Su crimen no fue noticia. La prensa deportiva continuaba ocupada en sacar conclusiones de la Copa del Mundo de Sudáfrica, por lo que no había ojos ni oídos para otras disciplinas, mucho menos para la lucha libre. ¿Acaso les iba a interesar la muerte de Arturo Casco Hernández? No, porque ese nombre no les decía nada.
Tampoco dijo nada a la nota roja que informaba sobre un asesinato más a manera de cifra trágica y no como el homicidio de una persona con identidad. Solamente se llegó a mencionar que un hombre de aproximadamente 50 años había sido apuñalado a plena luz del día en la colonia Guerrero de la capital mexicana y falleció en una ambulancia.
De no ser por publicaciones como Box y Lucha, Superluchas y blogs enfocados a la lucha libre, muchos aficionados al pancracio no se hubieran enterado que La Fiera había muerto. O mejor dicho que le arrebataron la vida. Eso ocurrió a las 17:30 horas del 11 de septiembre de 2010, justo el día en que las coberturas informativas se centraban en conmemorar el noveno aniversario del atentado a las Torres Gemelas.
Entre las calles de Magnolia y Héroes, un sujeto perforó en cinco ocasiones al veterano luchador con un arma punzocortante. Fueron tan graves las lesiones que el gladiador no resistió el traslado al hospital Rubén Leñero, lugar donde iba a ser atendido por la emergencia.
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El crimen deambuló incluso en el anonimato. Poco se supo de él. Hubo quienes se enteraron varios años después que La Fiera había dejado de existir. Otros fueron víctimas del efecto Mandela y creyeron que se había retirado, que vivía lejos del ambiente luchístico como consecuencia de una parálisis.
Pero, ¿quién mató a Arturo Casco Hernández? ¿Por qué? Es un misterio sin resolver. Como suele pasar con los casos no esclarecidos, un sinfín de versiones han surgido alrededor del suceso. Desde tramas pasionales hasta pasajes oscuros con el narcomenudeo, pasando por rumores de riñas callejeras, las ficciones no cesan para tratar de aclarar la causa que motivó su homicidio. Lo cierto es que su asesino está prófugo.
A más de una década del terrible final que tuvo el llamado ‘Hércules poblano’, aficionados recuerdan sus batallas contra Sangre Chicana, El Dandy, Bestia Salvaje, Black Magic, Emilio Charles. También se permiten reconstruir esas luchas con los típicos muñecos de plástico que ahora dan crédito a leyendas desenmascaradas. Ya se puede jugar a un reto de máscara vs. cabellera con esos juguetes que de alguna u otra manera contribuyen a rescatar o preservar en la memoria al ídolo que construyó Arturo Casco Hernández con el mote de La Fiera. Sobre un pequeño ring que bien puede comprarse en un mercado, allí ha de seguir vivo y consolidándose como un rudo que el público quiso bastante.