En el fútbol hay instantes que definen un camino. Para Alejandro Giuntini, defensor marplatense que supo tocar la gloria con Boca a comienzos de los años noventa, esa bisagra llegó en forma de ausencia: un control antidoping al que no se presentó tras un empate con Vélez en 1993, el episodio que terminó marcando una carrera llena de aprendizajes y valores.
Hasta ese momento, Giuntini era mucho más que un apellido en la Ribera. Llegado en 1991, había pasado por Deportivo Norte, Vélez y Lanús, y en apenas un par de temporadas se transformó en parte de un equipo que empezaba a levantar la cabeza bajo el mando de Óscar Tabárez. Aguerrido, con físico imponente y temperamento de caudillo, el marplatense encajaba a la perfección.
Con la camiseta azul y oro fue campeón tres veces: Torneo Apertura 1992, Copa Master y Copa de Oro Nicolás Leoz. Su nombre quedó grabado en la historia especialmente por aquella noche del 31 de mayo de 1992, en la final de la Copa Master, cuando marcó el gol decisivo en la victoria 2-1 sobre Cruzeiro.
Pero la otra cara del destino llegó pronto. En el Clausura 1993, Boca igualó 1-1 con el Vélez de Carlos Bianchi, y Giuntini no se presentó al control antidoping. La confusión, envuelta en dudas de horarios y responsabilidades, derivó en una sanción para él y en la pérdida de un punto para Boca, que el Tribunal de Disciplina transformó en derrota 2-0. Entre versiones encontradas sobre la responsabilidad del médico de la AFA, el defensor quedó señalado. De a poco perdió protagonismo y, tras la temporada, comenzó su salida del club que se terminó concretando al año siguiente.

Giuntini festejando un gol durante su paso por Boca (Prensa Boca).
La progresiva desaparición del ojo mediático
Hasta ese momento, su carrera había sido un camino en ascenso. Surgido en Deportivo Norte de Mar del Plata, pasó por Vélez, Lanús y Bolívar de Bolivia. Tras el Xeneize continuó en Huracán, Unión de Santa Fe y en el exterior con Ras Al Khaimah de Emiratos Árabes, donde se retiró. Ya lejos de la Bombonera, su figura se movió en escenarios más discretos, siempre con la entrega del zaguero que alguna vez vistió la camiseta más pesada de Argentina.
El fútbol, sin embargo, siguió siendo su vida. No tardó en reinventarse como entrenador. Tras colgar los botines, un año después, se dedicó a la dirección técnica: trabajó en las inferiores de Olimpo, en Universitario de Ecuador y en Costa Rica con Pérez Zeledón, Liberia Mía y Herediano. Más tarde, volvió a su ciudad natal como coordinador del fútbol amateur de Aldosivi, donde encontró en la enseñanza un nuevo modo de vivir la pelota, forjando defensores con la misma tenacidad que él había mostrado en sus días de jugador.
El episodio más difícil
Pero la vida, a veces, impone partidos imposibles de ganar. En 2015, la leucemia le puso enfrente otro partido imposible. La enfermedad lo obligó a alejarse del campo y a dar pelea desde el silencio. En esos meses, incluso, se rumoreó sobre su fallecimiento antes de tiempo, obligando a su familia a desmentir los rumores.

Segundo, arriba a la izquierda, Giuntini en aquel Boca campeón (@BocaPasionTotal).
El domingo 10 de julio de 2016 cumplió 49 años internado en el Hospital Privado de la Comunidad de Mar del Plata, donde aguardaba la recuperación de un trasplante de médula. Sin embargo, seis días más tarde, en la madrugada del sábado 16, su lucha terminó.
Boca y los clubes por los que pasó lo despidieron en redes sociales con sobriedad. No hubo estridencias, apenas el reconocimiento para un futbolista que supo ser campeón y héroe de una final. Pero en cada rincón donde trabajó, en cada chico que dirigió, quedó la huella de un hombre que entendió al fútbol como pasión, como escuela y como legado.
La vida de Alejandro Giuntini quedó atrapada entre esos dos extremos: la gloria del gol que dio un título y la condena de aquel control antidoping. Entre la ovación y el olvido, entre la Bombonera y la lucha en silencio, su figura se recuerda hoy como la de un hombre que, aunque prematuramente vencido por la enfermedad, dejó en el fútbol argentino una huella.

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