China es potencia indiscutida de tenis de mesa. Para tener una idea, de las 37 medallas de oro que se han entregado desde que este deporte se sumó a los Juego Olímpicos en Seúl 88, el país asiático ha ganado 32. Pero, cómo es posible que ningún país pueda siquiera hacerle sombra.

Para comprender este fenómeno hay que remontarse a 1959 cuando Rong Guotuan ganó en Alemania el Mundial de tenis de mesa y se convirtió en el primer chino en coronarse fuera de su país en un Mundial de cualquier deporte.

De inmediato se disparó un furor por el atleta que fue recibido como un héroe por la población y por el régimen de Mao Zedong que no perdió la oportunidad. El clamor popular puro surgido desde cada individuo generó que el dictador aprovechara la ola de fanatismo por esta disciplina para transformarla en un símbolo de unidad.

Fue así que para 1961, China albergó el Mundial del tenis de mesa y pudo demostrar los resultados de los dos años de trabajo. El gobierno comunista había impulsado un plan en todo el territorio para desarrollar la actividad y para entonces el deporte ya se estaba convirtiendo en un símbolo de la unidad socialista.

El éxito fue rotundo: China se impuso en las categorías individuales femenina y masculina y en la masculina por equipos. Fueron 15 de 26 medallas las que se colgó el anfitrión. El comienzo de la leyenda.

El campeón mundial Fan Zhendong de China

El campeón mundial Fan Zhendong de China

A partir de allí, China se posicionó como potencia en el tenis de mesa y hubo una orden del gobierno de mantener ese estatus. Para eso, se llevó al tenis de mesa a varios colegios como actividad extracurricular para que los jóvenes hagan deporte.

“El tenis de mesa ayuda a ejercitar tanto el cuerpo como el cerebro. El ping-pong previene la miopía en los niños cuyos padres dejan fácilmente que sus hijos jueguen al ping-pong”, contó Zhang Hui, ex jugador chino y actualmente profesor de ciencias del deporte en diálogo con el periódico francés Le Monde. 

El efecto secundario inesperado que provocó esto es que la popularidad del deporte llevó a una profesionalización del mismo y por ende a convertirlo en un ascensor social. Es así que en el norte del país asiático, la zona más pobre de la nación, suele ser tierra de grandes promesas del tenis de mesa. Justamente, la mayor parte de su seleccionado actual proviene de provincias de esa región.

El cóctel es perfecto para el éxito. El deporte es popular, funciona como ascenso social, es símbolo de unidad, parte de la cultura y bueno para la salud. Todo ese combo está acompañado por un sistema nacional que se encarga de detectar a los mejores y llevarlos a centros de entrenamientos especializados.

Pero el otro secreto es lo que lo hace más interesante. China no sólo entrena a los mejores, sino que los hace trabajar juntos bajo el mismo sistema. Al no haber clubes o federaciones diferentes, todos se ejercitan y juegan entre ellos constantemente. “Es como si Djokovic entrenara todos los días con Nadal o Federer, obviamente eso mantiene la diferencia de nivel con los demás jugadores”, explicó con claridad el jugador de tenis francés Christophe Legout.

Todo este sistema ha convertido a China en una potencia mundial de tenis de mesa y en cada Juego Olímpico la duda es cuántas medallas se colgará. En campeonatos mundiales, los hombres han cosechado el 70% de títulos y las mujeres el 80%. Todo parece indicar que en París 2024 la tendencia continuará.