Cada domingo, además de futbol, era día de lucha libre para los capitalinos y mexiquenses. El lugar que reunía a los aficionados del pancracio era el Toreo de Cuatro Caminos, cueva de los Independientes. Eran los inicios de la década de los noventa y el furor de las grandes batallas estaba centralizado en ese inmueble hoy inexistente. Se registraban llenos para ver a figuras como Canek, Dos Caras, Negro Navarro, Signo, Fishman, Los Villanos, The Killer, El Texano y muchos más. 

También llamaban la atención los gladiadores que recibían una primera oportunidad. Pero, por increíble que parezca, igual de atractivos eran los que recibían una segunda oportunidad. ¿Quiénes eran ellos? Aquellos ídolos de antaño que perdieron sus máscaras y decidieron enmascararse de nuevo para tratar de conectar con el público a través de un personaje distinto. A la gente le gustaba la idea de adivinar qué viejo conocido se ocultaba debajo de esos “novedosos” encapuchados. 

 

Uno de esos luchadores fue Black Man, el hombre de la máscara más elegante de la lucha libre. Después de perder su fina incógnita negra con vivos en blanco contra Blue Panther en 1986, Álvaro Meléndez transitó la recta final de los ochenta mostrando su nivel con el rostro al descubierto, algo que influyó para que un sector de la afición dejara de tenerle aprecio. A diferencia de otros que se catapultaron al estrellato tras ser desenmascarados, él no corrió con esa suerte. 

Y no es que fuera mal luchador. Simplemente, en su libre derecho de preservar u olvidar a los ídolos, el público sentenció el porvenir. Black Man decidió entonces guardar su atuendo clásico en un cajón para ponerse una vestimenta azul y darle forma a El Celestial, gladiador que a finales de 1991 se presentó en el bando técnico del circuito independiente. Sin embargo, Álvaro Meléndez cometió un error con este personaje. 

 

 

“Ya sé quién es”, “ah, es Black Man”, “segurito es él”, solían expresar entre las butacas los señores de amplio conocimiento luchístico. ¿En qué se equivocó Meléndez? En mantener un movimiento característico e identificable, una acción que era exclusiva de su repertorio: pararse de cabeza en las esquinas. Muchos se dieron cuenta rápido de ello y cuando El Celestial quiso eliminarla fue demasiado tarde.

Pese a que conquistó el título welter de la UWA y logró captar el interés de jóvenes espectadores que recién conocían el mundo de la lucha libre, la afición conocedora no sintió afinidad con el personaje, menos después de haber descubierto desde un principio que el enmascarado azul era en realidad Black Man.

Duró poco como El Celestial. Tres años intentó colocar ese nombre en los carteles de las funciones semanales, no obstante, su parado de cabeza en las esquinas lo condenó. Para compensar esa fatalidad, en la memoria de los aficionados permaneció como el hombre de la máscara más elegante, incluso prefirieron hacerse a la idea de que la lucha de apuestas contra Blue Panther nunca existió. Para un gran número de gente, Álvaro Meléndez fue y será Black Man enmascarado.