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Entrevista exclusiva

Fue campeón con Racing, lo quiso Bianchi en Boca y marchó en plena crisis de Argentina: “La gente sufría”

Pelotín dialogó con Bolavip, recordó el título del 2001 con la Academia, el interés que tuvo el Xeneize y cómo fue su paso por el Rojo.

Martín Vitali, referente de Racing
© Gentileza Martín VitaliMartín Vitali, referente de Racing

El 27 de diciembre de 2001, Racing rompió una maldición. La Academia se consagró campeón del fútbol argentino luego de 35 años. Argentina atravesaba una de las crisis más importantes de su historia, pero el pueblo racinguista se olvidó de todo por un instante, llenó dos estadios y fue feliz en medio del dolor social. Uno de los héroes de aquel plantel habló en exclusiva con Bolavip y recordó la gesta con gran emoción, se trata de Martín Vitali.

Pelotín llegó a Racing en 2001, antes había jugado en Ferro e Independiente. Era un defensor polifuncional que también podía dar una mano en el mediocampo si se necesitaba. Criado futbolísticamente en una de las escuelas más reconocidas de Argentina, como lo fue Renato Cesarini, Vitali dejó su huella en Racing por su fútbol y por su entrega, un combo que lo hizo ser muy querido por los hinchas de la Academia.

Martín Vitali no solamente se destacó por lo que hizo dentro de la cancha, sino por haber dicho presente en las inmediaciones de la Plaza de Mayo aquel 20 de diciembre de 2001 -a siete días de ser campeón con Racing- cuando gran parte de la sociedad no la estaba pasando bien.

-¿Cómo era el Martín Vitali de pibe, cómo te empezaste a relacionar con el fútbol, dónde te criaste?

-Me crié en Moreno de toda la vida. Era la época en que nos abrían la puerta para ir a jugar a la calle y nos rompíamos las ventanas y los floreros de los vecinos. El fútbol para mí fue desde el día cero. Tengo recuerdos de Papá Noel y Reyes pidiendo botines o pelotas, que en ese momento no era tan común que te regalaran. Éramos tres hermanos varones —mi hermana es más chica— y venía una sola pelota para los tres. La cuidábamos con grasa de churrasco porque jugábamos en la calle y se destruía rápido. Desde chiquito tuve clarísimo qué quería ser futbolista. No sabía si lo iba a lograr, pero sí qué quería. El fútbol fue la parte más linda y hermosa de mi vida.

Martín Vitali se desempeñó como profesional entre 1996 y 2010. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

Martín Vitali se desempeñó como profesional entre 1996 y 2010. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

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-¿Hubo algún club de barrio que te formara no solo técnicamente, sino en valores?

-Primero la familia, y después el club de barrio. Jugaba en una escuelita que se llamaba José Manuel Moreno. Era muy barrial, pero también ayudaba a chicos de afuera. Los sábados daban leche; funcionaba más como algo social. Empecé antes de los 5 años y estuve hasta los 15. Ahí aprendí a relacionarme, a tener orden y a confirmar que el fútbol me apasionaba.

-¿Y a los 15 años qué pasó?

-A los 15, Luis Artime me ofreció probarme en algún club. Podía ser Vélez, Ferro, Argentinos o alguno del conurbano, pero me recomendó Renato Cesarini, en Rosario. Tuve un momento de lucidez y pensé: “¿Dónde voy a aprender más?”. Me dijo que ahí, por la metodología del Indio Solari, que priorizaba la técnica. En esa época no se corría tanto; casi todos los ejercicios eran técnico-físicos o técnico-tácticos. Creo que era un adelantado. Después, en Ferro, había días que solo corríamos. En Renato aprendí a jugar de lateral izquierdo y derecho, de volante central, por derecha… Entendía la función de casi todos los puestos. Nos formaban para jugar con línea de 4 o de 5, que no era tan habitual. Fue una etapa muy formativa.

-Con 15 años, hoy es difícil imaginar a un pibe dejando todo por el fútbol. ¿Cómo fue irte de Moreno a Rosario?

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-Al principio me costó mucho. Extrañaba, lloraba mientras comía y miraba al frente para que no me vieran los compañeros. Pero siempre prioricé el sueño de jugar al fútbol. En los entrenamientos me sentía jugador profesional y me encantaba. Después, a la noche, en el colegio o con la comida fría, caía la ficha de que no estaba en casa. Los primeros meses fueron duros: mi mamá me llamaba para buscarme y yo le pedía que esperara hasta el domingo, jugaba y renovaba fuerzas. La fui estirando hasta que, después de tres, cuatro o cinco meses, realmente lo disfruté. Conocí gente de todo tipo y condiciones, y eso me nutrió como persona: te das cuenta de que lo importante son las personas, no lo que tienen.

-¿Qué recordás de esa etapa en Ferro y del debut?

-Llegué a Ferro y en el primer año de Cuarta no jugué ningún partido. Había un equipazo y el técnico tenía gustos específicos: altura, perfil de lateral que pase al ataque… Yo no entraba en eso. Iba a todos los partidos, aunque quedara afuera. Hasta que un día me puso Mario Gómez, me fue bien y empecé a jugar en Cuarta y Reserva. Debuté de lateral izquierdo. Cacho me preguntó si me animaba por izquierda —ya lo había hecho bien en Reserva— y le dije que sí. Debutamos en la cancha grande de San Lorenzo. Me dijo: “Si ponés un pie del otro lado de la línea, te saco”. Quería que priorizara la marca. Me acalambré los dos gemelos, le metí una patada atrás a un rival en la primera pelota y el árbitro me calmó. Nervios lógicos, pero después la alegría inmensa. Aunque sabía que un partido es difícil, dos más, tres mucho más… Nunca te podés relajar. Fue el inicio de algo que es todos los días.

-Al terminar ese debut, ¿Qué pasó por tu cabeza después de ese tan ansiado debut en Primera?

-Felicidad. No fue tan emotivo. Sabía que iba a ser titular, pero no generé expectativas altas con la familia por las dudas. Soy de perfil bajo: pongo un pie, veo cómo va, entreno y sigo. No me la creo.

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-Después de Ferro llega Independiente, justo antes del campeonato del 2002. ¿Cómo fue esa transición? ¿Te entusiasmó un grande buscándote?

-Boca me había buscado con un contrato de tres años más dos, pero con poca plata. Yo venía de Ferro sin ganar casi nada. Independiente me ofreció un año con una plata interesante para mí. En Boca estaba Ibarra titular; en Independiente, Negro Martínez. Elegí Independiente porque podía jugar más y ganar mejor. Era un equipo con muy buenos jugadores jóvenes y otros en la última etapa: Garnero, Rambert, Milito, Cambiasso. No nos fue bien en lo grupal, no fue un desastre pero Independiente debía estar arriba. Compartí con muy buena gente.

Vitali y Riquelme. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

Vitali y Riquelme. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

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-Volviendo a Boca, ¿quién te buscó? ¿Era época de Bianchi?

-Sí. Mis representantes se juntaron, me ofrecieron el contrato. Yo tenía ganas, pero mi representante me recomendó esperar. Salió Independiente y me dijo que era mejor opción: en un año podía jugar, ganar plata y después irme a otro lado. No me arrepiento. Estar en Boca hubiera sido lindo, pero ir a Independiente me permitió vivir lo que viví después en Racing.

-Pasaste directo de Independiente a Racing, algo no tan común. ¿Cómo fue esa transferencia?

-Me terminó el contrato, no había cobrado casi nada en el año y empecé la pretemporada sin firmar —algo riesgoso para el jugador—. Sabía del interés de Racing, pero entrenaba por si renovaba en Independiente. Me ofrecieron la mitad de lo que ganaba y nada de lo adeudado. Siempre quise jugar en Boca, Central o Racing. Racing me atraía por la gente y su historia dura. Cuando llegó la propuesta, enseguida quise irme, aunque tardó un mes en concretarse. No hice pretemporada con Racing.

-¿Te hacía ruido pasar al clásico rival o era puro profesionalismo?

-Quería jugar al fútbol, quería ir a Racing. Hoy, por el cariño que me tiene la gente de Racing, no jugaría en Independiente, pero uno es profesional y a veces la gente no lo entiende. Lo tuve callado hasta que se firmó. Después algunos compañeros me jodieron con “traidor” por mensaje, pero siempre en buena onda. Tengo excelentes vínculos con excompañeros de Independiente; en los veteranos se entiende que es un trabajo.

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-Llegás a un Racing con presión por salir campeón después de tantos años. Con el diario del viernes: ¿sentías que estaban para pelear el título?

-Llegué sin pretemporada grupal. En el último amistoso contra Huracán jugamos horrible con línea de 4. En la semana Mostaza cambió a línea de 5 y contra Argentinos, en el debut, la rompimos bajo la lluvia. Mostaza le dijo al profe ya en el primer tiempo: “Si jugamos así todo el campeonato, salimos campeones”. Pegamos onda rápido entre compañeros, coordinamos la forma de jugar y nos convencimos de un objetivo: dar el máximo y pelear arriba. Enfrentamos un River impresionante —nombre por nombre, una selección—, más San Lorenzo, Boca, Gimnasia, Colón… Todos tenían grandes jugadores.

Vitali y Tévez. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

Vitali y Tévez. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

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-Quiero ir al partido histórico contra River en la Apertura 2001, ese 1-1 que se vivió como una final. No se definía el título ese día, pero era clave. ¿Cómo lo afrontaron contra un equipazo acostumbrado a partidos decisivos, con un historial abultado a favor de ellos y toda esa presión?

-Estaba el miedo escénico, claro. A medida que avanzaban los partidos sentíamos más la presión: si manteníamos la distancia con River, teníamos chances; si se acercaban, nos fruncíamos un poco. Creo que el partido fue parejo: lo pudo ganar cualquiera. Lo vi una sola vez y siempre lo charlábamos con el Chanchi: se jugó de igual a igual.

-Cuando Racing estaba cerca de salir campeón, estalla el país en diciembre de 2001. ¿Cómo vivieron como grupo esa incertidumbre?

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-Ansiedad total. En la última práctica antes del suspendido partido, el Polaco Bastía y Chatruc se agarraron a trompadas por los nervios. Queríamos jugar sí o sí. Éramos un poco egoístas: para nosotros lo más importante era ese partido. Veníamos embalados, con ritmo e impronta; sabíamos que el momento era ahora. River quizás prefería vacaciones. Mostaza también empujaba para jugar. Pasamos Navidad concentrados, brindamos y volvimos a entrenar porque no podíamos regalar nada frente a un rival acostumbrado a definiciones.

-Me enteré que el 20 de diciembre estuviste en Plaza de Mayo o cerca. ¿Qué te llevó ahí en un momento tan clave de tu carrera, cuando el país se caía a pedazos?

-Bajé por Entre Ríos, dejé el auto y caminé por San Juan, pero no llegué a la Plaza porque era un caos. Fui por curiosidad y por lo social. No me abstraigo del todo: vivía bien como jugador, pero mi viejo tenía un negocio de artículos para el hogar y lo vaciaron dos veces por saqueos. Mi familia la pasaba mal con el corralito. Me movilizó ver que el reclamo era de toda la Argentina, no de un sector. La mayoría estaba sufriendo.

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-Volvamos al fútbol y a ese partido decisivo contra Vélez: ¿qué sentiste con esa marea humana? ¿Sabían que el Cilindro también estaba lleno, que se jugaba en dos canchas?

-La práctica anterior llegamos todos tarde —yo me asusté— porque la gente hacía cola para sacar entradas; se demoró hora y media. El día del partido íbamos por la 25 de Mayo hacia Vélez, con autos escoltándonos, y de la mano contraria venían miles con banderas de Racing hacia Avellaneda. Ahí nos enteramos de que el Cilindro también estaba repleto. Fue una locura. Después, jugando en Chipre, le mostraba videos a un compañero ucraniano: “Mirá lo que es Racing”. Dos canchas llenas el mismo día… Por eso siempre quise jugar en Racing.

Pelotín con la casaca de la Academia. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

Pelotín con la casaca de la Academia. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

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-Después de hacer historia con Racing pasaste al fútbol español y jugaste en Leganés y Getafe, ¿Cómo fueron esas experiencias?

-Llegué a un Segunda División por desafío. Me fue muy bien en el primero, pero me fichó Getafe. Allí el técnico, Quique Sánchez Flores, me confesó que prefería a otro. Nunca había sido suplente —salí titular desde Cuarta— y no lo entendí al principio. Me jugó en contra. Aguanté un año sin jugar casi; en algunos partidos me puso y hasta me ponía de ejemplo por cómo entrenaba. Aprendí con el tiempo que ser suplente es parte del proceso. Me enriqueció como persona y profesional.

-Volviste a Racing con mucho cariño de la gente. ¿Cómo lo viviste? ¿Qué diferencias había con el Racing campeón del 2001?

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-Nunca volvimos a armar un equipo de esa generación. Había buenos jugadores, pero no el mismo conjunto. En 2003 jugamos bien la Libertadores, pero no era lo mismo. La gente de Racing es especial: te brinda un amor excesivo. Todos los que pasamos nos enamoramos del club. Para mí Racing es mi casa; ojalá esparzan mis cenizas ahí. Jugar ahí, peleando descenso o campeonato, es hermoso.

-Después Chicago, un equipo con buenos nombres que después explotaron. ¿Cómo llegaste desde la masividad de Racing?

-Venía de una lesión grave de rodilla; decían que estaba roto. El kinesiólogo y masajista de la Selección me rehabilitaron y le recomendaron a los técnicos de Chicago que me llevaran. Firmé contrato mínimo porque nadie me quería. Perdí plata en nafta, pero fui feliz: volví a jugar en una cancha histórica. Teníamos un lindo equipo: Cervera, Martinuccio, De Oliveira, Zermattén, Nico Sánchez… Lamentablemente la cancha estaba clausurada y nunca jugué de local.

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Pelotín Vitali. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

Pelotín Vitali. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

-Luego Chipre. ¿Cómo te llega la propuesta y cómo fue la experiencia?

-Me contactó un representante, mandé un video y me animé. Fueron dos años hermosos. El fútbol es rápido, muy europeo: muchos jugadores de Europa del Este, africanos fuertes y rápidos, portugueses, brasileños técnicos, algunos griegos y franceses. Culturalmente rico. Es difícil porque cada uno hace la suya: no te cubren como en Argentina. Tenés que cuidarte de no descuidar tu posición ayudando demasiado. Pero la pasé genial. La isla está dividida: un tercio norte turco, el resto griego y más europeo. Comida mediterránea espectacular, playas increíbles, alto nivel de vida. Mi hijo terminó jardín allá; me vine por él, si no me quedaba más tiempo.

-¿Cómo lo atravesaste el retiro? ¿Te costó?

-No estaba preparado. Todavía lo sufro. Durante cuatro o cinco años soñaba vívidamente que estaba en el banco, iba a entrar y el técnico me decía que no. Me despertaba angustiado y quería volver a dormir para seguir soñando. Era mi vida, mi pasión. Extraño la exigencia máxima. Dicen que los deportistas mueren dos veces. Busco alternativas, pero esa adrenalina no se reemplaza.

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-Volviste a sentir el cariño en despedidas como la de Diego o partidos de campeones.

– Es lindo. Voy a la cancha cada tanto; la gente me abraza, pide fotos y dice “gracias”. Me siento endeudado de por vida con los hinchas de Racing: es demasiado por lo que hice. Di lo máximo, jugué lesionado seis partidos con el tobillo roto porque lo sentía. La gente no lo sabe ni tiene por qué, pero el fútbol es noble: hacés lo que tenés que hacer con respeto a la camiseta que te permite cumplir tu sueño.

Vitali actualmente es empresario en el rubro de la construcción. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

Vitali actualmente es empresario en el rubro de la construcción. (Foto: Gentileza Martín Vitali).

-El Polaco Bastía dijo que quiere que formes parte de su cuerpo técnico. Contame sobre ese rol y tus expectativas.

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-El Polaco es un animal: como compañero mejor que como jugador. Tiene capacidad enorme para trabajar y ver el fútbol. Jugando hasta los 40 en una posición exigente… Para mí tiene todo para ser gran técnico, con o sin mí. Ojalá le den la oportunidad pronto y pueda estar a su lado. Me gustaría ser ayudante, nutrirlo de fundamentos técnicos, tácticos, físicos; mejorar detalles que en Primera ya es tarde para enseñar. Lo importante es poner al jugador en su 100% físico, técnico y mental, en la mejor posición, sin convertirlo en robot. El fútbol es decisión en el campo.

-¿Qué te gustaría que pase en uno o dos años?

-Hoy trabajo en construcción. Me gustaría salud para mí, mis hijos, familia y amigos; que vivamos muchos años. La vida no es fácil pero es linda. Si sale lo de técnico, ojalá, y más si es con el Polaco. Racing está extraordinario con Costas —hincha, lo ama la gente y se lo merece—. Que dirija hasta que tenga ganas. Yo estoy agradecido con el club desde todo punto de vista; no me pondría a decir “quiero dirigir” porque hoy no tengo la capacidad. Pero sueño con trabajar ahí en un futuro.

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