Martínez se va y le deja a Walter Fiori la base hecha para que luego asuma Diego Ayoroa y consiga el tan ansiado asenso: “Diego tuvo mucho que ver con el ascenso de Ituzaingó. Haberlo conseguido fue una sensación única, porque Ituzaingó tiene muchos hinchas”.

-Después te fuiste a jugar a Honduras

-Sí, fue todo una locura. Yo venía de tener un mal año en San Miguel, en la B Metropolitana. Un representante se comunicó conmigo y nos juntamos con un representante y me habló de la posibilidad de ir a Honduras y no lo dudé. Nos reunimos y me dijeron que tenía que salir prácticamente esa noche para allá y fuimos con Isais Olariaga y con Germán Caruso, un arquero. Llegamos y no sabíamos que íbamos a una prueba y estuvimos varios días en un hotel y ahí fue que quedé en Platense.

-¿Viviste algún hecho de violencia?

-En lo personal no, pero me acuerdo que cuando llegué en un partido habían matado a tres hinchas.

Tras un paso por Platense, llegó la oportunidad de Marathon, uno de los clubes más importantes de Honduras: “Me llevó el Profe Vargas y me tocó reemplazar a Arboleda, uno de los ídolos del club y al principio no fue fácil, pero después terminé metiendo bastantes goles”.

Bruno con la camisera de Marathon. (Foto: @volpi.bruno).

-¿Cómo era la convivencia con Ryduan Palermo? ¿Tuviste algún consejo de Martín?

-Yo a Ryduan ya lo conocía, había ido al colegio con su hermana y ahí en Honduras me hice muy amigo de él. Compartíamos mucho tiempo juntos y cuando estaba la posibilidad de hacer una videollamada con Martín estaba buenísimo.

Me acuerdo que un consejo que nos dio fue el de visualización. Él hablaba de jugar el partido en tu cabeza todas las veces que puedas, pero no como en la Playstation, vivirlo lo más parecido a la realidad posible, intentar sentir el pasto, la pelota, posicionarte como si fuera una realidad virtual. Lo intenté varias veces, es un laburo muy jodido.

Varios futbolistas argentinos eligen ir a jugar a Centroamérica por cuestiones económicas: “Sin dudas, en un equipo grande de Honduras pueden llegar a pagar entre 10 y 12 mil dólares a los jugadores más consagrados y es mucho dinero. Capaz que por eso se explica la sangría que hay en el fútbol argentino”.

-De Honduras te vas al Lorca de España

-Sí, yo me voy de Honduras esperando una oportunidad de Perú, pero no se dio y quedé seis meses sin club. Entonces, por medio de mi hermano -Guido Volpi es jugador de ruby- que estaba en contacto con el Tano Nasuti es que me llega la oportunidad. El Tan laburaba en el Lorca y entonces fui para allá, el club en ese momento tenía como dueño a Hugo Isa y fue ideal porque yo estaba harto de representantes y todo eso, entonces fue un acuerdo mano a mano. Llegué a la Tercera División de España y el club estaba impecable. Nos tocaba jugar contra algunos equipos filiales y los pibes de 17 o 18 años volaban. No tuvimos suerte en lo deportivo, pero me quedó un gran recuerdo del club y también me quedaron muchos amigos y ahí en Lorca conocí a mi novia.

Bruno estuvo en el Lorca Deportiva de España. (Foto: @volpi.bruno).

Luego de no continuar en el Lorca porque Hugo Isa vendió el club y ante la incertidumbre, pasó al Engordany de Andorra, aunque allí tuvo algunas dificultades por cuestiones burocráticas. Además, una situación familiar complicada tocó la puerta

-¿Qué pasó en Andorra?

-Llegue y fue mucho papelerío y cuando me estaba acomodando, me llama mi viejo y me cuenta que tiene una enfermedad complicada. Entonces lo hablamos con mi hermano y decidimos que uno de los dos tenía que volver y fui yo. A él le está yendo muy bien con el rugby y yo estaba en Andorra jugando al fútbol, así que no lo dudé. Hablé con el presidente del club, le expliqué la situación, intenté volver, pero tenía la cabeza en Argentina y así fue que volví a Ituzaingó, aunque estuve por seis meses, porque quería dedicarle todo el tiempo a mi viejo.

Bruno junto a Horacio, su padre. (Foto: @volpi.bruno).

-¿Colgaste lo botines?

-No te lo puedo decir todavía. La muerte de mi viejo es un golpe duro, él era con el que hablaba siempre después de los partidos, me daba sus consejos y ahora me faltaría eso. Él sabía mucho de deporte, había sido entrenador de vóley en Independiente y varios clubes más. No quiero descartar nada, pero por ahora no estoy para volver.