Domingo muy especial en el marco de la duodécima fecha de la presente temporada de la Liga Profesional de Fútbol de Argentina. Es que, con el Estadio Libertadores de América – Ricardo Enrique Bochini como testigo y como escenario, Independiente y Racing Club se encontraron frente a frente en una nueva edición del Clásico de Avellaneda.

Clima muy tenso, picante y emotivo en la cancha de Independiente debido a que el Rojo arribó a este encuentro sufriendo una grave crisis institucional, deportiva y financiera. De hecho, el presidente Fabian Doman dejó su cargo como presidente mientras se buscaba un nuevo director técnico. Finalmente, Ricardo Zielinski asumió antes de este partido.

En medio de ese panorama, Independiente salió al campo de juego con la necesidad imperiosa de quedarse con los tres puntos para salir del fondo de la tabla de posiciones del mencionado certamen doméstico, mientras que los de Fernando Gago, de andar muy irregular, lo hicieron con la intención de recuperar el terreno perdido en la Liga Profesional.

En ese contexto, y, luego de un primer tramo de partido un tanto trabado y con la Academia exponiendo una mayor lucidez, Independiente abrió la cuenta a los 19 minutos del primer tiempo por intermedio de un golazo extraordinario de Martín Cauteruccio. Este gran tanto del artillero uruguayo desató la locura de todo el estadio.

+ 1-0 de Cauteruccio:

Posteriormente, Racing fue con todo a buscar el empate, y, minutos de una enorme atajada de Rodrigo Rey, el árbitro sancionó un discutido penal en favor de la formación visitante. Como no podía ser de otra manera, quien se hizo cargo de la ejecución fue Matías Rojas, que la clavó en el ángulo para poner el 1-1 con el que llegó el descanso.

+ 1-1 de Rojas:

Ya en la etapa complementaria, el vértigo se mantuvo pero el nerviosismo creció entre dos equipos que siguieron buscando pero con más temores ante la posibilidad de quedarse con las manos vacías. Así fue como los minutos fueron transcurriendo hasta el pitazo final. Empate 1-1 que no termina de servirle a ninguno de los dos.