El segundo semestre de Independiente es penoso. Ganó el primer partido por la Copa Argentina a Gimnasia de Mendoza, aún con Álvaro Ángulo en el equipo, y después no triunfó más.
El DT, empoderado por una buena campaña en la primera parte del año, con el punto alto de eliminar a Boca en La Bombonera en cuartos de final de la copa de la liga, además de potenciar el nivel de jugadores como Rodrigo Rey, Kevin Lomónaco, Ángulo, y Felipe Loyola, pero sin tampoco llegar a ser brillante porque la historia de Independiente obliga a dar una vuelta olímpica, se dedicó en las conferencias de prensa a hostigar a los dirigentes por la no llegada de refuerzos en lugar de preocuparse por el equipo, llegando al ridículo de declarar “voy a tener que poner a Pusetto de lateral izquierdo”. Una pena, pues la Secretaría Técnica soñaba varios años con este técnico en el club.
La cosa venía mal barajada, aunque nadie esperaba este bochornoso final de 10 partidos sin una victoria, último en el torneo, afuera de la zona de copas en la tabla anual, además de eliminado con escándalo de la Sudamericana.
El equipo demostró tal apatía frente a Banfield que obligó a Julio Vaccari a renunciar. Era imposible seguir así, tal vez el fusible del entrenador pueda aliviar un contexto incendiario que se vive hoy en Avellaneda luego de la decisión de la Conmebol de dejarlo afuera y que clasifique la Universidad de Chile.
El fallo de la entidad que conduce Alejandro Domínguez fue un tsunami que nadie supo manejar en Independiente, desde la declaración de guerra a la Conmebol hasta un comunicado en el vestuario leído por los capitanes que no convenció a nadie por lo tardío.
A un año de las elecciones, fue un golpe durísimo para esta dirigencia que soñaba con un título y un estadio renovado para revalidar en las urnas su gestión en el 2026. Ahora los plazos se acortaron y el contexto exige un éxito inmediato porque ya no hay tiempo para proyectos a largos plazo.
