Enganche. Delicado. De esos distintos que juegan en puntas de pie.El famoso 10 que casi no existe en el fútbol moderno. Con una visión de juego amplia y un despliegue corto. Así, aunque parezca mentira, comenzó siendo Rodrigo De Paul en las Inferiores de Racing. Sí, el mismo que corrió 120 minutos en la final del Mundial de Qatar y raspó hasta a los suyos buscando su sueño mayor.
Nació en Sarandí, Provincia de Buenos Aires y corrió detrás de la pelota antes de caminar. Se calzó la 10 de la Academia a menos de un año de debutar en Primera, mostró todo su talento en la Argentina y llamó la atención del Valencia, club que puso casi 5 millones de euros por su pase. Allí tuvo dos años regulares, pero lo mejor estaba por venir para Motorcito de la Scaloneta.

De Paul y la 10 de Racing, dos que se volverán a ver.
El por entonces enganche regresó a préstamo a la Argentina para jugar la Copa Libertadores con Racing, no fue muy tenido en cuenta y, después de volver al Valencia sin pena ni gloria, llegó su momento. El click. El paso que lo llevó a la gloria eterna: fue transferido al Udinese, el club que cambió su vida.
Al llegar a la Serie A De Paul sufrió una reversión que modificó su carrera. En un fútbol muy físico y donde al livianito se lo comen en dos panes, el talentoso 10 del Tita se convirtió en un luchador. En el Rodrigo que hoy es tatuaje de cientos de argentinos. En el “Motorcito” para Dibu Martínez. En el socio ideal de Lionel Messi. En uno de los intocables de Scaloni.
Y sí, a su juego vistoso y su talento natural no lo perdió (de hecho fue quien asistió con un pase perfecto de 50 metros a Di María en el Maracaná), pero le sumó garra y entrega.No dar por perdida una pelota. Raspar y meter para recuperar, respirar y levantar la cabeza para jugar.

De Paul y una transformación muy positiva.
Por eso hoy De Paul no es sólo un corredor. No es simplemente un 10 habilidoso. No es un pasador filoso. Tampoco un volante posicional. Hoy Rodri, como le dicen los amigos, es un jugador completo. De nivel europeo y sobre todo, y no menos importante, ¡un campeón del Mundo!







