Este lunes, el mundo del fútbol posó sus ojos sobre un pequeño archipiélago africano. Cabo Verde, con una actuación memorable, venció 3-0 a Esuatini y se clasificó primera vez en su historia a una Copa del Mundo. La hazaña es mayúscula: se convirtió en el país más pequeño en territorio (4.033 km²) y el segundo con menos habitantes (525.000) en lograrlo.
Pero aunque un océano los separe y todo indique que la historia de Cabo Verde con Argentina podría empezar a escribirse recién en el Mundial de 2026, la realidad es otra. El vínculo tiene casi medio siglo y un nombre propio: Adriano Tomás Custodio Mendes. Nacido en Praia, la capital del flamante país mundialista, fue el primer futbolista africano en jugar oficialmente en la AFA. Su llegada, sin embargo, se dio obligada por una tragedia: tras quedar huérfano en 1974, su hermana, ya radicada en Argentina, decidió que viviera con ella en La Plata.
El desarraigo fue duro. “Sufrí mucho, no me podía adaptar“, confesó tiempo atrás con TN. Tras abandonar lo que en su momento era una colonia portuguesa (se independizó en 1975) su único refugio era la pelota, y su talento lo llevó a las inferiores de Estudiantes, donde debutó en 1981 con 18 años. Allí se topó con una leyenda, Carlos Salvador Bilardo, quien moldeaba un equipo campeón con figuras como Alejandro Sabella y Tata Broun.
Su relación con Estudiantes: la influencia de Bilardo y el recuerdo de Russo
En el León construyó una profunda amistad con Patricio Hernández, a quien considera “un hermano” y fue justamente el encargado de aportar detalles sobre el desempeño futbolístico del oriundo africano. Con TN lo recordó como un jugador “zurdo, que cabeceaba bien“, pero sobre todo, como alguien “inteligente y vivo“.

Adriano Tomás Custodio Mendes durante su etapa en Estudiantes de La Plata, en 1983 (@VSportsTM).
Tras su paso por Estudiantes, donde se consagró campeón del Nacional 1983 y disputó 53 partidos, Mendes se convirtió en un trotamundos del fútbol, dejando su huella en Temperley, Colón, San Martín de Tucumán, Chacarita y clubes del exterior.
No obstante, más de 40 años más tarde de vestirse como Pincha y en medio de la efervescencia por la clasificación de su tierra natal a la próxima Copa del Mundo, fue precisamente una visión del Narigón, quien “te cantaba todo antes de que pase”, la que Mendes trajo a colación para explicar el logro de su país. “Es como dijo Bilardo hace muchos años: ‘Africa alguna vez va a hacer potencia’ y yo creo que hoy lo es“, afirmó con ESPN.
“Muchos de los jugadores que han brillado en Portugal son todos nacidos en Cabo Verde“, agregó para sacar pecho. Con la emoción a flor de piel, el pionero sentenció: “En lo personal, sabiendo que desde mis raíces van al mundial, que es algo único e histórico, tengo una felicidad enorme“.
De aquel mismo vestuario de Estudiantes que supo marcarlo a fuego, Mendes también recordó a otro compañero, Miguel Ángel Russo, cuyo reciente fallecimiento lo golpeó de cerca. “Obviamente que duele lo de Russo, son muchos años que yo lo conozco. Me dolió verlo en los últimos tiempos en el estado que tenía“, expresó.

Adriano Mendes durante su paso por Temperley, su segundo club argentino luego de Estudiantes (@VSportsTM).
Su conexión con Miguelo se fortalecía a través de Patricio Hernández, a quien considera “un hermano”, aunque compartió un recuerdo personal imborrable que tiene del ex entrenador: “Fue el único compañero que tuve en Estudiantes que nunca me pegó una patada en una práctica“.
La lucha contra la discriminación
El desembarco en el fútbol profesional obligó a que Mendes le presenta batalla al racismo. “La primera vez que me dijeron ‘negro’ a un pibe lo corrí tres cuadras“, relató. La discriminación era constante, pero buscaba redoblar la apuesta con sus discriminadores. “Un jugador de San Lorenzo me dijo ‘salí de acá, negro’. Le contesté ‘yo soy negro, pero debo ser la fantasía de tu novia o tu señora‘”, confesó. Con el tiempo, aprendió a convivir con ello: “Si hoy me decís Custodio, no me hago cargo, pero si me decís ‘negro’, me doy vuelta al toque“.
Su carrera, tan atípica como su llegada, no podía tener un final convencional. Jugando para el club Martín de Güemes en el Torneo Federal, harto de lo que consideraba un arbitraje injusto, decidió ponerle un punto final a su manera. “Le dije al árbitro: ‘este es mi último partido, si me cagás te vas a acordar toda tu vida de mí’“, contó. Dicho y hecho.
Tras una amarilla que consideró injusta, se descontroló: “Le pegué una piña. Me despedí del fútbol como yo lo soñé, me desquité del maltrato que tenían los árbitros hacia mí“. Un cierre cinematográfico para la historia del caboverdiano que, décadas antes de que su país llegara a un Mundial, ya había exportado hacia Sudamérica el nombre de su tierra.

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