Hay aficionados a la lucha libre que señalan que los grandes ídolos están en extinción. Refieren que poco a poco se agotan porque envejecen, se retiran o mueren. Los fans adolecen principalmente la ausencia de luchadores enmascarados, es decir, las figuras representativas de un deporte que genera arraigo por el plus de las caretas. En este sentido, cobran mayor relevancia las leyendas que han logrado conservar en secreto su identidad.
Saber que siguen con máscara lleva hacia la paradoja. Por un lado, el morbo y la intriga por descubrir quién se oculta debajo de la incógnita es adrenalina latente en el espectador. Por el otro, desean que nunca se sepa cómo es el rostro de ese héroe que ha sido capaz de llegar tan lejos con su tesoro más preciado.
Dentro de la baraja luchística existen seis gladiadores que han trascendido de la gloria a la inmortalidad por haberse mantenido durante décadas como imanes de taquilla, así como generadores de nuevos aficionados incluso sin que tengan que subir a un ring. Y parte de esa trascendencia se debe a que sus máscaras, además de legendarias, se han convertido en cotizadas.
El Hijo del Santo
Sin menospreciar al resto de leyendas vivientes, se sabe que la máscara anhelada por cualquier gladiador es la del heredero de plata. En pocas palabras, aquel luchador que hubiera logrado descubrirlo al mundo prácticamente estaría en el pedestal del mejor de todos los tiempos por conseguir lo impensable. Pero eso no sucedió y el vástago de Rodolfo Guzmán Huerta mantendrá el misterio de su faz hasta el final de sus días.
Blue Demon Jr.
Junto al heredero plateado, el demonio azul también ha sabido cuidar el anonimato de su identidad. Pese a que hubo un periodo en que estuvo dispuesto a jugarse su máximo secreto contra el Hijo del Santo, la lucha quedó en mera expectativa. ¡Y qué bueno! Porque se trata de una careta que ni la propia afición perdonaría ver en la vitrina de otro luchador.
Octagón
El amo de los ocho ángulos supo aprovechar el suspenso que a lo largo de su carrera se construyó con una lucha de apuestas frente a Fuerza Guerrera. Pasaron los años y esa batalla nunca llegó. Cuando menos se dieron cuenta, los aficionados notaron que el señor se había alejado de los cuadriláteros. Eso sí, su máscara es objeto de culto.
Atlantis
El ídolo de los niños nació eterno, o eso parece. Su condición física le ha permitido mantenerse en activo hasta la fecha. Su cuerpo y su mente se resisten al retiro, lo que incrementa el interés de muchos rivales por retarlo antes de que tome la decisión de decir adiós a las arenas.
L.A Park
El rudo más temible de la última era ha labrado una carrera que lo ha colocado como el gladiador a vencer. Manteniéndose vigente como independiente, Tapia Ibarra llena arenas y auditorios con su simple presencia. En las gradas, pequeños y adultos portan su característica careta con la ilusión de que nunca la pierda.
Mil Máscaras
Míster Personalidad es la leyenda de opiniones divididas. A diferencia de algunas figuras del pancracio, el señor ha apostado en muy contadas ocasiones su incógnita, lo que es considerado como una alternativa cómoda para conservarla. Sin embargo, sus simpatizantes califican de “inteligente” esa táctica porque lo fundamental es preservar el enigma de su cara.
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Una máscara de esa categoría está valuada en 15 millones de pesos por exponerla. Gane o pierda, la tarifa es esa. Dicha cifra fue dada a conocer por Octagón, quien refirió que la careta de El Hijo del Santo ronda en la misma cantidad, sin embargo, el valor que tiene por el significado del legado plateado se eleva incluso a 10 millones más, algo similar a la incógnita de Blue Demon Jr.
Mención aparte merece Mil Máscaras, un luchador de época que compartió el periodo de esplendor con los padres del heredero de plata y el demonio azul. Pese a que ya no está en edad de subir a un cuadrilátero, se estima que en caso de estar en plenitud de condiciones para apostarla el precio sería de 30 millones de pesos.
En los casos de Atlantis y L.A. Park, que son gladiadores en activo y con luchas de apuestas recientes, las máscaras se ubican en un rango de los 10 millones de pesos, pero con la salvedad de que el rudo huesudo puede incrementar ese número gracias a que se maneja como independiente.