“Ahora que lo estoy hablando por ejemplo, me suben un poco las pulsaciones“. El relato de Diego Graieb con BOLAVIP eriza la piel. Su relato de cómo casi deja la vida adentro de la cancha y todo lo que le pasó -antes y después- resulta entre fascinante y escalofriante. Desde España, admite que contarlo le genera sensaciones especiales, aún a 25 años de aquel día en el que sufrió un paro cardiorrespiratorio en el estadio de Huracán, tras un choque de cabezas. El día que su corazón se detuvo por unos minutos.
Sin embargo, dice que necesita de vez en cuando contarlo: “Es algo que vos también necesitás soltar periódicamente, como que tenés que sacarlo de adentro cada tanto. Entonces, es una sensación muy particular, yo creo que cuando más grandes te hacés, vas tomando consciencia de lo que realmente fue, por ahí cuando sos joven no te das cuenta de muchas cosas”.

Diego en el suelo, después del golpe que marcó su vida. Foto web.
Se fue a vivir a España hace tres años aunque en los planes -y en los futuros proyectos- está la idea de volverse a Córdoba, a trabajar con su hermano mellizo Rodolfo. La última vez que estuvo en su provincia natal fue para el inicio del Zoe Atletic Club, aquel plan que se diluyó de un día al otro y del que también hablará durante la charla. Mientras pasa su tiempo en la captación de juveniles, repasa aquellos momentos cruciales de su historia personal.
El día y los días anteriores
“Sí me podría haber muerto, realmente yo creo que estuve del otro lado“, dice con seguridad. Fue el 30 de octubre de 1999, en el estadio de Huracán. A los 19 minutos del segundo tiempo ante Banfield, por un partido del Nacional B. Sin embargo, para él todo empezó dos días antes de aquella noche casi fatal.
“Dos días antes de golpearme la cabeza, yo tengo un sueño… Yo soy católico, pero no tan practicante, era monaguillo de chico, iba a la Iglesia, , pero nada más. Y recuerdo que tengo un sueño donde se me aparece la Virgen, yo estoy parado en la puerta de la Iglesia de San Nicolás, mirando hacia afuera. Y se me aparece la Virgen y empieza a abrir el manto y dentro del manto empieza a escribir rápidamente en otro idioma, en un idioma que yo no entendía. Yo automáticamente me despierto y le digo a mi esposa: tuve un sueño con la Virgen, pasó ésto, pero quedó ahí, como un sueño y nada más”.
Ese sueño se resignificaría apenas 48 horas más tarde.
“Cuando voy a jugar, salto a cabecear y me golpeo con (Cristian) Ruffini. Cuando yo me despierto después, porque yo todo eso no lo recuerdo, ya en la clínica, mirando el techo, es como si hubiese recuperado la segunda parte del sueño, ¿viste? Estoy parado, en la Iglesia de San Nicolás, pero esta vez estaba Rodo, mi hermano. Ese partido lo estaba jugando con él, éramos compañeros en Huracán”.

Diego y su hermano Rodolfo jugaron juntos en Huracán. Foto Huracán.
“Lo cuento y todavía sigo sintiendo esas sensaciones. Yo voy caminando hacia la luz blanca, pero no es como un tubo, yo veía como si fuera un punto grande de luz grande arriba, en el cielo, es como si fuera como un tubo de nube, y yo me iba caminando hacia la luz, y ahí sentí como una sensación muy grande, yo no veía mi cuerpo, yo solamente veía lo que te cuento y sentí una sensación de paz, una sensación hermosa de paz. Cuando me voy, ya voy casi a la mitad de la luz más o menos, yo siento una voz que me dice ‘Diego no te vayas, no me dejes solo, no te vayas’. Lo escucho y yo me doy vuelta. Miro hacia abajo y veo la Iglesia, la puerta de la Iglesita y a Rodo diciéndome que no me vaya. Yo miraba hacia la luz y lo miraba a él y le digo ‘pero vení’, yo le decía ‘vení, vení vos también’. El sigue insistiendo, hablaba conmigo pero no me respondía a lo que yo le decía. Y entonces yo decido, en ese momento, en vez de ir caminando hacia la luz, decido volverme a la Iglesia, caminando hacia abajo por Rodo, por mi hermano. Y ahí me despierto”.
Hace una pausa breve y sigue.
“Cuando yo me despierto, me veo el pantalón corto y me miro las medias, digo ¿qué pasó? Estaba con el torso desnudo. El médico me empieza a explicar, me dice ‘mirá yo tengo tu camiseta, quédate tranquilo, me la guardé yo’ y me dice que había tenido un golpe. Después llegó mi hermano, llegó Rodo y le pregunté ‘¿no hablaste conmigo en algún momento o alguna cosa?’. Yo no le dije nada de lo que me había soñado y Rodo me dice ‘no, no sabés el miedo, el susto que me hiciste pegar’, que pasó esto, que lo otro. ‘Yo te hablaba, te decía que no te fueras, que no me dejés solo”. Cuando Rodo me dice eso, a mí me agarra una cosa, fue lo mismo que escuché yo. En ese momento yo a él no le dije nada. Después me ingresaron para hacerme estudios. Ahí empieza una linda experiencia con el templo de la Virgen, una historia hermosa, de muchas cosas que me pasaron por la Virgen, por eso yo soy devoto. Y ahí entendí, en ese momento, que venimos por algo, que la ruta nuestra ya está marcada, que tenemos que cumplir lo que hemos venido a hacer y por eso no me fui antes“.
Diego recién vio las imágenes de aquel partido dos años después. Durante todo ese tiempo no quiso observar como el Doctor Locaso y el kinesiólogo Daniel Arias lo reanimaban a la vista de todos. “Me cuenta mi esposa, vivíamos en Caballito en un departamento, ella estaba sola con mi nena, la más grande, pero era chiquitita. Ella se arrodilló ahí al frente del televisor sola esperando a ver cómo me recuperaba. Imaginate vos la situación. Así todos: mis padres, mi familia. Horrible. El que menos sufrió, fui yo, de todos, porque no recuerdo nada. Eso me genera un poco de angustia”.
El llamado de Diego
“Yo estaba ingresado en la clínica, tenía un cuello ortopédico, no podía ingresar ningún periodista ni nada. Estaba mi esposa conmigo y me dice ‘Diego, te habla un tal Guillermo Coppola‘. Le digo, ‘te están haciendo una joda’. Corta e insisten. ‘Pásamelo’. Hablo con Guillermo y dice ‘¿Melli? ¿Qué hacés? ¿Qué te pasó, Melli?’. Me dice: ‘Estoy en el programa de Mauro Viale. Acá estoy con Diego porque sabés que hoy es el cumpleaños. Te va a hablar Diego, así que prende la tele'”. Claro, era 30 de octubre. Desde el Sanatorio Mitre, donde había quedado en observación, charlo con él.
“En ese momento para ver la televisión en el hospital tenías que ingresar monedas, tenías que poner monedas para prender la tele. Entonces mi hija y mi esposa buscando monedas. Prendimos la tele, ponemos el programa de Mauro Viale y bueno ahí empiezo a hablar yo con Diego. Se conecta conmigo, empezamos a hablar en vivo, un fenómeno porque además es el Diego, ídolo mío, lo que representaba él, que se había preocupado“, relata
El después del accidente
Diego habla de cierta inconsciencia de aquellos años, de no haberse dado cuenta del todo de lo cerca que estuvo de la muerte. Ahora, a sus 50, su reacción cada vez que ocurre un hecho similar es diferente. “Lo que tengo es que cada vez que se golpea algún jugador, yo trato de comunicarme. Hablar y decirle cómo es, cómo está, qué sintió… Algunos me han dado bola, otros no me han atendido. Pero yo he tratado de estar pendiente. Me genera una angustia bastante grande, me pongo nervioso. La última vez que pasó, no recuerdo qué jugador era, estaba en un bar y yo me arrimé al televisor y les pedí que subieran el volumen porque me entró nervios, quería saber qué es lo que pasaba”.
Dice, además, que lo charla mucho con su hermano Rodolfo, excompañero en el Globo y campeón con Lanús, hoy trabajando en City Torque de Uruguay, y que les gustaría proponer algo más, si bien en estos 20 años cambió bastante la preparación en las canchas. “Aquella vez no podía ingresar la ambulancia al estadio”, recuerda.

Diego se fue a España hace tres años y analiza volver a trabajar en Argentina. Foto Ig.
Por eso, dice, sería fundamental que los jugadores recibieran un curso de Reanimación Cardiopulmonar (RCP) para saber cómo accionar en esos segundos claves, qué hacer y qué no. “A mí me salvó el médico (Locaso), entró rápido Loqui, y el kinesiólogo, y me salvó. Sería bueno que todo jugador pueda saber hacerlo. Son segundos claves que pueden salvar una vida“, agrega.
La vida y el fúbtol
Seis años después de aquel golpe, y tras pasar por Los Andes, Platense y Estudiantes de Buenos Aires, entre otros, llegó el momento del adiós al fútbol, con apenas 32 años. Y de un día para el otro. “Era un día jueves, hicimos fútbol y yo hago cuatro goles. Cuando termina el entrenamiento le digo a Fito (Della Picca) ‘Fito, no juego más, me voy a retirar’. A Fito casi se le para el corazón. Yo no daba más del dolor de la pierna, te lo juro”.
Fueron tres operaciones seguidas en esa rodilla con una lesión que no tiene cura. “Me sacaban líquido después de los partidos, empezaba a entrenar normalmente los miércoles. Los médicos me habían aconsejado dejar, que si no iba camino a una prótesis. Yo tuve un osteocondritis severa, me rompí la rótula, meñiscos, tengo una carie muy grande de osteocondritis, que es la misma lesión que tuvo Riquelme, el Bati en los tobillos. Era horrible el dolor“.
Desde aquel día, allá por 2006, una sola vez se tomó vacaciones. Inmediatamente comenzó a trabajar, a ocupar tiempo y cabeza en otra cosa que no fuera el fútbol. “Por eso se extraña tanto, te ayudan en todo, no hacés cola en los bancos, no hacés nada. Pero terminé de jugar y nadie se acordó de lo que fui. Sos uno más y te tenés que acostumbrar“.
Sueños por cumplir
Después del abrupto retiro comenzó a trabajar con el grupo empresario que lo manejaba. Representación, management, captación, formación y scouting. Pasó por varias áreas y por varios clubes, sin parar de trabajar. Hasta que con su hermano Rodolfo crearon Detrás de mi sueño, un proyecto nacido en Córdoba en el que buscan futuras estrellas y las acompañan en la formación y el proceso de fichaje con clubes de Argentina y el exterior.
Hace tres años decidió radicarse en España, en el medio de un proyecto que parecía un sueño: Zoe Atletic Club, el equipo de Villa María que planeaba disputar la Liga Cordobesa y que había sido parte de la Organización Zoe creada por Leonardo Cositorto y que terminó con problemas con la Justicia.

Los hermanos Graieb estuvieron trabajando con el Zoe Atletic Club. Foto IG.
“Nos llaman porque había un proyecto muy grande que iba a ser de la gente de Zoe, nosotros en ese momento no conocíamos el nombre de la empresa que iba a llevar a cabo todo. La idea era estructurar un club, de armar todo de cero porque iba a haber recursos para hacer algo muy importante. Ibamos a armar un centro de alto rendimiento con canchas, gente que iba a invertir mucho dinero. Como a nosotros nos apasiona todo lo que es deporte, nos iban a brindar toda la infraestructura y encima nos iban a pagar lo que vos creés que te van a pagar, ¿por qué no lo vamos a hacer?”.
El grupo que conformaron estaba compuesto por los hermanos Diego y Rodolfo Graieb, el PF Rubén López (ex Independiente) y exjugadores de la zona como Walter Alvarez y Rubén Guillén. Y, por supuesto, los representantes de Zoe. “Había mucha expectativa. Detrás de todo eso nosotros veíamos que paralelamente la imagen de la empresa, lo que mostraba, era buena, quiero utilizar una buena palabra porque no quiero que quede mal, pero veías cosas irreales, hacían fiestas y todo, promociones, era mucha plata”.
Fueron cinco meses de trabajo, de captar jugadores y armar planteles. Diego viajó a España por una decisión familiar y le propusieron continuar su trabajo allá, armar la estructura para después copiar el modelo. Pero desde el día que se fue no le pagaron más. “De terror lo que pasó, de cien a cero. Yo hasta el día que me quedé en Córdoba, me cumplieron y todo, pero después ya no se pagó más nada. Por todo este lío a los jugadores no los pudieron inscribir y quedaron libres. Y se fueron a otras instituciones. Todos esos chicos, la desilusión de toda la familia, los padres que han venido, eso nos jodió mucho, porque nosotros le poníamos mucho trabajo, tiempo, expectativa, una proyección. Vinieron jugadores de Buenos Aires, les había alquilado un departamento para que se quedaran, y esos chicos tuvieron que buscar un nuevo destino, fue tremendo“.
El proyecto del club, allá por febrero del 2022, se diluyó. Pero eso no apagó sus ganas de seguir trabajando. Se quedó España acompañado por su familia (tiene tres hijos, de los cuales Facundo, el del medio, es jugador) y analiza la posibilidad de volver a Córdoba, de la mano de otro proyecto que lo entusiasma. Siempre con el fútbol en la mira, claro.
Se emociona cuando habla de trabajar con pibes, tanto en la formación como a la hora de descubrir sus talentos. Y, también, de poder transmitir lo que el fútbol dejó en su vida. O sus vidas, porque aquel 30 de octubre Diego volvió a nacer.

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