La década de los '90 se marcó por grandes progresos en todos los ámbitos de la vida. Con la naciente globalización, todo se expandió hacia el mundo entero, y si hubo un deporte que aprovechó eso, fue el básquet de los Estados Unidos. La NBA era un espectáculo extremadamente popular en Norteamérica, pero todavía no había impactado tanto en el resto del mundo, hasta los '90.

En ese contexto, los reflectores del deporte estaban puestos en la ciudad de Chicago y en el escolta que llevaba la número 23 en su espalda: Michael Jordan. Con 28 años, "MJ" ya estaba dejando su marca en la NBA al rojo vivo, habiendo ganado un premio al MVP en la temporada 1988 y en la que corría en aquel año también. 1991 fue el año que Michael Jordan comenzó a asentar su futuro legado.

Promediando 30 puntos por partido, más 6 asistencias, 6,5 rebotes y 2,3 robos, Jordan fue el claro MVP de esa temporada, y terminó llevando a los Bulls a las finales de la NBA junto con su robin, Scottie Pippen. Aquellas finales fueron ante los Lakers de Magic Johnson, quienes fueron los dominadores de la década del '80 y jugó las útlimas ante Jordan en 1991, siendo el cambio en el trono ideal. Dirigidos por Phil Jackson, Jordan llegaba así a sus primeras finales.

Jordan y sus Chicago Bulls se impusieron 4 a 1 en esa serie donde MJ no solo se coronaría colectivamente con el anillo, sino que también ganó el MVP de las Finales, cerrando una temporada incluso mejor de lo que comenzó, ya que durante los Playoffs promedió 32 puntos, 8,5 asistencias, 6,5 rebotes y 2,3 robos, teniendo mejores actuaciones en los momentos decisivos.

Hace 30 años comenzaba la dinastía que marcó la década de los '90, destronando a los reyes de la década anterior de la mano de un jugador que terminó con más anillos que dedos de una mano y que está considerado como el mejor de la historia.