Fiesta total en una Scaloneta que juega para Lionel Messi. Julián Álvarez en el primero y Thiago Almada en el tercero. Mientras tanto, Lautaro Martínez, para mí, injustamente relegado al banco de suplentes: entró e hizo una palomita impresionante.
En un primer tiempo chato, bajó Dios desde el cielo al Estadio Monumental, se vistió de Leandro Paredes, después de Julián y un toque sutil de Messi para meter el primer gol del partido en su último compromiso por los puntos por las Eliminatorias.
En el Estadio Monumental, Argentina gana, gusta, golea, brilla y sueña con la cuarta estrella. La gente, la verdad, delira. Es una felicidad total. Y otra cosa: Paredes jugó su mejor partido en la Selección. No sé si mejoró tanto a Boca, pero el fútbol argentino lo mejoró a él.
Ahora bien, me quiero detener en una cuestión que terminó resultando más importante que el partido en sí. En medio de la fiesta, del fin de fiesta con el champagne y la mesa dulce, apareció Messi sobre el campo de juego y tiró una bomba: puso en duda su presencia en la próxima Copa del Mundo.
“Tengo que ser sincero conmigo mismo, y lo más lógico es que no llegue al próximo Mundial”, dijo, palabras más palabras menos. A la vez, mencionó que en la gira de octubre lo volveremos a ver y que faltan solo 9 meses para la Copa del Mundo y que lo ilusiona estar.
Con esto, pienso: ¿Qué pesará más en la cabeza de Messi? Ir por más gloria y jugársela a ganar su segunda estrella y la cuarta de Argentina; o que quede en el fútbol mundial su última imagen mundialista levantando la copa en Qatar.
Para mi, en su cabeza atraviesa esa duda. Messi daría todo por un Mundial con Argentina, debe pensar que si no está 10 puntos y no deja una buena imagen… ¿Qué pasa? De momento, la bomba que estalló no dejó más que incertidumbre, y el tiempo dirá si Leo estará o no en la Copa del Mundo de 2026.






