Eran días tristes y de enojo. Dolor y rabia estaban concentrados en Hermosillo, Sonora, por el incendio de la guardería ABC el 5 de junio de 2009. Fallecieron 49 niños por un siniestro que pudo haberse evitado y la impunidad, para no variar en el país, se escabullía entre culpas repartidas sin justicia de por medio. La muerte de esos pequeños absorbió todas las emociones de la sociedad mexicana para convertir el luto de sus familias en un luto colectivo. No había forma de pensar en algo más hasta que llegó el día 30 de aquel mes.

Otra tragedia acaparó las noticias: el homicidio de Espectrito Jr. y La Parkita en Ciudad de México. A diferencia del tono serio con que se manejó el tema de la guardería ABC, la prensa cubrió el caso de los luchadores asesinados como si se tratara de una comedia de humor negro, muy negro.

Fueron hallados muertos en una habitación del hotel ‘Moderno’, ubicado en el corazón de la Lagunilla, colonia Centro. No presentaban señales de haber sido violentados físicamente. Estaban rodeados de botellas de alcohol y refrescos. Sin embargo, sus pertenencias personales no estaban con ellos. Los habían robado.

Se corrió de inmediato la información de que habían permanecido con dos prostitutas en el hotel durante toda la noche del 29 de junio y ellas eran las responsables de acabar con sus vidas. La versión oficial de la Procuraduría de Justicia capitalina, en ese entonces al mando de Miguel Ángel Mancera, determinó que las sexoservidoras llegaron por cuenta propia al lugar tras haber sido citadas vía telefónica por los luchadores. Pero versiones extraoficiales indicaron que arribaron en parejas después de haber convivido juntos en un bar de Garibaldi. Surgieron cualquier tipo de especulaciones al respecto.

Fue hasta que en días posteriores se dieron a conocer los resultados de la necropsia. Se supo que los hermanos Alberto y Alejandro Pérez Jiménez, mejor conocidos como Espectrito Jr. y La Parkita, habían muerto como consecuencia de haber ingerido altas dosis de ciclopentolato, sustancia activa de gotas oftálmicas.

Dichas gotas son utilizadas y recetadas por oftalmólogos para dilatar las pupilas, o paralizar los ojos en curaciones. No son para ingesta vía oral, mucho menos para combinar con bebidas alcohólicas porque pueden provocar desde pérdida de conocimiento hasta un paro cardíaco. Con los luchadores, las sexoservidoras no consideraron la estatura de sus víctimas, por lo que les suministraron dosis para personas de estatura promedio. Su intención era embriagarlos para desmayarlos, no narcotizarlos para asesinarlos.

El homicidio de los gladiadores iba a revelar el modus operandi de una banda denominada “Las goteras”, grupo delictivo femenil que pertenecía a una red de prostitución vinculada al crimen organizado en la ciudad. Sus víctimas eran clientes que pagaban por el sexoservicio en hoteles colindantes al Centro Histórico donde eran incitados a consumir alcohol para que las gotas oftálmicas hicieran lo suyo.

Película La calle de la amargura

María de los Ángeles Sánchez Rueda y Estela González Calva fueron las dos sexoservidoras detenidas por las autoridades capitalinas como autoras materiales del crimen de los hermanos Pérez Jiménez. Recibieron una sentencia de 47 años y seis meses de prisión.

Con su detención, el caso de los luchadores asesinados no terminó. Continuaron escribiéndose historias sobre el homicidio. Por ejemplo, el hecho de que Espectrito Jr. y La Parkita habían jurado no beber más alcohol porque el consumo les había generado problemas familiares, así que se cuidaban uno al otro para no caer en la tentación.

Fue de tal interés el suceso que el director Arturo Ripstein y la guionista Paz Alicia Garciadiego decidieron llevarlo al cine con La calle de la amargura (2015). Basada en la realidad, la película aborda el asesinato de dos luchadores minis a manos de dos prostitutas que los narcotizan con gotas oftálmicas en una noche de copas al interior de la habitación de un hotel de barrio.

Pero la historia está estructurada a partir de las vicisitudes que enfrentan los gladiadores y las sexoservidoras en sus respectivas vidas cotidianas previo al crimen. Alejándose del sensacionalismo con que la prensa trató el caso en 2009, el tratamiento nos asoma mediante la ficción a realidades de esos personajes: pobreza, familias rotas, desamor, soledad.

Por un lado, la necesidad económica. Por el otro, la debilidad de las pasiones. Esa combinación encuentra el inesperado camino de la fatalidad en acciones que pudieron evitarse. En otras palabras, no hay defensa alguna ante los designios del destino. Lo que puede ser una noche cualquiera termina por convertirse en una extensión cruel de la amargura que refiere el título con la muerte para unos y la cárcel para otras.

También nos muestra una cara ajena a la que conocemos de la lucha libre, es decir, el contraste de lo que viven aquellos personajes que arriba de un ring forman parte de un deporte-espectáculo folclórico y colorido. De hecho, la película le quita el color apostando por el blanco y negro para aproximarnos a los individuos que, con sus contradicciones como seres humanos que son, identificamos como héroes o villanos encima de un cuadrilátero.

*La película se encuentra en la plataforma de FilminLatino.