El no es el que sale en la foto, pero es el que se encarga de que la foto sea perfecta. Habla del estadio como si realmente fuera el patio de su casa. Y casi que lo es. Porque si siempre que le costó estar lejos de su Santiago del Estero natal, ahora que es el Director del Estadio Único Madre de Ciudades, a Julio Javier Marchant casi que le asusta pensar en alejarse de su amada provincia. “Estoy contento y orgulloso por lo que es el estadio y lo que representa para la provincia, para el deporte de aquí de Santiago, es increíble”.
De aquel Sapo campeón del mundo con Boca y que luego también dio vueltas olímpicas con Banfield y Defensor Sporting de Uruguay y que anduvo por México y Portugal a éste encargado de recibir a las delegaciones que visitan el estadio, de juntarse con directivos de los clubes, de FIFA o de CONMEBOL. Es la cara visible y se nota que lo disfruta.

Marchant con Bochini en el estadio. Foto Gobierno de Santiago.
“Cuando se estaba terminando de construir el estadio, el Gobernador necesitaba una persona, esta es mi lectura personal, relacionada al deporte, al fútbol en este caso, que pueda ser el nexo entre la parte organizativa y la Secretaría de Deportes aquí en el estadio. Me tenía en cuenta y obviamente tardé dos segundos decirle que sí, porque a mí me interesaba, estoy de cierta forma relacionado a algo que estoy acostumbrado de chico, me encuentro con gente que en algún momento hemos compartido de una u otra forma”.
Para aquel entonces, el volante había ya dejado de jugar hace un par de años en Vélez de San Ramón, disputando el Federal B. Se dio el gusto de jugar una vez más en su amado Santiago del Estero y de retirarse allí. Pero todavía no tenía muy claro hacia donde ir. Y apareció esta posibilidad de asumir como Director de Relaciones Institucionales y si bien empezó allá por el 2021, saliendo de la pandemia, lo cuenta maravillado como si hubiese comenzado ayer.
“Uno empieza a transitar algo totalmente distinto. Nosotros desde chicos, es levantarte para empezar a hacer la entrada en calor. A correr. Y después no hay nada parecido. Y vos te vas haciendo la idea, a ver dónde arrancamos. Para el jugador de fútbol no es fácil eso, va a ser hasta aquí llegó lo que estamos acostumbrados y ¿qué viene? No es fácil. La mayoría lo primero que se le viene es ser director técnico, o representante de jugadores, algunos son periodistas. Más o menos tratamos de buscar algo parecido. Aquí yo estoy agradecido porque, más allá de que es algo relacionado con lo que estoy acostumbrado, estoy en mi lugar en el mundo”, relata. Y sigue.
“Me siento orgulloso por haber empezado esta linda profesión tan chico, haberme ido a buscar sueños, objetivos de aquí, de mi provincia y volver y hoy poder contar con esto, para mí, me llena de orgullo y de alegría. Por ahí me dan ganas de decir ‘cómo no lo han hecho antes, así despuntaba un poquito más jugando’, pero bueno, así son las cosas”.

Recibiendo a las delegaciones en el estadio. Foto Gobierno Santiago.
Lo dice porque, claro, nunca pudo jugar en el Madre de Ciudades, que ya supo albergar partidos de todo tipo: Eliminatorias, Copa Argentina, finales de torneo, Supercopa, Mundial Sub 20 y hasta el partido celebración de la Argentina luego de Qatar, cuando se enfrentó a Curazao. Ahora también Copa Libertadores. Ya pasaron 135 partidos desde la inauguración. Y el Sapo no jugó ni un minuto.
-¿Ni con un picado te sacaste las ganas?
-No, porque estamos a full con el campo, imagínate. Me matan los ingenieros, si he intentado pero son duros. Es lo que priorizamos y después te das cuenta que no es fácil el laburo que tienen que hacer. Esto es 100 % pasto natural. Yo soy el primero que tengo que decirles a los chicos que no se puede. Imagínate. Los que trabajan en el día a día te dicen ‘dale, armate un picadito, cómo no vamos a jugar’. No entienden que ya toca priorizar otras cosas, cosas más importantes.
Es que justamente una de las particularidades del estadio es su campo de juego, y Javier saca chapa: “A veces hay que ver las condiciones del clima. La otra vinieron a jugar por Copa Argentina Boca-Atlético y River-San Martín y los chicos de la organización nos decían que les estaba costando encontrar los campos en buen estado y acá estaba muy bueno, así que nos felicitaban”.
Dice que no anda de traje, que ni para un cumpleaños de 15 se pone uno. Con ese estilo que tuvo siempre, relajado, descontracturado y muy social, ante cada partido sabe que además de su trabajo, de atender a los directivos, de brindarse al 100% ante las necesidades de cada delegación y de que cada detalle salga perfecto, también sabe que será momento seguramente de reencontrarse con algún excompañero, rival, amigo y demás. Hasta se fija quiénes son los que viajan para saber con quién se va aponer a charlar una vez que se asegure que el trabajo está encaminado.
“Seguir la relación que se ha forjado en algún momento o con alguno de los cuales no has hecho mucha afinidad o no has compartido tanto pero ya intercambiás de nuevo el teléfono y entrás otra vez en en algún tipo de relación sea laboral o de algún tipo de relación social entonces eso está como te digo está bueno porque me sigue dando la posibilidad de seguir encontrándome con gente del ambiente”.

Con el Pelado Pérez en la Bombonera. Foto Facebook.
“Más allá de hacer que todo marche de la forma que tiene que marchar, a la vez estás diciendo ‘ah, cierto que para este partido viene tal delegación, ¿y seguirá tal ahí en el club?‘ Ya empiezas a ver y encontrar ese momento para ponerte al día”.
Con un campeón del Mundo
Así fue que se reencontró con Lionel Scaloni, una relación que se inició allá por 1997. El dice que es muy ubicado y respetuoso y por eso sabe que “hay lugares a los que no debe ingresar”. Y, particularmente con la Selección, lejos de ser cholulo o invasivo, se mantuvo al margen. Pero fue el propio entrenador el que se acercó.
“Yo con Scaloni tengo también una coincidencia en lo que fueron las juveniles de Pekerman. Es terrible persona y lo he podido terminar de confirmar cuando nos hemos encontrado aquí. Está el recuerdo de haber compartido en algún momento algo: ellos eran Sub 20, nosotros éramos Sub 17. A mí me tocó jugar el Mundial de Egipto Sub 17, y cuando hemos vuelto hemos seguido entrenando con ellos. Y de ahí. Aquel día intercambiamos unas palabras, lógicamente lo felicité por la terrible alegría que nos habían dado. Esto ha sido muy, muy cerquita después de la vuelta de Qatar que han venido aquí con Curazao”.
-¿Y él recordaba aquellos tiempos en el predio?
-Claro. Es lo lindo. Más allá de los objetivos que uno consiga y lo que genere para los demás, no dejamos de ser personas. Y eso está bueno, cuando te vuelves a encontrar, de sentir eso. Somos los mismos de siempre. Con algún, en este caso, con una Copa del Mundo, pero el mismo de siempre. Y eso está genial. Habla de la grandeza como persona también, más allá de lo que genera como deportista, como técnico. Y la verdad es que me ha encantado poder tener ese encuentro con los chicos.
El desfile de figuras y el reencuentro con viejos amigos no se detiene nunca.
-¿Cómo fue tu reencuentro con Juan Román Riquelme?
-¡Bien! La verdad que yo siempre agradecido. Nosotros hemos debutado en el 2000, ese era un grupo de chicos jóvenes, ellos tenían ya alguna trayectoria, venían con algunos partidos encima y eran jugadores que por ahí estaban más adelantados que nosotros, pero que nos han abierto las puertas. Y nosotros se lo agradecemos siempre que los podemos ver. Yo con Román iba a la casa, me invitaba a comer asado a la casa. Más allá de la diferencia de edad y lo que generaba él como jugador. El sabía que yo era hincha de Boca, así que imagínate. Para mí ha sido muy importante y siempre que puedo le recuerdo esas cosas.

Con el Beto Márcico, Calvo y algunos ex jugadores de Boca. Foto IG.
-¿Te cruzaste con algún personaje con el que habías tenido algún roce?
-Ja ja, tengo una anécdota con Lucas Pusineri. En su momento, cuando arrancábamos en Independiente y Boca, nos queríamos pelear, bah, yo no me podía pelear con nadie pero él me quería pelear y yo me tenía que bancar la parada. Y ahora lo veo y me dice “Sapo querido, no te puedo creer, me dijeron que estás aquí”. Me vino a dar un abrazo, lo que necesites me decís. En esta vorágine está más que bueno y te vuelve a poner ahí, en contacto, te digo con gente que por ahí no significa que uno esté con interés de hacer cosas pero simplemente te llenan también por dentro.
Claro, porque él dice que además de retomar relaciones del pasado, también genera contactos a futuro. Aunque no pretende ser entrenador -de hecho aún no terminó el curso- porque eso podría alejarlo de Santiago y no es lo que quiere, sabe que cada relación suma y mucho.
“Uno de los chicos que más aprecio desde mis inicios y por ahí al que le he podido marcar algo al principio de su carrera, es Lisandro López, Licha. Y de repente un día, me dice ‘¿no me vas a saludar?’. Y hemos arrancado otra vez una relación hermosa que teníamos. Después, cada uno hace su camino. Ha vuelto a venir con Sarmiento Junín y nos hemos terminado viendo cinco o seis meses, más que en muchísimo tiempo que ha pasado sin poder encontrarnos”.
Ambos estuvieron juntos en aquel Racing post título del 2001. “Arrancamos la pretemporada siguiente al campeonato, nos fuimos con Merlo a Estados Unidos y México y cuando volvemos se va Mostaza. Y ahí lo suben a Lisandro. Yo lo llevaba a entrenar, yo estaba en Palermo, vivía ahí con la familia, y él vivía en una pensión que Racing tenía en Avenida La Plata. De Palermo a Boedo, él venía hasta mi casa y de ahí nos íbamos hasta Loma Verde, en Escobar. A mi no me costaba nada, pero hay chicos que han sido después agradecidos. El me dice ‘yo nunca me voy olvidar que vos me llevabas todos los días a entrenar’. Después nos cruzamos en Portugal, él estaba en Porto, yo estaba en Nacional de Madeira, yo en una isla a una hora 40 de avión, no estábamos cerca. Un fin de año, yo me voy a Porto y me lo cruzo, se venía a pasar a las Fiestas a Argentina. Me dejó el auto para que nosotros recorriéramos con la familia. Son las cosas lindas del ambiente”.
Se ríe recordando sus tiempos en Racing, las discusiones entre el Chanchi Estévez y Osvaldo Ardiles. Llegó a la Academia a préstamo desde Boca cuando el Maestro Tabárez decidió no tenerlo en cuenta, pese a haber sido dos veces campeón de la Libertadores, una vez de la Intercontinental y también de un torneo local con el Xeneize. De aquella Copa en Japón tiene una anécdota que, según dice el Sapo, es la que más veces contó en su vida.
“Ibamos a un entrenamiento previo a la final, había uno de los chicos, uno de los traductores que estaba con nosotros, Watari que siempre tenía un fibrón. Un personaje, muy querible. Lo dejábamos subir al colectivo con nosotros. Había mucho hincha allá dando vueltas por todos lados, la gente del hotel también. Y él les agarraba las camisetas y en el transcurso del viaje nos hacía firmarlas. Entonces como estaba justo el fibrón ahí, me dice Seba Battaglia ‘Bueno, ¿cómo estamos? ¿cómo la ves?’. Estaba siempre con Seba, concentrábamos juntos. Y entonces yo le digo: ‘Vamos a ganar mañana’. Y en el apoyacabeza, que tenía como una fundita de tela, le pongo “mañana vamos a ganar 2 a 1′. Y escribo ‘Boca 2 Real Madrid 1’. Y nos queda. Cada vez que la cuento me dicen que les pase el número que va a salir no sé, en el Quini 6, esos que reparten mucha plata, ja. Quedó esa anécdota nuestra con el Seba, es uno de los amigos que me quedan del ambiente, soy padrino de casamiento. Y el que tengamos eso juntos, está bueno porque encima el resultado se ha dado, algo tan importante para Boca, es muy gracioso.”.

Con Battaglia, uno de sus grandes amigos del fútbol. Foto IG.
-¿Alguna vez más acertaste el resultado de algo?
-No, nunca más, ja. Ya con ese estábamos. ¿Con ese para qué más? Con ese ya alcanzaba. Tiré todas las balas ahí, nunca más.
Con Bianchi también mantiene línea directa: es un gran amigo de su hija, casada con Eduardo Domínguez. “Cuando nos juntamos con Brenda y Edu alguna llamada sale, videollamada con Carlos. Pero no nos juntamos, hacemos rancho aparte. Además, uno de mis hijos toca el piano, el más chico y Margarita (la esposa de Carlos) dice que va a ser la madrina, así que estamos en contacto permanente”.
-¿Qué recuerdo tenés de Carlos, de cuando te hizo debutar?
-Me ha aconsejado de que compre un departamento en su momento. Que me tenga en cuenta y me lo haga saber él también me ha servido muchísimo.
Ahora él es quien cuida a sus pichones como lo hizo Carlos con él. Sus tres varones juegan al fútbol: el más grande tiene 20 y está viviendo en Estados Unidos, becado por una universidad. Lucas juega en Mitre, ahí en Santiago, y Pedrito todavía juega en la escuelita y él, en sus huecos en el estadio, lo lleva a todos lados a jugar. Hay dinastía Marchant para rato.







