Cuando Alejandro Sabella agarró Estudiantes de La Plata en marzo 2009 seguramente nadie esperaba todo lo que iba a suceder después. Era su primer equipo como DT y, si bien existía el mito que él era el cerebro del cuerpo técnico de Passarella, triunfar en la experiencia inicial es únicamente para selectos.

Sinceramente no hubo mucho tiempo para dudas, la Copa Libertadores ya estaba comenzando y Sabella comenzó a moldear el plantel a su gusto. Su primera intervención fue parar una línea de cuatro volantes centrales; con Enzo Pérez más suelto, Benítez y Verón como lanzadores y Braña en la recuperación.

Este esquema le permitió ganar la Libertadores, un título histórico. Sin embargo, el plato fuerte vendría varios meses más tarde en el Mundial de Clubes. Sabiendo que un partido contra un equipo como Pohang Steelers (Corea del Sur) no sería tan complicado, Pachorra planeó una hipotética final con Barcelona durante mucho tiempo.

Foto: Getty

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Sabella sabía que enfrente iba a tener a un equipo que arrasaba con todos, que estaba marcando una era. Pero como todos; tenía algunas dificultades. Barcelona llegó a Abu Dabi ganando la final de Champions League ante Manchester United (2-0) y eliminando al Atlante en Semis del Mundial.

En primer ligar, lo que más trabajo Sabella con el Pincha fue la famosa defensa de cinco en el fondo; Clemente Rodríguez, Cellay, Desabato, y Juan Manuel Díaz. El trabajo de ellos era inmovilizar a Zlatan Ibrahimovic, Henry y a Lionel Messi sin quedar en línea. Está era la premisa primordial, debían envolver a este tridente.

De esta manera, el trabajo pasaba al mediocampo de Estudiantes. Conociendo la función de Xavi, Keita y Busquets (Touré ingresó luego) posicionó a Verón, Braña y Benítez marcando y encerrando a cada uno de ellos; tapando los huecos y el pase profundo. Mientras tanto, le sobraba Enzo Pérez, pero este tenía otra labor.

El trabajo del volante que hoy brilla en River estaba dividido; en primer lugar funcionaba como rueda de auxilio ayudando a bloquear el juego asociado de Barcelona en el medio. Y en segundo, y el más importante, era comerse atosigar a Carles Puyol en la salida del conjunto Culé.

Como Sabella sabía que el histórico defensor catalán tenía dificultades con la pelota en los piés, mandó a Mauro Boselli a juntarse con Pique; no podía dejarlo un segundo. Así, Pachorra se aseguraba que el juego salga con Puyol que, ante la presión de Pérez, iba a terminar dividiendo la pelota

Una vez que la pelota quedaba en terreno dividido ya dependía todo de los volantes. Explotar las bandas, buscar a Clemente y a Díaz para que estos tiren la pelota al área donde Mauro Boselli debía meter la que quedaba. Y así fue, Estudiantes puso en jaque al Barcelona.

Solo faltaron unos minutos para lo que era un triunfo enorme, estratégico e histórico. Pedro igualó el partido a un minuto de los 90 y luego Messi definió en el tiempo extra con el pecho. Sin embargo, el trabajo de Sabella es un legado, una masterclass de fútbol, que pese al resultado quedó marcado en la de todos.