Cuando tomó envión para luego soltar las manos que bloquearon un remate pleno de empeine de David Batty, cuando corrió con amplitud de sonrisa a recibir el abrazo de una manada de camisetas de azul, celeste y blanco en el estadio Geoffroy-Guichard de Saint Ettiene, Carlos Roa no podría haber imaginado tener fuera de una cancha batallas y victorias más épicas que la de aquellos octavos de final del Mundial de 1998 ante Inglaterra.
Pero la vida del arquero surgido de Racing, donde había tenido el privilegio de estrenarse a fines de 1988 para reemplazar nada menos que a Ubaldo Fillol, y retirado en Bahía Blanca, defendiendo los tres palos de Olimpo en la élite del fútbol argentino, estuvo repleta de giros inesperados, decisiones poco frecuentes y tratamientos médicos invasivos.
En La Academia se ganó el apodo de Lechuga, porque solo pinchaba de la fuente de las ensaladas en los asados que solía organizar el plantel. Había decidido desde muy joven tener una dieta vegetariana y no hubo nada, ni el mismísimo deseo de encajar en un ambiente siempre difícil, que lo hiciera cambiar de parecer. También contrajo plaudismo, conocido como malaria, durante una gira por África y estuvo casi un año sin jugar. En Lanús, donde realmente pudo afianzarse como titular, encontró el nivel necesario para hacerse lugar también en la Selección Argentina, en años en que a Daniel Passarella no se le hacía nada fácil encontrar el arquero ideal.

Carlos Roa, el último héroe argentino ante Inglaterra.
Su debut con La Albiceleste fue en 1997, bien adentrado el proceso de Eliminatorias rumbo al Mundial de Francia, con victoria 2-1 sobre Ecuador. Ese mismo año disputó la Copa América en Bolivia, en la que atajó dos partidos de los cuatro que disputó el equipo, pero llegó a la Copa del Mundo afianzado como titular. En fase de grupos no concedió goles ante Japón, Jamaica y Croacia. En octavos de final fue héroe tapando dos remates en la tanda de penales para eliminar a Inglaterra. Para ese entonces, Héctor Cupper ya le había abierto las puertas de Europa llevándoselo al que para una amplia mayoría de fanáticos y especialistas fue el mejor Mallorca de la historia.
Hasta ese momento, la carrera de Carlos Roa había transcurrido por los carriles de la normalidad. Pero al año siguiente, sorprendió al mundo al rechazar un ofrecimiento para pasar a integrar las filas del Manchester United de Alex Ferguson para luego tomar la decisión de dejar de jugar al fútbol de manera profesional, guiado por la práctica de su fe como adventista del Séptimo Día.
“Puse a Dios por encima del fútbol. Era lo que sentía. Sé que renuncié a jugar en un grande de Inglaterra, a seguir en la selección argentina y a ganar mucho dinero, pero quería experimentar otras cosas y servir al prójimo. Dios manda que ese día (el sábado) lo dediquemos a tener una comunión plena con él y lo vivamos en tranquilidad con la familia. Jugando ese día tenía que anteponer otros valores a lo que mi mente y mi corazón me dictaban”, se justificó hace un par de años atrás en entrevista con el diario Marca.

Roa disputó todos los partidos de Argentina en el Mundial de 1998.
Volvió en 2002 para jugar con Albacete en Segunda División y conseguir a la temporada siguiente el ascenso a La Liga. Pareció recomponer su carrera deportiva, pero una vez más llegaría la obligación de pisar el freno, ya en contra de su voluntad. A mediados de 2004 fue diagnosticado con cáncer de testículos, pero también ganó esa batalla tras largos meses de tratamiento hasta su reaparición en noviembre para jugar de manera amateur en el Club Deportivo Constancia, en la Isla de Mallorca.
La prueba final de resiliencia la rindió dando lugar a su regreso al fútbol argentino, para volver a atajar de manera profesional defendiendo la valla de Olimpo de Bahía Blanca en Primera División, durante el Apertura 2005 y el Clausura 2006 que no solo decretaría el descenso del equipo sino también su retiro definitivo.
¿Qué hizo Carlos Roa tras el retiro?
Carlos Roa se mantuvo ligado al fútbol tras el retiro. Fue ayudante de campo en Ben Hur de Rafaela en 2010 y tras el retiro también de Matías Almeyda, de quien había sido compañero en la Selección Argentina, integrándose a sus diferentes cuerpos técnicos en River, Chivas de Guadalajara, AEK de Atenas y ahora en Sevilla.

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