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Entrevista Exclusiva

El deseo del Flaco Donatti de volver al fútbol tras superar la depresión: “No me importa la plata”

En una entrevista exclusiva con BOLAVIP, el experimentado defensor repasó su carrera y no cerró las puertas a una posible vuelta a las canchas.

Alejandro Donatti con la camiseta de Racing.
© GettyAlejandro Donatti con la camiseta de Racing.

Si hablamos de Alejandro Donatti, hablamos de un auténtico luchador del fútbol. De un tipo que se hizo de abajo, sorprendiendo en el ascenso profundo, para luego escalar poco a poco hasta transformarse en uno de los defensores más destacados de Argentina. Caracterizado por su poderío goleador pese a su puesto, el Flaco dejó huella militando en pesos pesados como Racing, San Lorenzo y Rosario central, pero también en Brasil y México.

Ahora, con 38 años de edad y pese a su extenso tiempo de inactividad, Donatti todavía no se anima a hablar de un retiro definitivo. Por el contrario, luego de transitar momentos emocionales muy delicados, se sigue mostrando con muchas ganas de desplegar todo su esfuerzo en el verde césped. Y así lo dejó en claro en una entrevista exclusiva con BOLAVIP.

– ¿Cómo la llevás? Porque todavía ni siquiera anunciaste el retiro.

– Estoy viendo qué voy a hacer. Yo siempre me acuerdo de Matías Almeyda, que había vuelto porque se había enfermado la cabeza, que estaba mal… y yo siempre pensaba que una vez que deje el fútbol, ya está. ¿Qué tan mal te puede poner dejar? Y ahora me estoy dando cuenta de que no es así como pensaba. No es fácil. No es fácil porque tuve una vida y ahora veo poco fútbol en la tele porque me hace mal. Me hace mal y me da ganas de estar adentro de una cancha y me vuelvo loco. Así que cuando vienen unos amigos y quieren ver fútbol, yo no les digo que cambien, pero trato de no darle tanta bola porque la verdad me hace mal.

– ¿Qué pensaste que podía pasar cuando te fuiste de Sarmiento de Junín?

– No me imaginaba esto, pero yo había dicho que después de San Lorenzo no había quedado bien de la cabeza. Pero uno quiere jugar. A mí ahora me encantaría jugar en la cancha de Racing, en la cancha de Central. Me vuelvo loco yo por jugar un partido más. Pero si te ponés a pensar en frío, tranquilo, te das cuenta de que de la cabeza no había quedado bien. Yo creo que cuando el futbolista piensa en el qué dirán cuando entra a la cancha, ya está medio como mal de la cabeza y eso me estaba pasando a mí después de San Lorenzo.

– ¿Después de estar en San Lorenzo o ya cuando estabas ahí?

– Antes de arreglar tenía compañeros que me decían cómo era San Lorenzo, que es especial, pero era como que me rebotaba. Yo quería ayudar al club a revertir las cosas y no salió como uno esperaba. Ahí la cabeza no quedó bien, hasta que en un momento no fui más. Pero ya hablé de eso y no me hizo bien recordar esa época. Empecé un tratamiento con una medicación, me compuse de la cabeza, de todas las cosas malas que pensaba, pero no quedó bien la cabeza en el tema de fútbol. 

– ¿Y te ayudaron en San Lorenzo con toda esta situación?

– Los dirigentes no se portaron bien. Creían que yo hacía eso para no ir por cómo estaba el club.

– ¿Y con qué excusa?

– No sé. Yo tuve que mandar certificados del psiquiatra y del psicólogo que decían que por 15 días no tenía que ir. Tenía que ausentarme 15 días para empezar el tratamiento y ahí, de acuerdo a cómo estaba, ver. Yo todos los días hablaba con el psicólogo, pero ellos lo tomaban como que me quería borrar y no era así. Eso también dolía, pero bueno, ya está. Siempre dije que no iba a hablar mal del club por respeto a toda la gente que trabaja y por mi viejo.

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Donatti en su paso por San Lorenzo.

Donatti en su paso por San Lorenzo.

– ¿Hubo algún jugador que te haya ayudado?

– Cuando yo estaba mal en San Lorenzo, Sebastián Torrico, Augusto Batalla y Jalil Elías. Todos señores.

– ¿No hubo alguno de otro club que te llamó por teléfono?

– Hay mucha gente, muchos amigos que tengo del fútbol que obviamente estarían conmigo. Pero Nery Domínguez, Javi Pinola, el Cabezón Elías Gómez me sacaban. La llamaban a Tati, mi mujer, que es amiga de sus esposas, y me sacaban. También Cachila Arias. Gracias a Dios salí de esa. Mirá, el otro día fui a la cancha de Racing con un amigo y cuando íbamos por la autopista le contaba que desde donde empieza la cancha de Vélez hasta la bajada para ir a la cancha de San Lorenzo, en ese tramo era donde empezaba el corazón que parecía que se me salía.

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– ¿Eso te pasaba cuando ibas al club? ¿Era como un freno de mano porque no querías llegar?

– Sí. Era depresión avanzada con ataque de pánico, no me acuerdo qué había salido. Me lo dijo el psiquiatra y empecé a tomar dos pastillas al día.

– ¿Seguís medicado?

– Ya no.

– ¿Sentís que contar esto les puede servir a otros futbolistas que les pasa lo mismo y no se animan?

– Yo cuento mi experiencia, no para dar lástima, sino para ayudar. Yo salí, pero sé que hay muchos jugadores que les pasa. Después salen esas noticias que uno no quiere escuchar.

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– Empezando a repasar tu carrera, ¿tu despegue es con Kudelka en Boca Unidos?

– Sí. Yo de todos los lugares me volvía porque no aguantaba lejos de mis viejos. A los 16, 17 años yo estuve a prueba en River. Después en Lanús cuando estaban Cabrero y Zubeldía. Estuve una semana practicando, me dieron el fin de semana libre, mi vieja se enferma, la internan, quise volver el miércoles en vez del lunes y me dijeron que no. Listo. Después estuve en Arsenal y en la Reserva de San Lorenzo, cuando Ruggeri era el DT. Ricardo Giusti me había comprado el pase y me avisa que iba a firmar cinco años de contrato con Genoa sin haber debutado en Primera. Iba para jugar en Reserva, pero me vio el presidente y me hizo contrato para la Primera. Yo era chico, medio ignorante y me dice que la pretemporada era 15 días en Austria, una semana en Italia y 15 días en Francia. Y yo, burro, lejos de mi familia, se me trabó la cabeza y me quise volver. Y me volví.

– ¿Ya habías firmado?

– Sí, pero no me interesó la plata. Me acuerdo que llegué a Buenos Aires, me pagaron un colectivo y me fui hasta Rafaela. Mi vieja, chocha; mi viejo me quería matar. El Gringo Giusti también. Se calentaron todos. Al final arreglé con Tiro Federal, en Nacional B, y después fui a Libertad de Sunchales porque era a 35 kilómetros de Rafaela. 

– Pero ahí ya tenías 18 años. Corría riesgo tu carrera por esas decisiones…

– Mirá, una vez le dije a mi viejo que dejaba todo y me iba a trabajar con mi primo que pintaba casas. A todo esto, un día me llama mi primo y me dice que tenía un trabajo que era una fortuna: “800 pesos, una hora. Y tenemos varios”. “Listo, ¿dónde nos juntamos?”, le pregunto. “En el cementerio”, me responde. Pensé que habría que limpiar las placas, pero fuimos a un panteón, sacó los caballetes y me dijo: “Hay que sacar los cajones, limpiarle con virulana las manijitas”.

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– ¿Y tenían que abrir los cajones?

– No, no había que abrir. Pero eran cajones de años y años. Y le dije que lo hiciera él, que yo ni en pedo lo hacía. No se podía estar, teníamos que entrar con máscara. “Primo, son 800 pesos por cajón, si no lo hacemos nosotros, lo hace otro”, me dijo mi primo. “Y que lo haga otro”, le respondí. Así que ahí sí me metí con el fútbol. En Sunchales conozco a Kudelka y los últimos partidos me dijo que había arreglado en Boca Unidos y me quería llevar para allá.

– ¿Kudelka fue clave para vos?

– Sí, porque me hizo cambiar el chip. Ya después de haber firmado contrato, le dije que me quería volver con mi familia. Me cagó a pedos, me habló como un padre y me hizo cambiar el chip. Por eso siempre le agradezco a él.

– ¿Y después cómo seguiste?

– Me apareció una oportunidad de un día para el otro para ir a Tigre, al equipo de Arruabarrena, con Román Martínez, Patito Galmarini, Lechuga Maggiolo, toda la banda. El día de la presentación, digo: “Soy Alejandro, vengo de Boca Unidos”. Y lo primero que me preguntaron era cómo me decían. Y ahí inventé “El Facha” y quedó.

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– ¿Qué recordás de aquella final de la Sudamericana contra San Pablo?

– A mí me echaron porque me peleo con Luis Fabiano en la Bombonera, así que estuve en un palco del Morumbí y se notaba que nos la querían hacer pasar mal con cualquier cosa. Para mí, los de seguridad pensaron “les pegamos a estos y se quedan en el molde”. Y estos eran más indios que los de seguridad de San Pablo porque les encantaba pelear. Estaban Damián Albil, Luquitas Orban que te atropellaba y te llevaba, Papparatto, el Tata Escobar, Cacho Borelli, Lechuga Maggiolo, el Negro Castaño… les encantaba.

– ¿Y qué sentís hoy? ¿Se los comieron en un pancho?

– Y, sí. Nosotros estábamos viendo quién estaba bien, qué le pasaba y ellos estaban levantando la Copa. Si era Boca o River, no pasaba.

– ¿Creés que fue una buena decisión no salir a jugar el segundo tiempo?

– Más vale que querían entrar a jugar los vagos, pero se había desvirtuado todo. Ya era cualquier cosa. Había maderas, había sangre, no se podía. Para mí tenían todo arreglado. Un papelón.

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– ¿Qué es Racing para vos?

– Racing es mi tercera casa porque tengo la otra que es Central. Cuando estoy medio bajoneado, me voy para allá aunque no haya nadie, pero todos vienen y te saludan, te tratan como un rey. La paso re bien.

– ¿Es un club especial Racing?

-Sí, sí, porque es muy familiar, la gente lo siente mucho al club, está para ayudar para cualquier cosa que necesite el club. Es gente distinta. La paso muy bien y me hace muy feliz estar ahí.

– ¿Y Rosario Central?

– Central es toda mi familia. La nena, el nene, mi mujer es de Central desde que la conocí. Me tocó ir para allá y me enamoré. Es una locura, están enfermos ahí, es una enfermedad hermosa.

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– ¿Qué significa Chacho Coudet en tu carrera?

– Chacho Coudet es mi papá. Él le decía a mi viejo: “Vos no sos el papá, soy yo”. Salvo Flamengo, Chacho me hizo toda la carrera. Me llevó a México, a Xolos de Tijuana. Se fue y me dijo que estaba por agarrar en Racing. Yo le dije que me dejara un año o dos en México y no quiso. “Agarro Racing y te llevo”, me avisó.

– Club particular Xolos y en una ciudad particular como Tijuana, ¿no?

– Sí. El dueño del club tenía un zoológico y adentro pasaba de todo. Me acuerdo que estaban las gallinitas de Guinea por todos lados y te ponían 80 dólares de multa si pisabas a una sin querer con el auto. Entrabas por una calle al zoo y parecía mentira pero se te cruzaban todo el tiempo mientras manejabas. Y después había de todo, desde búfalos hasta osos.

– Antes de irte a México llegás a Flamengo, ¿quién te lleva al Mengao?

– Lo de Flamengo fue impresionante. Me llevó Rodrigo Caetano, que era el que manejaba todo en el club, pero el técnico era Zé Ricardo en ese entonces. El DT no me quería tanto, no era de su agrado para jugar. Los partidos que jugué fue porque la gente me pedía. Hasta que me desgarré, jugué bastante y tuve continuidad. Me di cuenta de que no me quería en una práctica de pelota parada. Él me mandaba a cerrar y no me llegaba la pelota, a lo que le pedí a Paolo Guerrero que cambiemos posiciones. Fui, cabeceé, terminó en gol y Zé Ricardo viene re caliente a decirme que no eran así las cosas. Jugué mucho ahí y es todo una locura, pero me mataba ver tan poco a mi familia por la dinámica de juego que hay en Brasil.

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– ¿Quién fue el mejor DT de tu carrera?

– El Chacho. Es un loco bárbaro. Un enfermo del fútbol, un enfermo insoportable. No vi nunca a alguien así de obsesivo. Kudelka es muy buen técnico también. Después, Miguel Russo también. Lo que pasa es que Miguel es más de pegar un grito y mirarte y ya con eso sabés lo que tiene que hacer. Él es el que me lleva a Central. Damonte también un gran técnico. Un personaje y, sobre todo, un tipazo. Y eso que en la cancha lo odiaba, ja.

– ¿Cómo lo ves a Miguel? ¿Hablás? 

– No hablé más con él. Cada vez que me lo cruzaba, lo saludaba y hablábamos. También fue como un padre en el fútbol, un señor técnico. Me duele verlo como está, no se merece estas cosas. Se nota que quiere a Boca, porque si no es alguien del nombre de Miguel, con todo lo que le está pasando, se va. A él no le importó nada y fue porque quiere a Boca. La gente muchas veces no entiende eso. Lo primero que la gente piensa es que vino y no nos hace ganar, pero hay otros factores que condicionan.

– ¿Sentís que en Boca lo están usando de escudo protector?

– Hay muchas veces que, cuando un club anda tambaleando, piensa que lo mejor es acudir a uno o a un ídolo para apaciguar todo y salir del mal momento. No sé si pasa por no quemarse uno o que lo maten a uno, sino de tratar de bajar un poco de las aguas.

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– ¿Quién fue tu mejor compañero?

– En Boca Unidos estuve mucho con Leo Baroni. En Tigre me hice muy amigo de Diego Ftacla y del Pato Galmarini, que me ayudó mucho. Nery Domínguez en Central y Racing. Jalil Elías en San Lorenzo.

– ¿El peor técnico que tuviste?

– Zé Ricardo, el que tuve en Brasil. Se notaba que le faltaba y le manejaban todo los más grandes. Le faltó voz de mando y para mi no es así.

– ¿Un club en el que te hubiera gustado jugar? 

– Gracias a Dios, elegí los clubes donde jugué siempre. Lo único es que me quedó la espina de jugar en Estudiantes. Verón siempre me llamaba y me hubiera gustado jugar ahí. Todos los que jugaron en Estudiantes que conozco, no hubo una sola persona que me haya hablado mal. Como club, por la gente y todo en general. No se dio por mí, siempre ponía una excusa.

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– ¿Y si te llama ahora?

– Le digo lo mismo que le digo a todos: “Dos semanas dame”. En dos semanas me pongo a punto y estoy para jugar en cualquier lado. Aparte, no te imaginás lo que extraño. 

– O sea que no estás retirado…

– No. Si llega a salir propuesta de un club, no me importa la plata, me encantaría volver a jugar. Al jugador le pasa mucho lo que una vez dijo Caniggia, que a cierta edad ya sos un viejo. Y te pasa que te llama algún club chico y te forrean. No te respetan por ser un jugador viejo y no saben que, si me pongo bien, puedo hacer la diferencia en un club así. No voy a dar nombres, pero hay clubes chicos de B Nacional que te destratan así.

– ¿Y en el más allá del fútbol que imaginás?

– Empecé ahora con el curso de DT, pero para saber nada más, por ahora. La idea es seguir ligado al fútbol. Viéndolo hoy, que en retrospectiva ves la experiencia y todo lo que me costó, hasta pienso en dedicarme al tenis y tirar todo a la basura. Pero después lo pensás bien y existen formas de darle una mano a alguien. No quiero ser representante, no quiero tocar plata ajena. Me gustaría dar una mano genuina. También quiero empezar a hacer el curso de manager.

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