Efecto Mandela o engaño asumido con plena conciencia de que lo es y así preservar la anécdota como una proeza, la idea de que Miguel Calero fue el autor del gol agónico contra Chivas en las semifinales del Clausura 2006 perdura como una hazaña del arquero colombiano en el futbol mexicano.

Hasta la fecha sigue vendiéndose y comprándose la narrativa de que el portero fue el héroe de aquel partido gracias a esa anotación del Pachuca en el último segundo. Pero es un espejismo benévolo que no molesta a nadie. Por el contrario, hay quienes prefieren quedarse con ese relato a pesar de ver el video donde se aprecia con claridad que Aquivaldo Mosquera es el encargado de mandar el balón a la red.

Otorgarle esa épica a Calero es incluso un acto de fe hacia la posición de guardameta, un elemento de la cancha que tiende a merecer atención por sus fallas y al que se le exigen puros aciertos sin complacencia para cometer errores. Darle ese tinte heroico, aunque sea con “mentiritas”, enriquece también las historias sobre porteros legendarios para futuras generaciones; futboleros argentinos de la vieja guardia, sin pruebas de por medio, heredaron a los actuales los relatos de que Hugo Orlando Gatti salía del área y chiflaba en la cara de los delanteros rivales para distraerlos con el objetivo de cortarles el avance.

Igualmente es una trampa benigna creer que el colombiano puso a los Tuzos en la final frente a San Luis porque en aquel torneo se registró la disputa por un título más aburrida y patética de todos los tiempos en la liga mexicana. De hecho, pasaría desapercibida o encaminada al olvido de no ser por el gol del portero que en realidad fue de Aquivaldo en semifinales.

“Ni me recuerdes a Calero”, llega a pronunciar uno que otro aficionado de Chivas que actualmente visualiza en su memoria la imagen televisiva donde la cámara sigue al colombiano dando por sentado que la portería rojiblanca fue perforada por su cabeza. Hasta para el adversario, el héroe de la gloria ajena fue el guardameta tuzo.

Aquivaldo puso a Pachuca en la final, sin embargo la gente tiene otro recuerdo. Y seguramente al defensa no le importa ceder el protagonismo de este episodio a un hombre cuya inmortalidad labrada en las canchas trascendió al imaginario colectivo con un gol que no anotó pero sí metió.