En Mar del Plata, Jeremías Caggiano natal se crió jugando en el potrero, lo vieron desde Independiente y a los 14 años se trasladó a Avellaneda para vivir en la pensión del Rojo. Con esfuerzo, dedicación y calidad llegó a Primera División y deslumbró en sus comienzos al convertirle dos goles a Estudiantes en 2003 con Oscar Ruggeri en el banco de suplentes como entrenador.
Se fue del Rojo y brilló en Huracán de Tres Arroyos, regresó a Independiente y allí compartió con el Kun Agüero. Pasó por el fútbol francés, jugó en varios países de Sudamérica, terminó su carrera en el Ascenso argentino para luego seguir vinculado al fútbol en su rol de representante junto a su hermano de la vida: Walter Montillo. Caggiano dialogó en exclusiva con BOLAVIP y contó todos los detalles de su carrera, además de su presente.
-¿Cómo llega el fútbol a tu vida?
-Fue naturalmente, como prácticamente todos los pibes de este país en esa época. Yo soy de Mar del Plata y jugaba al fútbol en el barrio, con amigos. A esta altura, todos jugábamos al fútbol como deporte y entretenimiento. Yo vivía en una zona humilde de Mar del Plata y me formé en un potrero. Me pasa mucho que cuando hablo con jugadores o mis hijos -tengo 3 varones- les digo que vayan detrás de lo que les gusta hacer. Yo jugaba a la pelota y ni pensaba que podía ser profesional, sino porque amaba hacerlo.
-¿En ese potrero ya eras delantero?
-No, yo jugaba de cinco, después empecé a jugar por derecha en el medio y después me fui de 7. Bastante más adelante me decidí como delantero que amaba hacer goles. Fui descubriendo cosas para después terminar queriendo ser 9 para hacer goles. Siempre fui abierto con los técnicos que me ponían en otras posiciones.
Para 1997, Independiente ve a Caggiano en un torneo y decide apostar por él. Como era de Mar del Plata, el atacante vivió varios años en algunas pensiones del club y allí vivió una etapa inolvidable en su vida. “Me vio el coordinador y habló con mi mamá para ver si podía hacer una prueba en Buenos Aires. Me vine a hacer la prueba y ahí inició mi ciclo en el club”.
-¿Cómo fue la experiencia en la pensión?
-Viví seis años en diferentes pensiones del club, empecé en el club, después pasamos por distintos lugares hasta llegar a Villa Domínico, donde está actualmente. Me acuerdo miles de anécdotas y tengo a esa etapa de mi vida muy presente, fue espectacular. Me acuerdo de compartir con Forlán por ejemplo. Éramos 40 o 60 chicos alejados de las familias y lo lindo era que nos acompañábamos, porque todos sabíamos por lo que estábamos pasando.
-¿Fue difícil estar lejos de la familia?
-Sí, pero mis viejos me acompañaron porque me veían seguro de lo que quería. Fue una suerte quedarme en la pensión, lo recuerdo como uno de los más lindos de mi vida. Cuando extrañaba a la familia, todo era más fácil porque el de al lado sabía qué estaba pasando. Con los chicos compartíamos los sueños y también las mismas necesidades.

Walter Montillo y Jeremías Caggiano.
Por el Clausura 2002, Néstor Clausen hizo debutar en Primera División a Jeremías Caggiano, fue en un duelo ante Gimnasia y Esgrima La Plata. Ya con la llegada del Tolo Gallego, perdió algo de terreno, pero en 2003 volvió a ser considerado con Ruggeri como DT.
-¿Cómo te enteraste que ibas a debutar en Primera?
-Tengo dos momentos que todavía los puedo sentir hoy. El primero fue el debut con Clausen de entrenador que fue contra Gimnasia, fue pisar la cancha y que se me vengan mil cosas a la cabeza. El segundo momento fue el día de mi primer gol, fueron dos en realidad y fue contra Estudiantes con Ruggeri como entrenador. En esos dos momentos se te viene todo lo que uno vivió, la historia de uno en realidad. Se me viene mi viejo llevándome en bicicleta a entrenar bajo la lluvia. Se me viene todo lo intangible. Todo valió la pena.
-¿Sabías que iba a ser tu debut o te sorprendió?
-Contra Gimnasia fui al banco y la verdad no sabía nada, me llamó Clausen y debuté. Pero el otro partido que te dije antes, contra Estudiantes, sí sabía. Independiente tenía a Marioni, Calderón y Cristian Castillo, pero no llegaron los tránsfers y me tocó ir desde el arranque de movida. Hacer los dos goles fue muy raro.
-¿Cuán importantes fueron esos referentes para vos?
-De todos ellos aprendí muchísimo, era muy receptivo. Era verlos y escanearlos, ver sus hábitos y por suerte me tocó gente que me ayudó mucho. Por ejemplo, te cuento, cuando Marioni me preguntó si mi viejo era italiano y le dije que sí, entonces me dijo -imaginate muchos años atrás- que me haga la ciudadanía para ser comunitario en un futuro. Así fue que empecé los trámites y lo hice. De hecho, jugué en Europa gracias a ser comunitario, sino nunca hubiese ido. Después, de Calderón te puedo decir lo profesional que era, impresionante.

La familia Caggiano, bien del Rojo. (Foto: @jeremiascaggiano).
-¿Cómo viviste el Apertura 2002?
-Por un lado, entendí que no tenía lugar en ese equipo que estaba bien aceitado y que jugaba bárbaro y que estaba afinado y me tocó estar prácticamente nada en ese plantel, los acompañé y lo viví desde ese lado. Lo disfruté la verdad.
-¿Qué me decís del Tolo Gallego como líder?
-Había varios chicos ahí y le dimos mucho valor al lugar donde estábamos. Íbamos a entrenar y no había tiempo para relajarse. El Tolo te dejaba un aprendizaje en todos los entrenamientos. Me ayudó mucho a madurar y a mejorar. No alcanzaba con tener algunas cualidades y tenía que ser más regular en todo mi juego. Me incorporó el aguantar la pelota de espaldas, por ejemplo, limé muchas cosas para ser el jugador que fui.
-Fuiste compañero de Gabriel Milito, ¿ya veías que él iba a ser entrenador?
-No, pero él tenía una combinación de cosas que son únicas. El talento deportivo y el carácter. Me toca hablar con gente del fútbol ahora y siempre destaco que el carácter es fundamental y él lo tenía ya muy de chico. Es algo que se tiene o no se tiene, aunque se puede adquirir, pero cuesta muchísimo. Milito llegó para imponerse, el líder se impone naturalmente y eso le pasó a él, tomó un rol protagónico desde lo que decía y hacía dentro del campo. Era sabido que le iba a ir bien, porque naturalmente le salía todo.
Entre 2004 y 2005, Jeremías Caggiano vistió la camiseta de Huracán de Tres Arroyos, equipo que por entonces había ascendido a Primera.
-¿Por qué decidiste salir a Huracán de Tres Arroyos?
-Con el tiempo te digo que fue lo correcto, pero en ese momento me fui de manera forzada por llamarlo de una manera. Yo siendo que uno se tiene que ir cuando lo echan y a mí me pasó que no iba a tener lugar en ese Independiente y aparece Huracán de Tres Arroyos. Me acuerdo de hablarlo con Pastoriza en ese momento, fue una charla muy linda y honesta y me fui para Tres Arroyos. Me acuerdo que cuando estoy llegando allá pasa que falleció el Pato y no sabía si volverme o quedarme, pero decidí cambiar de aire y fue algo impresionante. No me esperaba algo así. Si bien nos fuimos al descenso, a mí me relanzó para volver a Independiente de otra manera.
En 2005 regresó a Independiente y allí compartió con Sergio Agüero, a quien admira por su simpleza y su manera de vivir el fútbol.
-¿Qué me decís de Agüero?
-Yo creo que era el fútbol puro, era potrero, él amaba jugar a la pelota. Él no estaba profesionalizado, era un nene y lo lindo de esto es que le encantaba jugar. Con el paso del tiempo te puedo decir que lo que él tenía diferente era que no entendía del contexto y lo digo como una virtud. A mí me pasaba que me daba cuenta que ya no estaba en el potrero de Mar del Plata, que estaba en una cancha, con gente en las tribunas y demás y a él no le pasaba eso. Me acuerdo de un clásico con Racing en el verano, que él la rompe toda y subía al micro jugando a los jueguitos, y no lo podía creer. Se ponía las pilas en el partido y te lo daba vuelta, él tenía una bendición de Dios y lo naturalizó y no era nada forzado. Tenía un talento descomunal.

Sergio Agüero y Jeremías Caggiano. (Foto: Gentileza Jeremías Caggiano).
Para el 2006, Independiente decidió vender a Jeremías Caggiano y así fue que dio el salto a Europa para jugar en el Guingamp de Francia.
-¿Cómo fue tu paso por el fútbol francés?
-Muy lindo. Me vendió Independiente porque estábamos el Kun, Nico Frutos y yo. Por suerte le pude dejar algo en cuanto a lo económico y fue gratificante. Me apoyé un poco en la Tota Fabbri que había jugado allá y me contó un poco. Me acuerdo que salí de Buenos Aires en remera y llegué a la nieve de Francia. Fue una experiencia impresionante. En ese momento estaba de novio, me casé y nos fuimos a un pueblito de ocho mil habitantes del norte de Francia. Los franceses me ayudaron mucho, pese a lo que se suele decir de ellos. Mi esposa terminó trabajando en el colegio de allá, increíble. En cuanto a lo futbolístico, era muy dinámico, muy directo y lo disfruté muchísimo. Obviamente fue el paso más importante de mi carrera.
En 2007 regresó al fútbol argentino, pero solamente fueron seis meses en Estudiantes de La Plata. Así y todo fue compañero de la Bruja Verón y lo dirigió el Cholo Simeone.
-Compartiste con Verón en tu paso por Estudiantes, ¿cómo fue?
-Él era referente del club, un emblema y su figura tiene que ver con lo que genera en los demás. Me pasó de estar en entrenamientos con él y sentir que estaba con un diferente. Yo me considero un trabajador de la profesión, después están los tocados con la varita y Verón fue uno de ellos, sin dudas, como también te puedo decir lo mismo del Kun. Todo lo que Verón hacía tomaba una relevancia importante.

Verón celebra la conquista del Apertura 2006. (Foto: Prensa Estudiantes).
-¿Qué te dejó el Cholo?
-Tanto él como su cuerpo técnico hacían cosas distintas y me llamaban la atención para bien. En ese momento fueron innovadores. Me acuerdo que el Profe Ortega nos hacía trabajar físicamente distinto, me revolucionó un poco. Se trabajaba de manera distinta. En Estudiantes había una metodología diferente de trabajo y me costó adaptarme, por eso estuve seis meses. Tenía jugadores mucho nivel delante, pero más allá de eso, pude entrenar de otra manera. Me acuerdo que en esa época el fútbol empieza a tener un giro importante en lo táctico, los sistemas y ellos fueron revolucionarios.
Entre 2010 y 2013, Jeremías Caggiano tuvo breves pasos por: Macará de Ecuador, Sport Boys de Perú, Londrina de Brasil y Deportivo Anzoátegui de Venezuela.
-Pasaste por varios clubes de Sudamérica sin lograr establecerte, ¿por qué se dio eso?
-Fue por cuestiones físicas. Empecé a tener muchos desgarros y yo no entendía por qué. Entonces me di cuenta que empezó a jugarme en contra la cabeza y, aunque muchos no lo crean, desde lo mental también se generan lesiones y así fue que no pude quedarme mucho tiempo en ningún lado en esa etapa de mi carrera. Lamentablemente no le encontré la vuelta a las lesiones.
El tramo final de la carrera profesional de Jeremías Caggiano fue en el Ascenso del fútbol argentino, allí vistió camisetas como las de Brown de Adrogué, Deportivo Español, Camioneros y Berazategui.
-Cerraste tu trayectoria en el Ascenso argentino, ¿qué me contás de esa época?
-Fue muy lindo. Me acuerdo que jugué en Camioneros y jugué el Argentino y me acuerdo que había jugadores que dejaban la bicicleta en el alambrado y se cambiaban para entrar a jugar en contra de nosotros y después nos pegaban un baile bárbaro y eso es el fútbol. Dentro de la cancha se iguala todo, no te digo los recursos, pero sí hay posibilidades y eso es hermoso en el fútbol, es mágico. Viví muchas cosas en el Ascenso y me ayudó mucho para poder transmitirle a los chicos que podía llegar desde ahí, sentí que pude ayudarlos. Me agarró de grande y la disfruté mucho. Obviamente lo que eran las canchas fue duro, pero siempre me quedé con lo positivo.
En 2017, tras una temporada en Berazategui, Caggiano decidió colgar lo botines, pero no lo sintió como algo traumático y eso fue gracias a un consejo de su esposa.
-¿Fue duro el momento del retiro?
-Sí, porque fue retirarme a los 35 años. Te hago un paralelo con mi viejo. El año que yo me retiro, él se jubila, pero con otra edad. Para la vida sos muy joven, te sentís bien y sos vital, pero para el fútbol no lo sos. Me ayudó mucho mi mujer porque ella me fue diciendo que lo viva como un proceso natural. En el fútbol se va apagando algo y se termina de esa manera. Por suerte fue algo natural y lo viví como lo empecé.
Desde hace más de seis años que Jeremías Caggiano se sumó al equipo Senior de Independiente y allí comparte con viejos compañeros de la profesión.
-Te sumaste al equipo Senior de Independiente después…
-Sí, como son las vueltas de la vida. Hoy en día juego en el mismo lugar donde empecé, en Dominico, donde estaba la pensión.

Caggiano en el Senior del Rojo. (Foto: Gentileza Jeremías Caggiano).
-¿Es una herramienta importante el Senior, no?
-Totalmente, es muy importante. Ahí te encontrás con gente que pasa o pasó por lo mismo que vos. Y se generan charlas y se tocan temas que son necesarios y sirven para ayudar a los demás. Es más, te digo que muchas veces voy más para disfrutar del tercer tiempo que para jugar, ja. Pero es muy lindo encontrarse con compañeros de la profesión y disfrutar de esos momentos.
Otra manera de seguir vinculado al fútbol es desde su faceta de representante. Junto a Walter Montillo, Sergio Irigoitía y Néstor Herrera tienen la agencia de representación de futbolistas que se llama ByP Fútbol.

Caggiano y Montillo. (Foto: Gentileza Jeremías Caggiano).
-Actualmente sos representante de jugadores, ¿cómo surge esto?
-En la U Católica de Chile conocí a un hermano de la vida que es Walter Montillo. Ahí nos hicimos muy amigos y dijimos que en un futuro queríamos trabajar juntos. Queríamos seguir vinculados en un futuro y cuando nos retiramos decidimos hacerlo. El representante de él era Sergio Irigoitia y yo veía cómo se llevaban de bien, tanto en lo comercial como también en lo humano y yo quería eso, quería que se replique. Los vi durante años trabajar así. En un momento nos sentamos, Sergio ya venía hacía 20 años en estos y con Walter dijimos de darle continuidad a su proyecto y formamos una propuesta en la que estamos nosotros, además de Néstor Herrera, somos nosotros cuatro los que estamos. Decidimos tener una cantidad acotada de jugadores para representar para poder darles un seguimiento preciso a cada chico y estar en todo lo que sea para ayudarlos. Mi propósito en esto es ayudar, podría estar haciendo otra cosa, pero esto es mi mundo.

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