En la instancia anterior de la Copa Libertadores de América, River Plate ya había sufrido en demasía contra Libertad de Paraguay, un rival que, a priori, lucía poco amenazante. Apoyado en la figura de Franco Armani, el Millonario, que padeció la serie hasta último momento, tuvo que recurrir a los penales para meterse en los cuartos de final del certamen continental.
Así fue como los de Núñez quedaron emparejados con Palmeiras, uno de los principales candidatos al título en la Libertadores. Pese a ello, en la previa se generó un clima majestuoso en el Estadio Monumental y sus adyacencias, con una marea de hinchas de River invadidos por la ilusión de seguir avanzando y soñando con el quinto título en este torneo.
Marcelo Gallardo, por su parte, sostuvo la idea que había desplegado el fin de semana pasado en cancha de Estudiantes de La Plata, donde el equipo, con tres defensores centrales y dos carrileros como Gonzalo Montiel y Marcos Acuña, había neutralizado al Pincha hasta que se quedó con un hombre menos por la infantil expulsión de Lucas Martínez Quarta.
El Muñeco se inclinó por un mediocampo caracterizado por la elevada edad de sus protagonistas, con la aparición de Enzo Pérez e Ignacio Fernández más la titularidad de Kevin Castaño. Pero, lejos de poder imponerse, se vio reducido a la mínima expresión ante una medular fresca, llena de despliegue y con mucho juego de Palmeiras.

River no logró hacer pie ante Palmeiras. (Foto: Getty)
En los primeros 45 minutos, el equipo de Abel Ferreira movió el esférico de un lado hacia otro, halló sociedades y lastimó con su juego colectivo, su atrevimiento y su destreza individual. Se trató de un auténtico baile, de esos que pocas veces sufrió River en su propia casa y que se tradujo en una caída por dos goles que podría haber sido mucho mayor.
Luego, ya en la etapa complementaria, el Verdao optó por resguardarse de forma mucho más clara, cediendo pelota y terreno. River, con cambios de nombres y también de intenciones, se hizo dueño del trámite. El local contaba con la obligación de intentar y de recortar distancias y terminó ofreciendo una cara totalmente diferente.
En medio de una marea de emociones, polémicas y dramatismo, River logró descontar y hasta estuvo cerca del empate. Sin embargo, cayó como local y ahora deberá buscar la épica en pleno territorio brasileño, ahí donde hace prácticamente cinco años estuvo muy cerca de protagonizar una remontada sensacional.
Pero, lamentablemente, esta es una realidad que se repite y se sostiene en River. Y no se traduce en una cuestión positiva ni mucho menos, ya que refleja la necesidad de corregir constantemente errores iniciales, ya sea vinculados con la actividad del mercado de pases, con el planteo de los partidos o con precarios rendimientos individuales y colectivos.
Más allá de dicho antecedente ante Palmeiras que incluyó una gran polémica, la primera etapa de Gallardo como director técnico Millonario siguió exponiendo situaciones de este calibre. Inclusive, meses más tarde, en la edición 2021 de la Copa Libertadores, River cayó por 1-0 con Atlético Mineiro en el Monumental y tuvo que buscar, en vano, el pasaje en Belo Horizonte, donde perdió por 3-0.

River debe buscar la hazaña en Brasil. (Foto: Getty)
El año pasado, ante un contexto favorable por la sede de la gran final, en medio de la vuelta de Gallardo y con la incorporación de varios jugadores de jerarquía, la historia no fue diferente. River ofreció una imagen muy negativa contra el propio Atlético Mineiro, perdió 3-0 en Brasil y luego no pudo redondear la épica en el Monumental, empatando sin goles.
Ahora, luego de desembolsar millones y millones en incorporaciones tras la venta de Franco Mastantuono a Real Madrid, River vuelve a verse inmerso en una realidad sumamente compleja y dependiendo de la realización de una verdadera proeza en Brasil para seguir contando con posibilidades de ser campeón en la Copa Libertadores.
Se podría hablar del poderío económico de los equipos brasileños en la actualidad a modo de excusa, pero sería tapar el sol con un dedo. Lo cierto es que River no se reforzó de la manera indicada, descuidando puestos clave y subestimando la exigencia y el poco margen que ofrece una competencia de este calibre.
A su vez, también sería un error no puntualizar en las equivocaciones de un Gallardo que, salvo excepciones, sigue sin encontrarle la vuelta a un ritmo completamente ciclotímico que no permite esgrimir argumentos sólidos para imaginar una clasificación a semifinales. Un Gallardo que debe dejar atrás la estatua, recuperar la humildad y hacerse cargo de su parte.

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