Una derrota que duele. Una caída que obliga a parar el torbellino de sensaciones encontradas. Un cachetazo que implica reformular todo para recuperase del traspié ante República Dominicana y que deja a la Selección argentina de Pablo Prigioni sin los pasajes para el Mundial de Filipinas-Indonesia-Japón 2023 (del 25 de agosto al 10 de septiembre próximos). Así, se trata de la mayor frustración desde el Mundial de Colombia 1982, en el que Rusia (la ex Unión Soviética) venció en la final a Estados Unidos (95 a 94), y que la Argentina vio por televisión (los otros fueron 1954, 1970, 1978).
El 75 a 79 de anoche, después de estar 17 puntos arriba en el marcador, tiene, como si fuera una metáfora pergeñada por un alma errante y maléfica, a Néstor “Che” García como el gran héroe. Con el triunfo consumado, los centroamericanos lo levantaron en andas y el entrenador se permitió un desahogo profundo con sabor a revancha. Justo el “Che” García que no ocultó en ningún momento su histrionismo y su voluntad para ganar.
Claro, cuando no lo necesitaron más “lo echaron y ahora se vengó”, confió una fuente consultada por Bolavip. “El deporte te lo hace pagar, esto pasa. Esto iba a pasar y pasó. Todo se lo debemos a [Fabián] Borro, él es el máximo responsable de todo lo malo que le sucede al básquet argentino”, se explayó otra voz importante que conoce a todos y cada uno de los actores del básquet nacional. Y sumó: “Él (por Borro) y todo su coro de aplaudidores que regalaron una muy buena generación de jugadores”.
Ni una a favor:
Lo paradójico de esta derrota y del héroe menos deseado, es que ni una le salió bien a la Argentina. Ni lo propio para ganar y no depender de nadie en el Grupo E. Ni los resultados del Grupo F: el triunfo de México sobre Uruguay (82 a 69), la victoria de Puerto Rico ante Colombia (87 a 80) y el éxito de Brasil frente a Estados Unidos (83 a 76), dejaron a la Argentina sin la posibilidad de jugar el certamen del lejano oriente como mejor cuarto.
El quiebre en el partido se dio en el cuarto período, tiempo en que la Argentina siempre estuvo en ventaja. Astuto, el “Che” García jugó un partido aparte y su mensaje cuando las cosas no iban bien para Dominicana. “Están en su momento, aguantemos que ya va a venir el nuestro”, dijo en más de una oportunidad cuando el partido estaba inclinado para la Argentina. Confió y ajustó las marcas para triturar las posibilidades del elenco de Prigioni que se fue ahogando hasta perder el manejo del encuentro.
Luego de estar 17 tantos arriba (61-44 a falta de 2m25s para el final del tercer cuarto), el equipo argentino se quedó sin goleo y el dueto Facundo Campazzo-Gabriel Deck perdió efectividad al calor del crecimiento de los dominicanos. El alero Jean Montero, la figura del partido con 22 puntos, Ángel Suero, con 13 unidades, y Andrés Feliz, con 10, fueron los artífices de la remontada que enmudeció al Polideportivo Islas Malvinas.
No hay reproches para los jugadores. Se brindaron, estuvieron y presionaron a sus clubes para poder estar. Por caso, Nicolás Laprovittola llegó en horas de la mañana. Viajó luego de jugar el viernes por la Euroliga ante Mónaco. Y unos días antes Campazzo, Deck y Leandro Bolmaro, que no iban a jugar esta ventana, pero por compromiso y porque sólo servían dos triunfos para que no sucediera lo que finalmente pasó: derrota, decepción y adiós al Mundial 2023.
Todos, ejemplos del sentido de pertenencia a un grupo y a una causa, más allá de una dirigencia que nunca estuvo a la altura. Un grupo de personas que prefirió no pagar pasajes para traer jugadores de las ligas extranjeras durante las primeras ventanas, en tiempos que “Che” García era el entrenador y se creía que la clasificación era posible. A esto se sumó una logística casi artesanal, digna de épocas pasadas, con escalas inhumanas y hoteles de antaño.
Como dijo Campazzo “duele un montón, pero prefiero estar así, destrozado y con mis hermanos acá sintiendo esta sensación de mierda antes que estar en otro lugar; el compromiso es destacable, apenas tienen la oportunidad de estar no dudan ni un segundo y se toman el primer vuelo y están acá, eso es increíble”. Y agregó: “No jugamos bien, en el segundo tiempo nos secamos. Hay que darle mérito a Dominicana, que hizo un partidazo. Nos supieron defender bien, nosotros no pudimos sacar ventaja, hicimos un juego muy evidente. Pero bueno, ahora hay que estar más unidos que nunca y seguir trabajando”.
Una identidad que el propio Prigioni se encargó de ponderar. “Lo que más destaco es el compromiso de los jugadores, que viajan muchísimas horas, que jugaron hace poco en sus clubes, algunos haciendo enormes sacrificios y sufriendo situaciones personales complicadas, y aun así quieren estar”, dijo el entrenador que deberá decidir si continúa o no al frente de la Selección que no podrá defender el subcampeonato mundial 2019.
Vientos de cambio:
Las responsabilidades no son compartidas. Si bien los jugadores no supieron ni pudieron ganar más partidos para no llegar al último encuentro con la soga al cuello, siempre dijeron presente y remaron contra ventanas poco beneficiosas para los jugadores de América. Pero, sobre todo, tuvieron que aceptar una dirigencia errática y poco acorde a los tiempos actuales.
Sobre todo, Fabián Borro, el siempre controvertido presidente de la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) que nunca contó con el apoyo de la Generación Dorada por estar ligado a Germán Vaccaro, otrora máximo dirigente procesado por administración fraudulenta que accedió, en noviembre último, a una probation por lo que debió pagarle 80.000 dólares a la CABB y quedó inhabilitado de por vida para volver a ejercer un cargo en el organismo que perjudicó.
Vale recordar que Vaccaro fue vicepresidente durante 16 años de la CABB hasta que, en 2008 llegó a la presidencia y se lo reeligió en 2012, pero dos años después renunció por supuestos “motivos personales”, pero lo concreto es que fue la presión de los jugadores de la Selección Mayor y el pedido de una auditoría tanto interna como externa los motivos que lo eyectaron del cargo.
Esta caída amerita una capitulación de Borro y sus acólitos, algo poco probable dada la permanente tendencia del dirigente a echar culpas afuera y nunca asumir la responsabilidad. Claro, Borro se pavonea como pocos en el barro y conoce al dedillo cómo se manejan los sótanos dirigenciales.
Su única ambición fue siempre hacerse del control absoluto e irrestricto dentro de toda la geografía del país a partir de su trayectoria en el mundo del básquetbol. Tanto que era uno de los vicepresidentes de la CABB cuando el procesado por administración infiel Vaccaro era la máxima autoridad.
De hecho, Borro fue el hombre fuerte de la trunca gestión de Daniel Zanni, el presidente que duró un suspiro en 2014. En esa ocasión, los jugadores de la Generación Dorada se pusieron firmes, amenazaron con no ir al Mundial de España y exigieron la salida de todas las autoridades que habían tenido algo que ver con la gestión de Vaccaro y pidieron a la Secretaría de Deportes (todavía Mauricio Macri no la había degradado a Agencia) la intervención del organismo a cargo de Federico Susbielles, a quien Luis Scola apoyaba. Borro supo capear la tormenta y sobrevivió a aquella purga dirigencial.
Desde aquel episodio de 2014, la Generación Dorada, con Luis Scola a la cabeza mantiene una “batalla por criterios y valores” con Borro y el reducido séquito que lo sostiene. Scola, junto con Andrés Nocioni y Alejandro Montecchia, se convirtieron en una suerte de punta de lanza que busca demostrar cada vez que pueden su descontento con la gestión de Borro. Cada vez que pudieron mostraron cómo la Liga Nacional se depreciaba. Hoy, claro, el nivel es bajísimo, los estadios están vacíos y los extranjeros ya no no toman a la Argentina como un mercado asequible por la enorme diferencia monetaria entre el devaluadísimo peso y el cada día más inalcanzable dólar estadounidense. En ese entorno, lo único que parece importarle a la cúpula de la CABB es el negocio de la televisión de los partidos de Primera, a partir del streaming (de paupérrimo nivel) que deben poner los clubes para ser parte de sus torneos.
Peor aún es lo que se vive en las divisiones formativas, donde muchas veces deben dirigir monitores o asistentes porque no hay árbitros. O el básquet femenino que no logra hacer pie y, como puede, se refugia en oasis como Berazategui o Quimsa, deSantiago del Estero, dos de los mejores equipos que apuestan por las chicas argentinas.
Como escribió hace unos años Montecchia en su cuenta de Twitter: “Les entregaron la Confederación Argentina de básquet en bandeja y ahora son los dueños de la pelota”. Tenía razón el base medalla de oro en Atenas 2004. Hoy sus palabras cobran mayor vigencia y relevancia. Tal vez sea el tiempo ideal para propiciar la profesionalización de los dirigentes y eso, acaso, acerque a personas como Scola y el resto de sus compañeros que durante dos décadas llevaron al básquet argentino a la cima.