“Un argentino se desmayó dos veces y le empezaron a echar la culpa al mate, decían que era el mate. Le hicieron un montón de estudios y supuestamente el médico le decía que era por el mate. Nosotros le dijimos que es imposible, no hay manera. Nos reíamos de eso”.
Patricio Matricardi le atiende el teléfono a BOLAVIP desde Rumania, a 12.300 kilómetros de distancia. Hay seis horas de diferencia y unos cuántos grados de temperatura, pero el defensor celebra que no nevó. Igualmente, no suele ser tan frío, dice él, que ya vivió en Rusia así que sabe de lo que habla.
Llegó al país en el 2021, aún en pandemia, para jugar en su primer club rumano, el FC Hermannstadt. Pero ya va por el cuarto: ahora terminó la pretemporada y se alista para su segundo torneo en el Botosani. Dice Matri que ya se hizo un nombre y por eso cuando se le acaba el contrato siempre tiene ofertas para seguir allí, aunque le quede tan lejos de Argentina.

Matricardi en Rumania y con el mate en la mano. Foto IG.
Con 31 años, el defensor nacido en Florencio Varela pero criado desde los 12 años en el Semillero del Mundo sabe que en algún momento pegará la vuelta, quizás a Argentinos, pero por ahora parece aclimatado a un país y un fútbol que parece no rendirle pleitesía a Lionel Messi.
“Creo que no tienen tanta admiración como quizás puede tener otro país por Maradona, por Messi. Sí, obviamente conocen, saben todo, pero no es que pregunten por Messi, Maradona. Se lo toman como más normal”, sorprende desde la tierra de Gheorghe Hagi.
Matricardi llegó a Rumania tras un breve paso por Rusia, adonde llegó en plena pandemia. Aeropuerto y avión vacíos: “En esa época me acuerdo que no viajaba nadie, casi sólo en el vuelo. Tenías que tener mil permisos, yo tenía contrato de trabajo, el tema de las vacunas, eran un montón de cosas que tenías que tener para viajar. Si no tenías eso, no te dejaban salir”. Pero no hizo pie y surgió la chance de cambiar de destino.
Dice que se adaptó rápido a Rumania porque el idioma le resulta similar al castellano. “Los dos vienen del Latín”, explica. Y porque, básicamente, no le quedó otra opción: “Fue la necesidad, porque si yo llego y hay cinco argentinos por ahí la necesidad de aprender el idioma no la tenés. Pero yo estaba solo y tenía que comunicarme con mis compañeros, con los técnicos, lo tuve que hacer a la fuerza. A veces uno es más vago y no lo quiere hacer, pero si no te queda otra, lo hacés”, reconoce.
Román, el Bicho y el Bichi
Matricardi creció en Argentinos, club al que llegó a los 12 años después de haber pasado por Armenio y de presentarse a una prueba en el Bicho y también en River. “Había quedado en River y en Argentinos como para seguir yendo y la verdad es que Argentinos me pareció mucho más familiar, me gustó mucho más la gente, todo como más acogedor y dije ‘a River no quiero ir más, quiero seguir yendo a Argentinos’ y arranqué en preNovena”.
Le tocaron descensos y ascensos también. Jugar con Riquelme y tener de entrenadores a Claudio Borghi y Gabriel Heinze, entre otros.

Con Insúa y Ledesma, compañeros en el Bicho. Foto IG.
–¿Y cómo fue compartir aquel equipo con Román?
-Fue una experiencia hermosa. A Román lo veía siempre por la tele y después tenerlo ahí todos los días era como impactante. Como que nunca terminabas de caer. Tratando de aprovechar, de sacar cualquier momento que se podía para estar con él, aprovecharlo, de ir por unos mates o lo que sea, nos ayudó un montón.
–¿Cómo era ese día a día buscando el ascenso?
-Por ahí no estaba todo el tiempo charlando con nosotros, él tenía su grupo y se refugiaba un poco en eso. Pero sí absorbía muchísima presión, muchísima. Él nos decía que juguemos tranquilos, que la presión la tenía él, que al que le iban a caer era a él. Y eso te lo transmitía y después se notaba en la cancha, salís a jugar como más relajado. Él jamás nos presionó, todo lo contrario. Él no quería que nadie grite en el vestuario, que fuera todo más tranquilo, más calmado, que juguemos relajados, que estemos tranquilos. No era toda una locura de que él gritándonos que tenemos que ganar, todo lo contrario. Todo más relajado, más tranquilo, él si veía que alguno estaba gritando decía, ‘basta, basta, no gritemos más, estemos concentrados, juguemos tranquilos’. Y ese tipo de cosas ayudaron un montón en un vestuario.
–¿Cómo eran las charlas previas?
-Eran más bien prácticas. Como es él, no es muy expresivo, no es que él va a tratar de llegarte a tu corazón. Es más práctico, más frontal, ‘es un partido de fútbol, se la tenemos que dar al compañero y nada más’, cosas así, que parecen pavadas, pero son verdad. Estaban buenas las charlas, no eran forzadas, eran naturales que le salían a él y se aprovechaban.
–Desdramatizaba un poco…
-Tal cual. Es que el fútbol se vive con mucha presión, con mucha pasión. Y si nadie para la pelota y dice ‘muchachos, tranquilos que esto es fútbol’, después se desborda todo. Por eso es súper importante que él haga eso, que él tranquilice, que él pare la pelota, que diga ‘es un partido de fútbol, hay que dársela al compañero’ y nada más. Como que no es ninguna ciencia.
Un debut medio en broma
Su primer partido lo jugó con Claudio Borghi como DT, aunque no duró mucho más porque el equipo descendió. Pero Matri se quedó con aquella charla antes de su primer partido, con 19 años. “Tiene una personalidad única. Y es un poco lo que decía de Román, él también absorbe mucha presión, con ese juego de bromas y todo hace que te sientas mucho más tranquilo”.
-¿Cómo fue aquel debut con el Bichi?
-Yo no iba a jugar, pero Julio Barraza se corta la cabeza, lo tienen que llevar al hospital y no podía jugar al otro día. Entonces me llama el Bichi y me dice ‘mirá, Matri, acá la mitad del cuerpo técnico quiere que juegues mañana y la otra mitad no, somos cinco que queremos que juegues, cinco que no queremos que juegues. Si vos querés jugar mañana, mañana te pongo. Serían 6 contra 5’. Le digo ‘sí, dale, es obvio que quiero juga’. ‘Bueno, bueno, listo, mañana jugás, entonces descansá tranquilo y mañana debutás’. Una cosa muy rara, obviamente fue un poco en chiste, me lo decía medio entre risas. Fue como para descomprimir un poco.
–Sí, pero qué incómodo...
-Fue incómodo. Y por eso fue un poco entre bromas, como para descomprimir un poco: ‘Tenés que jugar mañana, yo te quiero poner’. Si vos querés jugar, yo te pongo. Yo creo que fue más por ese lado, para que yo me sienta más tranquilo, para darme la confianza de que él le contaba conmigo, que él me respaldaba. Estaban en el cuerpo técnico Placente, Pusineri, Adrián Domenech y ellos se cagaban de risa.
Un DT exigente
Así como conoció a al Bichi Borghi quien con sus chistes desdramatizaba cada entrenamiento, también lo tuvo a Gabriel Heinze, con quien logró el ascenso y fue campeón de la B Nacional en el 2017.

Heinze, el líder en el ascenso del 2017. Foto Web.
–¿Qué rescatás de haberlo tenido como entrenador a él?
-Heinze es un tipo con mucho carácter, mucho carácter, que vive el fútbol de una manera muy intensa. La verdad no lo había visto nunca, muy, muy intensa. Siempre, todos los entrenamientos a fondo, gritando, es como que lo vive, lo vive tanto que se va de sí mismo y quiere, si es por él, entrenar diez horas una mañana. Los entrenamientos eran larguísimos, ‘hacemos una más, dale, y otra más, y no, esta no salió muy bien, otra más’. La verdad que como entrenador tiene unos conceptos bárbaros, en eso me saco el sombrero, todos los trabajos premeditados, pensados para lo que teníamos que hacer en la cancha. La idea que él tiene de juego es muy buena. Pero bueno, lo vive muy intenso y por ahí a veces se excede en eso y por eso tiene problemas quizás con algunos clubes o con la prensa.
-Por esa intensidad…
-Todos los clubes adonde iba tenía altercados de ese estilo, porque él quería que todos entrenaran de igual a igual y no es fácil porque todos somos distintos. Tenés uno que tiene 35 años, no te va a correr, no te puede dar lo mismo que te va a dar uno de 21 ó de 22. Y pasa en todos lados. Por eso a él le ha ido mejor en los clubes donde el plantel es de una media de edad más baja, que le pueden responder a las exigencias que él pide. Un plantel más joven, quizás un plantel donde tenés gente más de experiencia, más grande, a él le cuesta más plasmar lo que él quiere en la cancha. Y tiene más problemas internos.
Un recuerdo doloroso
Entre sus recuerdos en Argentinos, además de sus partidos y el recuerdo de aquellos ascensos, también hay un momento doloroso que lo marcó. Amigo de Ezequiel Ham, lo acompañó durante todo el proceso que atravesó tras la lesión que casi lo saca de las canchas para siempre. “La realidad es que todo el mundo se olvidó del Turco”, dice.

Matricardi y sus compañeros de Argentinos visitando al Turco Ham. Foto IG.
En 2015, en un Argentinos-Boca, Carlos Tevez fue con vehemencia a quitarle la pelota a Ham y le provocó una fractura expuesta de tibia y peroné en la pierna derecha. Aunque pasaron ocho años, Matricardi recuerda aquel duro momento y en especial lo que ocurrió después.
“Ese partido yo lo estaba jugando, de hecho en ese momento yo ni me di cuenta de lo que había pasado. Lo vi, se lesionó, ya está. Con el Turquito hicimos todas las inferiores . Cuando terminó el partido en el vestuario, estaba todo re mal. Pregunto qué le pasó al Turco: es una fractura expuesta”.
-Y todo lo que se generó después…
-Sí, fue muy mediático todo. Fuimos al hospital a verlo. Yo admiro la fuerza de voluntad que él tiene para poder salir de toda esa situación y seguir adelante. La realidad es que todo el mundo se olvidó del Turco y él otra vez a lucharla desde abajo, fue a jugar a Olimpo que estaba en ese momento en el Federal, luchando un montón.
-Fue muy larga la recuperación.
-Un año y medio estuvo para recuperarse. Es un montón de tiempo. Y son lesiones que, la verdad, hay muchos jugadores que quizá dejan el fútbol, no vuelven a jugar después de una lesión así. Porque es una fractura expuesta, que después el cuerpo no vuelve a ser el mismo nunca. Tenés que reacomodarte otra vez, perder los miedos. Es recontra duro. Lo veíamos entrenar cuando volvió, y se lo veía que estaba con miedo. Obviamente es recontra lógico. Y quitarse eso es muy difícil.
-¿Estabas ahí cuando Tevez lo fue a visitar?
-Sí, fue, estábamos con los chicos, nos sacamos una foto y todo, y creo que eso fue tres o cuatro días después lo de Tevez. Obviamente al principio están todos y después, cuando pasan dos o tres meses la gente se va alejando, se va olvidando y ya está. Los chicos lo apoyamos un montón, la familia de él, que siempre estuvo ahí a muerte con él. Que en definitiva es lo que más importa, porque cuando te pasa algo así te habla uno, te habla el otro, los medios, ‘qué bueno, fuerza’. Pero después de dos semanas se olvidan todos y no queda nadie. Después de que pasó lo de Tevez, ya está, fue un caso cerrado.
Una seña particular
“Iba caminando por la calle y la paraban a mi mamá y le decían ‘miren a este chico, lo tienen que llevar al médico porque no puede ser'”. Patricio se ríe. Comparte una foto con sus “piernas chuecas” y explica cómo fue que ese niño llegó a ser un defensor central de 1.90.

La foto que compartió Pato con sus “piernas chuecas”. Foto IG
“De chico tenía problemas en los cartílagos de crecimiento y no se me enderezaban las piernas, era un paréntesis, literal. Mi mamá hacía de todo, con mi papá, para que me puedan enderezar las piernas. Y no había caso, hasta que dieron en la tecla con un médico que les dijo que era por los cartílagos, necesitaba tomar una vitamina. Y dicho y hecho. Enseguida se me fueron enderezando. Ahora no las tengo perfectas, perfectas, pero están mucho mejor”.
-¿Te impedía jugar de chico?
-No, de hecho yo jugaba al fútbol y era gracioso cuando me veían correr. Me empezaron a mejorar cuando ya tenía 6 ó 7 años. Ellos me llevaron a un montón de médicos, usaba los zapatos ortopédicos que me los ponían al revés, me ponían el derecho en el izquierdo y el izquierdo al derecho. Y no había nada que me lo arregle. Hasta que el médico éste dijo lo de las vitaminas.
Ese mismo chico de piernas chuecas se alista para disputar otra temporada en el Botisani rumano, a miles de kilómetros de Argentina.

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