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Fue campeón con Boca y River, pero estuvo preso y perdió toda su fortuna: “Hubo gente que me llevó por mal camino”

Se puso la camiseta de Boca cuando jugaba en River, le dieron 25 fechas por pelearse con un juez y vive de la pensión que le da el Xeneize.

Fue campeón con Boca y River, pero estuvo preso y perdió toda su fortuna: “Hubo gente que me llevó por mal camino”
Fue campeón con Boca y River, pero estuvo preso y perdió toda su fortuna: “Hubo gente que me llevó por mal camino”

Era hincha de Boca, pero terminó debutando en River. Ese fanatismo afloraría tiempo después y por esa razón saldría eyectado del Monumental. Fue lustrabotas, diariero, panadero mientras era pibe, al mismo tiempo que perseguía su sueño de ser jugador de fútbol. Fue gloria y Devoto -literalmente- también. Ganó todo y perdió todo, hasta tocar fondo. Carlos Horacio Salinas es una historia dentro de su historia.

En su palmarés figuran los dos títulos con River, Nacional y Metro del 75 y los dos con Boca, la Intercontinental del 77 y la Copa Libertadores del 78. Delantero con gol y gambeta, habilidoso y veloz, atrevido afuera y adentro, con un temperamento que varias veces le jugó en contra, tuvo todo para triunfar y lo traicionaron sus propios fantasmas. Estuvo preso y perdió todo pese a haber logrado una fortuna, algo difícil en aquellos años.

Así como he venido de Tucumán en bolas, voy a volver en bolas“, contó hace algunos años en una entrevista a un portal que ya dejó de existir. Fue el último en rastrear al Loco para ver en qué andaba. Hoy, a sus 77 años, su foto de perfil en el teléfono es una captura de un sitio de Boca y una frase: “Un grande de verdad”.

Salinas y uno de los homenajes que le hizo boca en su sitio web. Foto Boca.

Salinas y uno de los homenajes que le hizo boca en su sitio web. Foto Boca.

Fue un grande, sí, que podría haber sido enorme pero su temperamento lo llevó por un camino de castigos. A él no parece importarle: repite que volvería a hacer lo mismo.

De Jujuy a River

Hijo menor de siete hermanos, cinco varones y dos mujeres, empezó a tomarle el gusto a eso de ser jugador cuando uno de sus hermanos, que estuvo 15 años en Gimnasia de Jujuy y hasta fue entrenador, le dijo a su madre que le mandara “al Horacio”, que por esos años se la pasaba haciendo changas en Tucumán.

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Se fue a vivir a la pensión jujeña, entrenaba de vez en cuando, colaboraba con su hermano y a veces jugaba, pero nada oficial. Por eso cuando le llegó el telegrama de River se fue sin dudarlo un segundo.

Llegó La Selección Fantasma que se preparaba en Tilcara para jugar contra Bolivia por las Eliminatorias y bajó a Jujuy a jugar un amistoso. Marcial Acosta, el técnico de Gimnasia, armó un equipo con juveniles locales y me puso. Tenía 16 años y me tocó enfrentar a (Carlos Reinaldo) Merlo así que la tenía fácil, ja, ja. A mí me gustaba correr con la pelota, gambetear, tirar sombreros, después ya cuando fui a Boca me hice un jugador distinto“, contó en El Gráfico.

Le llegaron varios telegramas de clubes (el otro fue de San Lorenzo) que lo querían reclutar y, pese a su fanatismo, eligió ir al Millonario. Se tomó un tren que tardó un día y medio y en la estación lo esperaban los dirigentes para probarlo. Lo llevaron así, sin dormir y lo instalaron en la pensión. Fue instantáneo: cuando lo vieron jugar, le hicieron firmar su contrato.

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Salinas y el Pato Fillol: en River logró el título que cortó la racha de 18 años. Foto El Gráfico.

Salinas y el Pato Fillol: en River logró el título que cortó la racha de 18 años. Foto El Gráfico.

Fueron 20 partidos en Reserva (Tercera en aquellos tiempos), pese a tener edad de Sexta. Y de ahí saltó a la Primera. Así de bueno era. Así de rápido se terminó el amor también: “El tema fue cuando jugué el clásico 100, un 1-1 en el Monumental, a fines de 1974. Esa vez entré en el segundo tiempo y al terminar el partido cambié la camiseta con Trobbiani. Después fui a bañarme a la concentración y bajé a tomar algo a la confitería, que estaba llena. El problema es que bajé con la camiseta de Boca que había cambiado. Con la camiseta de Boca puesta (risas) y me puse a tomar algo”.

Lo llamó un dirigente: “¿Cómo se va a poner usted la camiseta de Boca en la cancha de River? ¿Está loco?”. Dice que fue inocente, que en ese momento no tenía idea de lo que podía generar. Pero selló su suerte (sumado a que había tenido varias agarradas con los más grandes, entre ellos Daniel Passarella), que no la cambió ni haber logrado el histórico título que cortó la racha de 18 años sin ganar. Lo vendieron a Chacarita sin dudarlo, con un puñado de partidos.

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Ojo, no era cualquier Chaca: lo dirigía nada menos que Alfio Basile -en su debut como DT- y tenía compañeros como Carlos Ischia, Marangoni y Avallay. Sus cruces con Boca fueron especiales siempre, sin importar la camiseta. Jugando para el Funebrero, tuvo un cruce complicado con el Chapa Suñé: le pegó un cabezazo en la nariz y lo dejó sangrando.

El Chapa, que tenía su personalidad también, lo fue a buscar al entrenamiento en San Martín junto con el Ruso Ribolzi. Hasta lo siguió en su auto hasta que lo alcanzó y tras cruzarse en la calle -y con el aviso que se acercaba la barra a interceder- los dos de Boca se fueron. Salinas, sin embargo, se fue hasta el diario para contar lo ocurrido y su foto salió en primera plana, según contó el mismo Ribolzi.

Después, cuando el Toto Lorenzo lo fue a buscar a Boca, los tres fueron compañeros. Pero el entrenador los juntó primero para que hicieran las paces: hasta salió publicada la imagen de los dos dándose la mano, cerrando las cuentas pendientes…

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Boca y la gloria

Dice que no sabe cuánto costó su pase a Boca. “Sé que el presidente se quedó con el 15 por ciento que me correspondía. ¡Pero no me importaba nada! Total después recuperaba la guita. Con Boca hice un contrato importante. Cobraba cuatro o cinco veces más que en Chacarita, tenía viajes, amistosos… En Boca se te abre la cabeza”.

Cumplió el sueño de pibe, ese que se trajo de su Tucumán natal. Y aunque el sueño duró poco, le alcanzó para que su recuerdo fuera imborrable. Si ya en Chacarita lo habían apodado Loco, pese a que Semillita era el que traía de su infancia, en Boca tomó más fuerza.

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En 1978 (pero por la edición del 77), Boca se consagraba campeón Intercontinental en Alemania, venciendo al Borussia Mönchengladbach, subcampeón europeo, por 3-0, tras el empare 2-2 en la ida. Fue aquella Copa de la que se bajó Liverpool y los alemanes ocuparon su lugar. Uno de aquellos goles fue nada menos que de Salinas.

Ese mismo año, el Boca del Toto iría por la búsqueda del bicampeonato de América, en la que el centrodelantero fue pieza clave. Le hizo un gol a River que lo clasificó a la final con el Deportivo Cali de Carlos Bilardo. Y ahí otra vez apareció convirtiendo en el partido decisivo: tras igualar en cero en Colombia, fue 4-0 en la Bombonera, con uno del tucumano. En total, en el Xeneize jugó 129 partidos, metió 18 goles y dio dos vueltas olímpicas históricas.

En Boca logró dos títulos internacionales: Libertadores e Intercontinental. Foto Archivo.

En Boca logró dos títulos internacionales: Libertadores e Intercontinental. Foto Archivo.

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“Me puse la camiseta y no me la saqué más, siempre fui titular y metí goles importantes. Jugar en Boca me llevó a almorzar con Mirtha Legrand, en una época en la que no iba cualquiera”, dijo. Compartió la mesa con Darío Felsman, tras la Intercontinental, y la astróloga Lilly Sullos: “Me preguntó por mi signo. ‘Ah, pisciano, con el cuarto menguante va a tener mucho éxito en estos días’, me dijo. Salí del canal y me habían llevado el auto, ja, ja”.

Sin embargo, también quedó el recuerdo de cuando se le cruzaban un poco los cables y se quedaba sin jugar: estuvo suspendido nada menos que 25 fechas por agarrar del cuello al árbitro Abel Gnecco, en un partido ante Huracán. Recién pudo volver en el 79, pero tras dos partidos otra vez lo expulsaron: 11 fechas afuera. Y al regreso, una vez más: le tiró un botín a un hincha de Peñarol en un amistoso lo que generó una tángana y otra suspensión.

“Gnecco entraba a la cancha y te insultaba. Ese día, apenas entró, ya me dijo: ‘Escuchame, Salinas, no me transmitás el partido, ¿entendés?’. Tenía ganas de echarme antes de empezar. Me cobró foul por una amarilla y enseguida la roja por tirarme a los pies y me puse loco. Menos mal que estaban Brindisi y Babington que me sacaron…”, relató en El Gráfico.

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Ante tanta indisciplina y sin poder controlar el carácter irascible de Salinas (“No soporto las injusticias”, explicó alguna vez), cuando Boca decidió comprar a Diego Armando Maradona por 2.5 millones de dólares a Argentinos, al Loco lo metieron en el paquete de jugadores que le dieron al Bicho. Para 1981, se fue a La Paternal con Bordón, Zanabria, Santos, Randazzo y Rotondi, sin ticket de regreso.

Las vueltas y el dinero

Y no, no volvió a Boca. Pasó por Argentinos y por Independiente. Se fue a Colombia un tiempo y regresó para continuar su carrera en Racing de Córdoba, Deportivo Junín de Perú y Alumni de Villa María, donde dejó un gran recuerdo.

Dice, también que la indisciplina lo dejó afuera del Mundial 78: en una gira con Menotti solía llegar tarde a las concentraciones. “Dejé todo mi premio en multas”, contó. Y no lo volvieron a citar. Esas primeras muestras de que las tentaciones eran mucho más fuertes que el fútbol y costaba controlarlas.

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Dice que en el Rojo salía mucho con Bochini, de quién se hizo muy amigo. Disfrutó como nadie de la noche de Buenos Aires y luego también la de Colombia. Y a los 31 años dijo basta: “Me dolía todo, quizás por estas salidas que te contaba”, explicó. Y, tras dejar el fútbol, las malas compañías se le acercaron aún más. Tenía fama de despilfarrar su dinero…

“Me empecé a encontrar con gente que no correspondía, que me llevó por un mal camino, te empiezan a meter en jodas en las que uno no tiene nada que ver y la pasé mal”. Sí, terminó preso porque encontraron droga y lo acusaron a él de comercializarla, pero Salinas dijo que no tuvo nada que ver.

“En Devoto me trataron bien. Trabajaba en la cocina, repartía la comida por los pabellones y desde que llegué, todas las tardes armábamos picados. Aunque igualmente la pasé feo, porque la cárcel siempre es un infierno. Salvo mi familia, del ambiente del fútbol solo me fueron a visitar Bochini y Pastoriza”.

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Estuvo cuatro meses en el Pabellón 49, sus guardias eran hinchas de Boca y lo trataron muy bien. Salió al poco tiempo, no quiso ser entrenador y siguió viviendo de aquellos recuerdos de antaño. Volvió un tiempo a Tucumán, iban a jugar a comunas con otros exjugadores, a llevar un poco de gloria a los potreros de barrio.

Pero cuando murió su madre, se volvió al departamento que tenía en Caballito, Ciudad de Buenos Aires. Jamás trabajó y recibe la pensión de la Mutual de Boca, un beneficio que obtienen los jugadores que pasaron por el club y que es una gran ayuda para aquellos como Salinas que no pudieron enderezar el barco después del retiro.

Contó que llegó a tener mucha plata, propiedades, autos. “Dos millones de dólares, sí, porque gané mucha guita: en un momento, en un año hice tres transferencias, de Boca a Argentinos, de Argentinos al Rojo y de ahí a Colombia. Pero 18 departamentos no, tuve 7. Y dos BMW”. Después lo fue perdiendo todo.

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“Me separé, le di dos departamentos a cada una de mis hijas, después tuve que vender los otros, también los autos. ¿Para qué querría yo un auto hoy, si me muevo todo por el barrio? Después de separarme, viví un año en el hotel República y otros seis meses en el hotel Libertador, me gustaba vivir en los hoteles, que tocaran el piano, la pasaba bien…”.

Que tuvo problemas con el alcohol y que quiso quitarse la vida lo niega rotundamente. Lo mismo con las drogas. No le quedaron amigos del fútbol reconoce y que hasta hace algunos años los veía el 1° de agosto, que se juntaban en el club para celebrar un nuevo aniversario de la Copa Intercontinental. Pero sólo eso. A Boca iba siempre, ingresa con el beneficio que le da haber alcanzado la gloria con el club de sus amores. Le alcanza y sobra.

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